En un país como México, donde los precios de compra de bienes e inmuebles son “a tratar”, donde se ofrecen servicios sin pagar el IVA si no se necesita la factura, donde se pagan infinidad de trabajos manuales en efectivo, donde el intercambio económico en abarroterías y tienditas es cotidianamente esencial y donde el comercio informal, como le llamamos, que no emite facturas, es un pilar muy importante de la economía, el surgimiento de compañías factureras que emitieran facturas “falsas” para estabilizar la contabilidad era esperado, sobre todo al rebasar los sistemas computacionales a la emisión en papel de los comprobantes fiscales, incluyendo a las facturas.

Desde un punto de vista de equidad, la cual es un elemento fundamental de la Justicia como tal, tendrían la misma responsabilidad legal las compañías factureras que realizan las facturas “falsas”, como los que las adquieren.

Lo que me llamó mucho la atención fue una nota que publicó en Milenio, Israel Navarro, el pasado 25 de Julio, donde narra como hasta la UNAM, la máxima casa de estudios, y patrimonio de la Humanidad, ha tenido que utilizar el sistema de facturas “falsas” para comprobar sus gastos digitalmente.

Por medio de un ejemplo explico lo que sería en general la necesidad de emisión de dichas facturas “falsas”, para no generalizar que en todos los casos podría considerarse un delito grave:

Los vecinos de un edificio cualquiera de México deciden pintar su fachada, contratan a 20 pintores, los cuales idiosincráticamente no tienen registro federal de causantes, y 5 de ellos todavía no cumplen la mayoría de edad de 18 años, y a cada uno de ellos le pagaron 2000 pesos por su trabajo. Las facturas de las pinturas, diluyentes, brochas, estopa y rodillos si se emitieron adecuadamente por las tiendas donde se adquirieron, pero los 40 mil pesos que les pagaron a los pintores en efectivo se debían facturar para que los administradores del edificio presenten cuentan claras a los vecinos y al comité de vigilancia existente en esos sistemas, la factura se obtiene de esas compañías factureras, y se pagan impuestos sobre ella como cualquier factura, a pesar de que existencialmente sea falsa; pero repito, sería la única manera de contabilizar los pagos realizados a los 20 pintores.

Tomando en cuenta en base a este ejemplo que el esquema que genera la necesidad administrativa de emisión de facturas “falsas” es para justificar los gastos realizados, no debería considerarse un delito tan grave, porque finalmente los impuestos IVA, ISR y otros si se pagan; pero para proponer una solución global a este sistema hacendario de cobro de impuestos tan añejo en México, podríamos copiar el sistema de Estados Unidos, que siempre copiar lo bueno es aceptable, el cual consiste en cobrar un impuesto final al pago de todos los productos y servicios de toda la nación, el cual va directo a las arcas del Gobierno, allá le llaman: Tax, y con el dinero que obtienen pagan todos sus gastos gubernamentales, incluyendo los sueldos, las pensiones y las jubilaciones de los(as) veteranos(as) de guerra de nuestro vecino país del Norte.