La persecución a los gestores de los Gobiernos Progresistas en Latinoamérica tiene, entre otros, dos matices bien marcados: la creciente clase media que continuamente quiere mejorar sus condiciones de vida y tener más, y la resistencia de ciertos Gobernantes a dejar el poder y perpetuarse en el mismo.

El primer caso se describe en el libro del autor Rafael Ton: “El Síndrome de Doña Florinda” y que fue explicado por Rafael Correa, ex presidente del Ecuador durante la conferencia de la semana pasada en Ciudad de México: “América Latina en Disputa”. En resumen, se trata de la forma en la que mucha gente salió de la pobreza en países como Brasil, Argentina, Ecuador y Bolivia, durante la época dorada del Socialismo del Siglo XXI y por consiguiente se transformaron en clase media.

Mas los seres humanos por naturaleza propia siempre ambicionamos más, y ahora esta clase media exige a sus Gobiernos ser ricos, algo que en nuestros países es complicado debido a la poca industrialización, dependencia de la exportación de las materias primas, ausencia de profesiones especializadas y trabas burocráticas para emprendimientos y startups. Esto aunado a la continua lucha de clases, representa un coctel explosivo difícil de superar.

Segundo, basta recordar la célebre frase de Publius: “Bis vincit qui se vincit in victoria” –“Conquista dos veces quien, a la hora de la conquista, se conquista a sí mismo” –, en el caso de Bolivia fue un error redondo de Evo Morales al hacer caso omiso al No rotundo que le dieron los Bolivianos a su pretensión de mantenerse en el poder, impidiendo que el Presidente se presente a un cuarto mandado. Se trató de su primera derrota electoral en 10 años, más el Tribunal Electoral de Bolivia lo habilitó como candidato presidencial tras haber perdido dicho referéndum, es decir, un autócrata a carta cabal.

Son innegables los grandes avances sociales y económicos de esa nación andina durante el mandato de Evo, las cifras lo demuestran, incluso fueron elogiados por el FMI; más lo que le faltó a Morales fue conquistarse a sí mismo y ceder a la voz de su pueblo, lo mejor que hubiese hecho era lanzar como candidato presidencial a otro cuadro (probo y competente) de su Gabinete o de su Partido, así de esta forma los Bolivianos lo hubieran visto como una brisa de cambio algo refrescante.

Ahora México, fiel a su tradición de asilo, dio cobijo al ex Gobernante Boliviano, y como lo dijo él mismo: “le salvaron la vida”, lo cual es totalmente justificable una vez vista la barbarie con la que actuaron los elementos de la oposición.

Es sumamente importante para el Gobierno de López Obrador aprender de lo que está sucediendo ahora en Sudamérica, desde Ecuador, pasando por Chile y Argentina y llegando finalmente a Bolivia, son muchas lecciones para apreciar de cómo la geopolítica es cíclica, y de lo que se debe y no hacer como nación.