Este lunes, en su tradicional conferencia de prensa mañanera, el presidente López Obrador se refirió al General y exsecretario de la defensa nacional en el sexenio del presidente Don Gustavo Díaz Ordaz, Marcelino Garcia Barragan, acerca de una anécdota, contada por el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas al mismo AMLO hace algún tiempo, en el sentido de que, llorando, le confesó un buen día a su padre, el expresidente y también General, Lázaro Cárdenas del Río que el ejército, vía el Estado mayor presidencial había tenido que ver, directamente en los hechos de la matanza a estudiantes de Tlatelolco en 1968, y no solo eso, sino también en el tan oscuro accidente de avión donde perdió la vida el politico priista Carlos Madrazo, ocurrido en el cerro "Pico del Fraile", en las inmediaciones de Monterrey, Ciudad de destino de dicho vuelo comercial, donde entre otros muchos, pereció el tenista internacional mexicano Rafael "El Pelón" Osuna, en el año siguiente (1969). El tabasqueño, Carlos Madrazo Becerra, quien además de gobernador de su natal Tabasco, había presidido al PRI, con ánimos renovadores y democratizadores hacia dentro de dicho instituto político, entonces aun partido único, hecho que lo convirtió en un personaje muy incómodo al régimen. El entonces supersecretario de gobernación, y después presidente, Luis Echeverría Álvarez, pareciera haberse ganado el favor sucesorio de Díaz Ordaz al manejarle la información a su antojo, para magnificar o minimizar los problemas, a su conveniencia, para después resolverlos radical y definitivamente.

El presidente López Obrador, sin antes haber señalado la enorme contribución de una institución leal, como lo ha sido, sin duda, el Ejército mexicano, deslizó que esto no lo hace inmune a tener una que otra manchita en su gloriosa historia. Cito al respecto que el último intento de asonada militar fue por el General Saturnino Cedillo, en tiempos del presidente Cárdenas, misma que terminó en un fiasco, siendo ultimado dicho General traidor, en la Ciudad de San Luis Potosí, a principios de 1939. Esta rebelión no fue tan problemática para el gobierno, como sí lo fueron otras, antes de consolidarse el régimen emanado de la Revolución mexicana, como por ejemplo la orozquista (Pascual Orozco) o la Delahuertista (Adolfo de la Huerta) o la comandada por el General Francisco Serrano, en contra de la reelección de Obregón y que terminó en una carnicería humana, cerca de Cuernavaca; después algunos disidentes civiles, como el civil e icónico o intelectual José Vasconcelos, o militares lo intentaron por la vía electoral, más que infructuosamente como Juan Andreu Almazán (1940) sucumbiendo contra el candidato del ´Jefe máximo´ de la Revolución, el General Plutarco Elías Calles, el civil Pascual Ortiz Rubio, y años después el General Miguel Henríquez Guzmán, contendiendo con Don Adolfo Ruiz Cortines, también con resultados desastrosos; un periodo presidencial anterior, también lo hizo el abogado y diplomático Ezequiel Padilla, contendiendo contra el oficialismo que arrasó en las urnas, Don Miguel Alemán Valdés.

El régimen posrevolucionario se había más que consolidado, funcionando como un bloque todopoderoso, al que desafiarlo, ya fuera por la vía armada o la electoral, no significaba más que rotundos fracasos o la muerte misma, tanto para los líderes que las encabezaron como para sus seguidores; piedra angular del éxito del anterior régimen, lo fueron sin duda sus leales fuerzas armadas, que a cambio de canonjías y privilegios de todo tipo, dejaron de tener un sector formal dentro del partido de Estado, como para reafirmar su carácter civil sobre el anterior predominante en política, el militar. Sobre el proceso de adición incondicional del Ejército mexicano al régimen, el escritor universal mexicano,el jalisciense Juan Rulfo, quien escasas semanas después de un homenaje en Palacio Nacional, ofrecido por el presidente López Portillo, se vio envuelto en un escandaloso malentendido con las fuerzas armadas mexicanas, ya que ofreciendo un discurso en la UNAM, Rulfo comentó que los golpes de Estado en México "gracias a la corrupción y el enriquecimiento de los Generales", citando también la famosa frase acuñada por Álvaro Obregón , que refería que "no hay general que se resista a un cañonazo de 50 mil pesos", agregando un "pero ahora se los dan por millones, para mantenerlos quietos; se les dio a escoger entre poder y riqueza (...) que después de la Revolución proliferaron los Generales casi en igual número que los soldados, y que quienes ambicionaban ambas cosas (poder y riqueza) eran asesinados, hasta convencerlos que era mejor vivir tranquilamente y ricos, que enfrentarse al difícil arte de gobernar (...)". El escándalo tuvo repercusiones en las más altas esferas, llegando el mismo José López Portillo a declarar: "Ningún soldado de la república es corrupto, protesto enérgicamente contra quienes calumnian y difaman a nuestras fuerzas armadas". Escándalo que después se diluyó, a raíz de una réplica pública del propio literato Rulfo, donde dejó en claro que sus palabras se habían tergiversado, asegurando que él se había referido a los tiempos finales de la Revolución (es decir, su ilusión era de carácter histórico en lo relacionado con México), y a los regímenes actuales (por esos años) que dominaban América del Sur, y que la confusión tenía su origen en una mala traducción hecha por la agencia informativa estatal de la entonces Alemania Oriental (o RDA), rematando el escritor con un "espero que con estas declaraciones se aclare tan desagradable confusión".

Asimismo, el último intento de rebelión al gobierno mexicano por parte del ejército, fue patético, cercano a lo cómico incluso, tan es así, que apenas y a una anécdota por muy pocos conocida llega, y es que un capitán, en la administración del presidente Manuel Avila Camacho, de nombre Benito Castañeda Chavarria, instructor de artillería adscrito al campo militar número uno de la Ciudad e México, llamó a una unidad de conscriptos a rebelarse contra el gobierno federal, siendo el intento de asonada, sofocado por oficiales de forma casi inmediata, el mencionado Capitán Castañeda fue detenido y sentenciado a la pena de muerte por un consejo de guerra sumario, ya que además, esto ocurrió cuando México se sumó al conflicto mundial como aliado a las potencias que combatían al EJE (Alemania, Italia y Japón); informado el presidente Ávila Camacho de la sentencia, este se mostró magnánimo, ya que los informes sugerían un desequilibrio mental del acusado, resultante de problemas familiares, indultándolo en el acto, y ordenando además, que ya estando de baja en el ejército, se le dotara de un taller con todo el equipo necesario, para que Castañeda llevara a cabo el oficio de ebanista. Era más que claro que en el régimen y los gobiernos emanados de la Revolución, no cabían más intentos de asonadas por parte de militar alguno. Sin duda, lo entredicho por Juan Rulfo, no carecía del todo de cierta veracidad, y en décadas, no se supo de intento rebelde ninguno, ni siquiera caricaturesco, como el del Capitán, convertido a carpintero, Benito Castañeda.

Este lunes pues, el presidente AMLO, deslizó las referencias al General García Barragán, en un gobierno, que él preside, que se ha comprometido a resolver el caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en la Ciudad de Iguala, acaecida en el pasado sexenio, y que cimbró la vida pública nacional como pocos acontecimientos en la Historia contemporánea.

¿No encerrarán estas declaraciones, un velado mensaje en el sentido, que (quizás) la verdad que sustituya a la ya desacreditada "verdad histórica" a la que se llegó con Jesús Murillo Karam como procurador, involucre, en alguna de sus fases, a una pequeña parte del tan leal y servidor a la Patria, Ejército mexicano; es decir, que sea una de esas tan pocas "manchitas"?