AMLO no acepta veredicto del TRIFE porque “las elecciones no fueron ni limpias ni libres ni auténticas” (como dice la Constitución).

Lo expresó el líder social más popular de México al escuchar la resolución “institucional” de la cúpula electoral, que cayó con mayor implacabilidad y cinismo del esperado llegando al extremo de mostrar como impoluto al candidato monigote que lanzó el PRIAN por Televisa.

Se convoca por tanto a la desobediencia civil pacífica del pueblo en desacuerdo.  

Ahora que, quien crea lo contrario –es decir, que sí fueron las elecciones limpias libres y auténticas-- está en su derecho. No obstante las versiones, el equilibrio basado en hechos vistos bajo la luz de la justicia es una medida exacta que yace en la memoria universal. 

Así mismo, están en su derecho de jalar para su molino, de actuar según sus propios intereses los comunicadores que así lo deseen, e informar a la gente acorde a ello: tendenciosamente, bajo criterios retorcidos, aflorando los egos resentidos, que no obstante, degustan a placer el bocado amargo de un triunfo electoral que no luce colectivo sino más bien particular.

Mientras, las mayorías de la nación callan y observan cómo llegó Peña Nieto. Los ciudadanos que no parecen querer enterarse de lo que ha sucedido de lo que estará sucediendo sin embargo lo intuyen.    

A nadie extraña ni sorprende la actitud de los medios oficiales, una de las peligrosas cabezas que forma parte del poder fáctico que controla al Estado Mexicano, rindiendo pleitesía a quienes tan mal han gobernado y administrado nuestros recursos en detrimento del progreso social, incapaces de crear un puente ético de confianza con la ciudadanía.    

Pero sí sorprende, debo admitir con todo respeto, cómo Federico Arreola en su columna de hoy primero expone un triunfal resentimiento manifiesto en el diario Milenio contra la impugnación electoral de los progresistas “derrotados” 7 a 0--que pareciera comparte explícitamente--, porque enseguida ensalza al “presidente electo y ratificado EPN” por su logro electoral en las urnas, tras una contienda--según su apreciación-- bien organizada por el IFE.  Luego, prosigue —¡cuidado, que la vulgaridad puede ser contagiosa!— o pretende, defender al líder progresista de “tales excesos” cometidos por Milenio.  No sabe uno ni qué pensar. Porque además, insiste obtusamente Federico en comparar la contienda deportiva limpia y justamente reglamentada, ahora utilizando al futbol un deporte estricto en su apego a la honorabilidad de la competencia, con el cochinero de la mano negra oculta que manoseó ilegalmente el proceso de la contienda electoral. (¿?)

La realidad es que el poderoso sistema corrupto logra con esta sentencia del tribunal electoral su cometido y por ello no gana México. Me pregunto si en el fuero interno hay quien pueda negarlo.   

Estos burdos y mafiosos sucesos en la historia, no hacen mella realmente en el espíritu libre que se guía con principios de vida imperturbables, lo obligan a movilizarse a trabajar más arduamente. Si acaso lo entristecen es para reforzarlo. Porque es justo esa firmeza de principios lo que otorga la libertad para seguir siendo un ser humano pleno que vive sin temores sin tregua para seguir defendiendo las causas justas sin amedrentarse, sin caer a merced de cualquier frívolo estímulo que se oponga a la dignidad y a la justicia, para de verdad llegar a ser grande, nuestra hoy afectada nación.