No es extraño que a Felipe Calderón la rifa del avión presidencial le parezca una parodia cuando su paso por la política, y por la presidencia de México, son bromas en sí mismos. Bromas que nos ha hecho y muy pesadas al pueblo mexicano, como la del partido político que pretende construir con Margarita Zavala. Calderón cree que todo es un chiste, pero su complicidad con García Luna no lo es, eso resulta evidente y está nervioso.

La derecha en el país no posee agenda digna de una oposición capaz de plantear y hacer propuestas serias que México y la ciudadanía requieren, salvo cuando se trata de asumir posiciones antiderechos. Pero regresemos al avión que Andrés Manuel pretende vender, alquilar o rifar. Si bien, los seis años de gobierno de Enrique Peña Nieto fueron caracterizados por el dispendio del erario público y el abuso de poder, el resultado fue la antítesis de López Obrador, quien llegó a la presidencia apoyado por una mayoría por demás cansada de frivolidades como la del avión presidencial que servía hasta para trasladar maquillistas de la primera dama.

No es el valor numérico de lo que se perdería al vender el avión presidencial, es el valor de la dignidad, del significado de la palabra empeñada, y eso lo sabe bien Andrés Manuel. No usará el avión bajo ninguna circunstancia, motivo o razón. Lo que acontece en las mañaneras marca la agenda mediática y, entre otras cosas, envía mensajes a sus opositores, muchas veces, para darles el avión como solo él lo sabe hacer, con un humor único, logrando así posicionar su contenido.

Si lo va a rifar o no, si serán boletos de 500 o de 300 pesos el cachito, si los grupos empresariales lo ayudarán a hacerlo posible, son las preguntas que tienen entretenidos a sus adversarios sirviendo también como espacio de descanso mediático a otros temas.

Por lo pronto, la derecha seguirá ocupada en hacer todos los días ejercicios de encuestas sobre la aprobación del presidente basadas en el juicio de la clase social que representan, preocupados más por el avión y el combustible que usará en su regreso al país; mientras más del 70 por ciento de las y los mexicanos nunca han viajado en avión. Por eso perdieron la presidencia y lo peor, continúan sin entender la comunicación política. No se puede esperar más teniendo de vocero al impresentable Felipe Calderón.