Sales a caminar y te encuentras con sorpresas o vidas distintas, entiendes que tú vives una realidad y los demás otra, te das cuenta de que la situación es diferente, no es lo que sale en la televisión o las descarnadas noticias de radio o los mensajes de internet o redes sociales. Vivir la situación de lo que pasan miles de familias  en la pobreza, por supuesto que lastima, entiendes que otros no comprendan tu forma de ser y de actuar.

No saben qué pasa y por eso abordan los asuntos de manera superficial. Vivir en la pobreza, es una desgracia.

Te encuentras a las personas que no caminan, a otras que tienen  problemas de salud y no hay acceso a la salud pública y tampoco tienen dinero para pagar a un médico, observas a sus hijos y niños en la miseria y no pueden salir a otro lado porque el pasaje es caro y ello implica quedarse sin comer o comprar la elemental medicina. Llegas y te observan, se dan cuenta de cómo eres y qué propones, pero además que es lo que haces. Te dices a ti mismo que traes una propuesta y se las haces saber, obtienen confianza y a los niños y jóvenes les iluminas camino. Hay esperanza.

La convivencia con otros y el recorrido que haces, te vuelve a retomar parte de tu esencia y conciencia. ¿Qué hemos hecho con este país? ¿En manos de quién lo dejamos? ¿Por qué hay tanta desigualdad e injusticia? Comes un plato de frijoles, con tortillas, apenas alcanza para la elemental alimentación y peor, quienes te invitan se observan preocupados por querer quedar bien contigo, pues saben que para ellos, mañana a lo mejor no habrá comida, por quedar bien gastan y uno lo sabe.

Sacas de tu bolsillo lo poco que también tienes y lo entregas para que ellos puedan estar libres de preocupación dos días.

Así no se resuelven las cosas. Hay que cambia el rumbo y hacer un país de iguales.

Dejas la plática o convivencia, sales y caminas, te sientas a reflexionar, observas el campo, miras a los demás y dices: ¿A dónde vamos? Es este el país o la tierra que vamos a dejar a los nuestros o simplemente puedes cerrar los ojos y decir que ahora somos la parte importante de la economía mundial y ya estás en la OCDE. ¡Qué farsa! No hay tal, por el contrario, el país de la pobreza está a la vista y la miseria te indigna. Se acerca un niño de once años y te dice a las doce de la noche que va a trabajar, en la panaderías, al día siguiente llega y se cambia de ropa para vender el pan, le preguntas ¿Por qué? Te responde que debe mandar dinero a sus padres que están enfermos y a sus hermanos que necesitan comer. ¿Estudias? Le preguntas. ¡Sí, voy en sexto de primaria y es a distancia! ¿No les indigna? A mí sí. Pero aunque me digan que soy "populista" es urgente darle otro destino a la patria de todos.

Regresas a tu actividad, "normal" dirían algunos, pero ya no eres lo mismo, pues los discursos de políticos y la ambición del poder han cambiado a muchos. Sabes que eres parte de un movimiento, pero te das cuenta que no todos son como tú quieres que sean y que la codicia y celo o la traición les embarga, aunque se digan de izquierda o tengan conocimientos superiores a otros. La manera de ser es parte de la forma de vivir. A mí me cuestionan sobre mi actitud de no pensar como otros que abusan del poder y usan la política y el conocimiento para beneficio propio.

Yo les contesto: no soy igual a ellos y respondo a mis  principios morales y éticos. Admirar a Cristo, a Gandhi o al Che Guevara, implica, asumir sus compromisos o aplicar las máximas de José Martí o José Revueltas, requieren de acción y pasión, porque si haces lo contrario, no eres digno de ti. Vivir sin pensar es como amar sin respetar.

Escribo estas palabras, con el respeto a todos, porque me indigna la indiferencia, me aterra el discurso de los políticos de todos lados y me asusta la ambición de muchos. ¿Qué vamos a hacer? ¿Acaso no nos damos cuenta de que hay frustración y signos de impotencia en los otros, los que son mayoría? ¿Qué queremos y a qué aspiramos? Por favor, no dejen que los nuestros mueran sin haber vivido. Se los pido desde está humilde colaboración, no cierren sus ojos a la realidad y volvamos a ser humanos y solidarios. Se puede y se debe.

Finalizo, una cosa es cierta, debe acabar el invierno y ya viene la primavera. ¡Gracias a Dios¡

Reflexiones.  ¿A dónde van las palabras que no se quedaron? ¿A dónde van las miradas que un día partieron? ¿Acaso flotan eternas, como prisioneras de un ventarrón? ¿O se acurrucan, entre las rendijas, buscando calor? ¿Acaso ruedan sobre los cristales, cual gotas de lluvia que quieren pasar? ¿Acaso nunca vuelven a ser algo? (Silvio Rodríguez)

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