La inseguridad junto con la economía, reconoció el Presidente son dos asignaturas pendientes, que hasta la fecha no se han resuelto, que Obrador lo haya aceptado en su informe de gobierno, aunque sea por menos de treinta segundos es ya un avance en un político que se ha forjado una imagen de intolerante.

También para tomar decisiones antipopulares se necesita ser valiente, pagar con imagen y arriesgarse a ser repudiado por su pueblo, cuando se tienen que tomar decisiones dolorosas y poco simpáticas, igual que cuando el padre sanciona a sus hijos, castigándoles para corregirlos y educarlos, a pesar de que en el momento los hijos sientan odio por su padre, la responsabilidad de educar está más allá de granjearse el amor del hijo, un buen padre no piensa si su hijo le odiará en ese momento, privilegia su educación, igualmente los gobernantes debe pensar en lo mejor para su pueblo aunque la ignorancia de su pueblo no les permita ver más allá de la inmediatez, cumplen con su deber, asumen que su función no es siempre recibir aplausos, no lo dicen, ni les importa explicar y acallar las críticas, los grandes hombres como Juárez hablan poco y hacen más, no buscan el aplauso fácil y el halago popular, solo cumplen con su deber. ¿es que no conocen historia? Se imaginan la cantidad de denostaciones que pasó, al aprobar las leyes de reforma, si tan solo cincuenta años después cuando Diego Rivera pintó su “tarde en la alameda” y escribió “Dios no existe” cincuenta años después de Juárez, a Diego le hicieron borrar lo que escribió, eso dimensiona lo que enfrentó Juárez en su momento, Juárez no fue un gobernante popular, su popularidad llegó con la posteridad, cuando se dimensionó su obra, nunca anduvo como plañidera dando discursos en los lugares por donde tuvo que refugiarse, ni en Veracruz, ni en Guanajuato, ni en Guadalajara, ni en Chihuahua anduvo dando discursos y mítines, eran sus decisiones, sus acciones las que se dejaban sentir y que beneficiaron o incluso hoy y benefician a los mexicanos.

Si de por sí, el incremento de la violencia es grave, los métodos cada vez más sanguinarios de la delincuencia, pareciera que responden a un esquema de publicidad para espantar aún más a la ciudadanía, mientras el gobierno contempla pasmado el incremento de homicidios.

Ocupar un cargo público implica responsabilidad, es decir, responder con habilidad a los requerimientos del cargo, tomar decisiones que no siempre son las más populares pero sí necesarias para garantizar la convivencia armónica de los ciudadanos, ello demanda también ser enérgico por el bien de todos, pero pretender caerles bien a todos y minimizar el descontento derivado de las decisiones tomadas, o no tomar decisiones para no restar popularidad es deshonesto, porque privilegiar la imagen por encima de las exigencias de la ciudadanía es negligente, irresponsable y egoísta, porque todo político sabe o debe saber que antes que cuidar su imagen está la obligación de cumplir a la sociedad. Para quien ha llegado a la presidencia de la república, ha sido claro que no es necesario continuar con la misma popularidad del principio de mandato, el ejercicio del poder desgasta, porque finalmente al terminar no hay reelección, entonces tratan de cumplir con el encargo de la mejor manera posible incluso a costa de su propia imagen, ah pero si la intención es reelegirse o imponer a su sucesión entonces si se justifica cuidar su imagen, a costa de no cumplir con su obligación o cumplirla parcialmente para garantizar su aceptación ciudadana, ya sea de su Partido o de sus posibles sucesores.

Hacer un llamado a las madrecitas de los delincuentes, suena a evadir la responsabilidad de Estado, cuando muchos de ellos ya ni madre tienen o si la tienen, ni caso les hacen, es pretender que tienen los mismos valores del resto de los mexicanos, un delincuente – dicen los expertos – piensa como delincuente, los mejores policías son los que logran pensar como los delincuentes para pillarlos en sus fechorías, creer que piensan como cualquier mexicano que trabaja, puede costar la vida, no aplica el principio católico de poner la otra mejilla, la práctica y la realidad social son muy distintas, como los hijos descarriados, se corrigen con energía, con disciplina y la disciplina no responde a valores democráticos, ni se resuelve por votación a mano alzada con consultas al pueblo sabio, si así fuera y si los delincuentes fueran mayoría, todos fuéramos delincuentes, no siempre es bueno aplicar mano dura, pero tampoco la solución es con carácter timorato y cobarde, se necesita valentía y arrestos. No hacerlo de ese modo denota cobardía y así no se logran las metas deseadas. No aplicar la ley y prometer perdón, evidencia un sospechoso acuerdo con la delincuencia o contubernio entre quien debe aplicar el derecho y los que lo infringen y delinquen, ellos – los delincuentes – suponen cobardía y miedo de la autoridad. Si un delincuente huele el miedo, te destrozan. En el mejor de los casos suponen ingenuidad de la autoridad e incompetencia y desconocimiento de estrategias para resolver el problema. Así no. Ejemplos en el mundo hay muchos, como en la familia un padre blandengue confunde a los hijos y los mal educa, debe actuarse con inteligencia y determinación, con claridad de metas y sin miedo a afrontar riesgos y enmendar errores pero tener siempre claro el objetivo y precisarlo en el tiempo, no puede dejarse al “ya se irá viendo” las políticas de Estado deben ser firmes y efectivas, asumirse errores cuando los haya pero nunca dar marcha atrás, aunque con ello vaya el prestigio, ahí está el ejemplo de Gustavo Díaz Ordaz, el nunca les dijo a las mamás de los estudiantes “pórtense bien” actuó, se equivocó y en su primer informe honesta y valientemente, asumió su responsabilidad, de frente al Pueblo, a la sociedad y a la historia, dijo “de lo sucedido en el 68 si hay un responsable, el único responsable soy yo”

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