La izquierda mexicana se sintió agraviada durante la campaña presidencial del 2006 por la campaña de odio emprendida por el PAN en contra de Andrés Manuel López Obrador, dado que Felipe Calderón buscaba el poder a cualquier costo, ante la mirada complaciente del presidente Vicente Fox. Hoy la campaña de odio es en contra otro candidato; lo más grave, sin embargo, es que son los propios seguidores de AMLO los que con mayor entusiasmo alientan a los que literalmente quisieran linchar a Enrique Peña Nieto.

 

La campaña de odio orquestada en contra del candidato presidencial priísta muestra el rostro intolerante de quienes se dicen de izquierda y tienen actitudes que son propias del fascismo. El mejor ejemplo lo tenemos con la emboscada que se le tendió a Peña Nieto en la Ibero. Por supuesto, los izquierdistas radicales no están solos en su acción. También los acompañan los radicales de derecha, lo que nos deja algo bien en claro: los extremos se tocan.

 

Así, radicales de izquierda y de derecha se unen en una santa alianza para tratar de bajar al candidato que tiene a su favor la preferencia de la mayoría de los mexicanos. Esto que sostengo no es dogma de fe que se debe tragar sin chistar ni hacer gestos. Los extremistas de uno y otro signo serían los primeros en rechazar una imposición que se quiere hacer pasar por verdad absoluta.

 

La verdad, los hechos irrefutables los dan los números: Peña Nieto sigue siendo el puntero, por mucho que les duela a los extremistas. En las encuestas dadas a conocer en las ediciones de este lunes en El Universal y Excélsior, ambas levantadas después del primer debate, el candidato del PRI sigue a la cabeza y viene a confirmar lo que hasta hace dos semanas no se hubiera creído: que Josefina Vázquez Mota ya fue rebasada por AMLO.

 

Aún esperamos la encuesta de Covarrubias y Asociados; por lo pronto, baste hacer notar lo evidente: en los trabajos presentados en El Universal y en Excélsior hay ciertas diferencias, pero lo que no tiene vuelta de hoja es que Peña Nieto mantiene una holgada ventaja sobre sus contrincantes.

 

En El Universal los datos son los siguientes: Peña Nieto, 49.6 por ciento; AMLO, 24.8 por ciento; Vázquez Mota, 23.1 por ciento, y Gabriel Quadri de la Torre, 2.5 por ciento. El trabajo demoscópico no incluye los resultados de quienes no respondieron, pero  refleja una realidad: el mexiquense va en primer lugar, les guste o no a los radicales con su estrategia de odio. De hecho, apenas juntos el de izquierda y la de derecha lograrían un empate técnico con el del PRI, aunque siempre por debajo con más de un punto.

 

(No hay que olvidar que en el 2006 la diferencia entre AMLO y Felipe Calderón fue de menos de la mitad de un punto. Aquí la gran diferencia sería que lo cerrado de la contienda sería por la suma del candidato de izquierda con la de derecha, pues solitos no pueden).

 

En Excélsior los números tampoco dejan lugar a dudas: Peña Nieto, 45 por ciento; Vázquez Mota, 26 por ciento: AMLO, 26 por ciento, y Gabriel Quadri, 3 por ciento. Aquí es de resaltar lo parejos que van el de izquierda y la de derecha, aunque se siguen manteniendo a un buen trecho del priísta.

 

Este tipo de información va a llenar de rabia a los radicales de izquierda y de derecha. Es natural. Pero en el caso de los izquierdosos habría que recordarles que en el 2006 AMLO siempre se mantuvo a la cabeza, ventaja que supo administrar lo más que pudo; tanto así, que se dio el lujo de no asistir al primer debate que se organizó, lo que al final de cuentas significó el principio del fin de su proyecto político.

 

Por aquellas fechas AMLO no habría hecho alianza con nadie: mucho menos con el PAN. Tampoco al candidato panista le pasó por la cabeza unirse al del PRI para poder bajar al perredista de la ventaja sobre la que iba montado. Esa nobleza entre los candidatos que van abajo de las preferencias no se ve hoy en día por ningún lado; al contrario, el tórrido amasiato que viven el candidato de la izquierda con la candidata de derecha se encuentra en su clímax.

 

¿Por qué se unen AMLO y Vázquez Mota? ¿Se le olvida a López Obrador que el triunfo que --según él— obtuvo lo fraguó, en todo caso, el mismo partido con el que ahora anda del brazo y por la calle? ¿No hay remordimiento por las más de 60 mil personas que han muerto en la guerra contra el crimen organizado emprendida de manera unilateral por el gobierno del panista Felipe Calderón?

 

¿A poco cree AMLO que Felipe Calderón lo va a preferir a él que a su candidata Vázquez Mota, por mucho que ésta no haya sido muy de su agrado durante la contienda interna? Si FECAL ya hizo todo lo que pudo por joderlo en el 2006, con más razón lo hará en el 2012, pues requiere de alguien de sus confianzas para que le cuide la espalda en cuanto deje el poder. ¿O es que el tabasqueño se va a portar muy amoroso con su antecesor, en el caso de que un milagro logre hacerlo  aterrizar en Los Pinos?

 

El candidato de izquierda yerra en su estrategia: no es aliándose con los mismos que él asegura que le robaron el triunfo en el 2006 como va a lograr algo. En 1988, cuando por primera vez participó como candidato presidencial el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, a éste jamás le pasó por la cabeza hacer mancuerna con Manuel Clouthier del Rincón, su contrincante panista, para hacerle la vida cansada a Salinas de Gortari.

 

Todos estamos convencidos de que Salinas de Gortari le robó el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas en el 88 y de que ya no se puede hacer nada por cambiar la historia, pero de lo que se trata es de resaltar la congruencia del michoacano hasta el final. Y hoy el tabasqueño, en su afán de obtener el poder a como dé lugar, es capaz hasta de aferrarse a cables de alta tensión para lograr sus nada nobles fines.

 

En todo caso, ¿a AMLO qué lo hace diferente de Felipe Calderón, si los dos buscan el poder “haiga sido como haiga sido”? ¿López Obrador es un político amoroso? No: más bien es alguien contradictorio que alienta el odio hacia el que le saca una enorme ventaja.