En poco más de tres décadas China pasa de ser una economía rural, cerrada y centralmente planificada a ser la segunda potencia industrial del mundo. El PIB de China aumentó 16 veces, la producción industrial se multiplicó por 27, su comercio exterior por 124 y el ingreso por habitante por 12. Según el Banco Mundial, entre 1978 a 2004 la pobreza de China ha caído dramáticamente y la proporción de la población que consume menos de un dólar al día, en términos de poder adquisitivo real, pasó del 65 al 10%; alrededor de 500 millones de habitantes salieron de una situación de pobreza extrema. Una caída en el número de pobres de esta magnitud en un periodo tan corto no tiene precedente.[1]

Por otro lado, en su experiencia histórica de crecimiento, Estados Unidos le llevó 47 años (de 1839 a 1886) duplicar el ingreso per cápita. En ese sentido, lo importante es que ambas naciones comparten que su actual protagonismo mundial lo hicieron a través de un salto económico que involucró altas de crecimiento, sostenidas durante un largo periodo.  

No obstante, estos países se han encontrado en un punto donde los desequilibrios financieros globales se han intensificado, traduciéndose en un riesgo para la estabilidad del sistema monetario y financiero internacional. Estamos de acuerdo en que el estallido de la crisis pasada ?todavía sin señales sólidas de su salida[2]? y su contagio a todo el mundo, reflejaron las vulnerabilidades inherentes y los riesgos sistémicos en el sistema monetario internacional que puso en entre dicho uno de los más grandes paradigmas de la historia económica: el uso del dólar norteamericano como moneda fiduciaria.[3]  

Durante al menos 15 años, la persistencia de grandes desequilibrios financieros internacionales se encuentra entre los grandes países superavitarios y deficitarios. Por un lado, en términos de cuenta corriente como de acumulación de reservas internacionales, como lo es China.[4] Por otra parte, están los enormes y persistentes déficit en cuenta corriente que dan lugar a la creciente deuda externa de Estados Unidos el principal emisor de moneda de reserva y el mayor país deudor del mundo. Estos desequilibrios, considerados insostenibles en el largo plazo, han sido motivo de preocupación, sobre todo porque el dólar es el principal activo de reserva del sistema monetario internacional y la acumulación creciente de la deuda externa de Estados Unidos, al acercarse a niveles que pudiera debilitar la confianza internacional en esa moneda, puede provocar una depreciación abrupta.

Considerando a China, su superávit en cuenta corriente como proporción del PIB pasó de 1.7% en 2000 a 2.8 en 2003, a 9.4 en 2006 a 12% en 2007, de 2008 a 2013 aproximadamente 20 por ciento. Las reservas internacionales chinas, que habrían aumentado a 1.65 billones de dólares en 2008, superaron los 2.64 billones en septiembre de 2010. Para finales de 2013 las reservas internacionales de China sumaron 3.82 billones de dólares. Los grandes y persistentes superávit en cuenta corriente y la consiguiente acumulación de reservas internacionales por parte de China, sin dar lugar a la apreciación significativa de su moneda, arrojan evidencia clara de la subvaluación deliberada del tipo de cambio del yuan. Así, su producto y exportaciones han crecido a tasas sin precedente desde 2002. En años recientes sus exportaciones se han mantenido, su superávit comercial y sus reservas internacionales se han elevado continuamente sin dar lugar a revaluaciones importantes de su moneda.

Un resultado de esta acumulación de reservas ha sido el aumento de la influencia de China en los organismos financieros internacionales, la cual ha ejercido presión en particular del FMI, donde se ha trabajado en la revisión de las cuotas y el poder de voto de las economías emergentes, de acuerdo con los muchos comentarios, hechos en su momento, por Hu Jintao, Presidente de China en las reuniones del G20[5] en algunas sedes.[6]  

La condición superavitaria de China le ha permitido poner sobre la mesa la consideración de un nuevo activo de reserva que sustituya al dólar y corrija los riesgos asociados al uso del actual. Zhou Xiaochuan, el gobernador del Banco Popular de China, ha sido insistente en la necesidad ?no la sugerencia? de revisar el actual sistema de reservas para crear un activo de reserva que no sea la moneda de un país, un activo que pueda sustituir al dólar para eliminar las debilidades inherentes al uso de una moneda nacional como activo de reserva. En concreto, la propuesta es crear una moneda que no dependa de las políticas de un solo país, tal como los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI.[7] Naturalmente, esta propuesta ha sido rechazada por el gobierno estadounidense, al catalogar implícitamente al país asiático ?manipulador cambiario?. No obstante, estas declaraciones se difuminaron contra el principal comprador de deuda pública norteamericana, el principal tenedor de títulos en dólares y su principal acreedor y banquero. Si China decidiera deshacerse de esos títulos de forma acelerada, podría causar una crisis monetaria internacional.

La dependencia de Estados Unidos a China se ha manifestado en otros ámbitos. Por ejemplo, en el peor momento de la crisis hipotecaria, en plena quiebra del banco de inversión Lehman Brothers el 14 de septiembre de 2008, Pekín garantizó que China no iba a cambiar su política de compra de deuda norteamericana. Hilary Clinton reconoció en su momento que la economía de Estados Unidos y la estabilidad del dólar dependían de las inversiones de China. Por otro lado, la independencia de actuar de los Estados Unidos también se ha percibido para mantener ?o evitar la caída de? la hegemonía de su moneda. Por ejemplo, recordemos que en el año 2000 Irak convirtió todas sus transacciones petroleras a euros. Cuando Estados Unidos Invadió Irak ?el segundo mayor productor de petróleo del mundo después de Arabia Saudita[8]?, una de las primeras medidas económico-financieras fue la de volver a convertir todas esas transacciones de euros a dólares.

Ante esto, el choque de poder lo podemos establecer así. China tiene reservas internacionales de cerca de 3.8 billones de dólares, tres cuartas partes de las cuales están invertidas en activos denominados en dólares  y casi 1,000 miles de millones en deuda pública norteamericana. Con esas cantidades cualquier movimiento puede ser fatal en un momento de débil recuperación en la económica mundial. A la vez un movimiento brusco en el valor de la deuda norteamericana puede provocar un colapso del dólar. Es por esta razón que las autoridades norteamericanas han presionado repetidamente a China para que permita la revaluación del yuan y de esta manera facilite un aumento en el consumo interno, mayores niveles de importaciones, menor crecimiento de sus exportaciones y un ajuste de su balanza de pagos. Sin embargo, China ve con preocupación toda apreciación significativa del yuan ya que teme que pudiera provocar el estancamiento económico. Además considera que el desequilibrio externo de Estados Unidos es fundamentalmente el resultado de sus bajas tasas de ahorro, su elevado nivel de consumo y sus grandes déficits fiscales por lo que corregirlos implicaría reducir el gasto público y el déficit fiscal, elevar las tasas de ahorro público y privado y restringir los niveles de consumo y de importaciones. Cabe observar que las reservas internacionales de China se invierten principalmente en títulos del Tesoro norteamericano (para 2010 eran 840 mil millones de dólares), mediante lo cual están financiando buena parte de los desequilibrios internos y externos de Estados Unidos. Dichos desequilibrios han sido tema en organismos internacionales como el FMI como en reuniones internacionales de grupos de países como el G20 sin que se hayan logrado acuerdos. Así, el debate ha sido: ¿Económicamente, quién debe ajustarse, un país deficitario o un país superavitario? En los hechos, nadie ha querido ceder.

Al país asiático se le ha reclamado que revalúe su moneda en por lo menos 40% (que pase de 6.20 yuanes por dólar a 4.00 yuanes por dólar), pero hasta el momento (y con todo y presiones inflacionarias internas) el gobierno de China ha indicado que podría revaluar en 2.77% ya que un incremento de 40% desaceleraría su economía pasando de 9.6% a 6% anual, lo cual traería consigo un problema social.[9] Es decir, China ha encontrado una fórmula que le ha permitido crecer aceleradamente, crear empleo, aumentar su capacidad industrial y reducir la pobreza sobre la base de una moneda subvaluada que sostiene elevadas tasas de crecimiento de las exportaciones de productos industriales ?restringido por el medio ambiente y el nivel de ingreso del resto de las economías. Por lo tanto, China se muestra renuente a abandonar esta fórmula,[10] que otros países podrían catalogar como competencia desleal.

Por otra parte, Estados Unidos, que aún no ha logrado salir de la recesión que se inició  hace siete años, y que carece de las condiciones políticas necesarias para recurrir a un mayor déficit fiscal y estimular así la recuperación económica, han optado por los relajamientos monetarios ?quantitative easing[11]a partir de 2010, que han mantenido las tasas de interés cerca de cero. El aumento en el circulante ha sido visto por algunos países como una devaluación disfrazada (disguised devaluation) del dólar para estimular las exportaciones. Además, ha decidido optar por su más antiguo recurso: la ?economía de guerra? contra  Siria, la segunda reserva más grande de gas del planeta después de Rusia?[12] http://internacional.elpais.com/internacional/2014/09/23/actualidad/1411439901_479666.html para tratar de mantener la hegemonía del dólar.

Considerando ambas naciones, tanto para China como para Estados Unidos  una devaluación del dólar tendría un costo muy elevado. Para China significaría una fuerte pérdida de capital, ya que provocaría un alza en las tasas de interés y frenaría la expansión de su comercio. Para Estados Unidos, una costosa crisis del dólar que podría elevar sus tasas de interés y hacer más difícil su recuperación. Sin embargo, el ambiente actual está favoreciendo más a China que a Estados Unidos porque los países en desarrollo están diversificando sus reservas de divisas, teniendo cada vez más fondos en monedas que no son el dólar y el euro. Estos cambios se han acelerado después de la crisis financiera mundial de 2008  http://actualidad.rt.com/economia/view/141317-fmi-paises-desarrollo-fuera-dolar-euro   

Ante esta situación ¿México estaría listo para enfrentar un acontecimiento inesperado de gran trascendencia como una crisis del dólar o una variación fuerte en las monedas de reserva? La respuesta es obvia:

México ?con un PIB que representa tan sólo 6% del de los Estados Unidos, equivalente al estado de California? está vinculado a la situación estadounidense, por diversos factores. En primer lugar, por su enorme dependencia comercial, pues más de 80% de las exportaciones mexicanas se dirigen Estados Unidos. En segundo lugar, México es inmensamente dependiente de los flujos de inversión directa y de portafolio que permiten financiar nuestro persistente déficit en cuenta corriente. Nuestro país, es dependiente de las remesas de trabajadores provenientes de los Estados Unidos. En tercer lugar, se depende de los bienes de capital y de la tecnología norteamericana. Los Estados Unidos también representan un gran respiro ante la falta de empleo en México ya que, la migración hacia Estados Unidos representa 7 millones de mexicanos. Asimismo, gran parte del consumo de productos básicos (maíz, trigo, arroz), se satisface con importaciones provenientes de los Estados Unidos. Por último, las reservas del Banco de México (190 millones de dólares) se encuentran totalmente nominadas en dólares y, por lo tanto, el manejo de las políticas monetaria y crediticia (manejo de circulante y de tasas de interés) está supeditada a los mercados norteamericanos.

Está claro que Estados Unidos ?igual que China? está fortaleciendo sus departamentos de energía y, al mismo tiempo su moneda. México, como país altamente dependiente, representa un escalón para esos propósitos[13] al tener grandes reservas petroleras que podrían colocarlo en el tercer lugar entre los países petroleros del mundo sólo después de Arabia Saudita, Canadá y por arriba de Irán e Irak. Entonces, ¿los cambios estructurales buscan la seguridad energética de México? Las reformas, desde su concepto más básico, representan un cambio con mejora en algo. Entonces, apoyándonos en el concepto y todo el análisis, podemos responder que se busca la seguridad energética de Estados Unidos, fortalecerlo para que sea la máquina que tire del carrito de la economía mexicana y, eso, no representa novedad alguna. El beneficio para México es totalmente inercial.  (También puede verse: http://www.forbes.com.mx/10-consecuencias-economicas-de-la-reforma-energetica/ ).[14]  

Aunado a lo anterior, el cambio estructural ha demostrado tener otros alcances. Existe el reto de la transición demográfica, el llamado bono demográfico, donde existen las condiciones propicias para potenciar un crecimiento económico ya que, en los últimos 50 años, la población ha aumentado cuatro veces su tamaño. Esto pone de manifiesto la gran cantidad de Población Económicamente Activa (PEA) en demanda de fuente de trabajo. En este sentido la reforma energética representa una nueva venta laboral donde los técnicos jugarán un papel importante en el nuevo campo laboral de la industria. ?Existen carreras dirigidas al sector energético como: técnico superior universitario en el mantenimiento del área del petróleo, técnico laboral en perforación y producción de pozos de petróleo, técnicos petroleros con especializaciones para cada plaza laboral del sector o técnico en petróleo y gas natural. Estos estudios profesionales en su mayoría son ofrecidos por universidades privadas, aunque también el Instituto Politécnico Nacional tiene este tipo de ofertas estudiantiles? (Visto en: http://eleconomista.com.mx/finanzas-personales/2014/09/05/abre-reforma-energetica-nueva-ventana-laboral . Esto es relevante cuando la semana pasada estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) protestaron por las modificaciones que se pretenden realizar al plan de estudios y al reglamento interno de la institución (http://www.animalpolitico.com/2014/09/marchan-estudiantes-del-ipn-en-protesta-por-cambios-en-reglamento/). Era de esperar que una reforma energética intente tener alcances en las universidades como es el caso del IPN, aludiendo a que ?cuando algo cambia todo lo demás debe cambiar al unísono. Sin embargo, considerando el presente análisis, es contradictorio que una institución que se fundó en 1936 con los propósitos nacionales de reconstrucción, desarrollo industrial y económico, a los que ha respondido cabalmente, se intente modificar en respuesta a una reforma energética que se ajusta más a nuestro vecino del norte.

El reclamo de los estudiantes del IPN encuentra un sustento importante. En su reglamento interno, Título Primero habla de su naturaleza y finalidades: ?El IPN es un órgano desconcentrado de la SEP? encargado de contribuir a través de la educación y la investigación, a consolidar la independencia económica, científica, tecnológica, cultural y política para fortalecer el progreso social de la Nación?? ( http://www.ipn.mx/Paginas/inicio.aspx ). Entonces, los cambios en las universidades ?sobre todo las instituciones públicas?  obedecen, por naturaleza, únicamente a cambios que representen mejoras de su país y la sociedad para darle validez a su independencia. Ninguna universidad del mundo responde a la misión de fortalecer objetivos estratégicos de otras naciones, a menos que se intente lo contrario: fortalecer los objetivos estratégicos de una nación extranjera cambiando los propósitos de las universidades nacionales. Al menos desde este análisis así se puede apreciar.