En su artículo de hoy sobre la convocatoria por parte de Peña Nieto a un debate sobre el uso de legal de la mariguana en El Universal Alemán dice que "(...) el Presidente de una democracia representativa (...) está obligado a respetar el mandato ciudadano, (...) hacer suyas las decisiones mayoritarias BENÉFICAS para la República (...)". ¿Y las no benéficas? La cuestión es a) ¿quién decide que algo es benéfico? b) en realidad el mandato democrático lleva, obliga a asumir cualquier decisión mayoritaria, incluso las no benéficas, justamente por eso llegan al poder tipos como Chávez ? y estuvo a punto de llegar el Peje ?. La mayoría democrática puede votar en favor de muchísimas estupideces de consecuencias nefastas, es decir, tomar decisiones mayoritarias maléficas. c) Lo único que lleva a no asumir decisiones maléficas es que estas se contrapongan a cierto marco jurídico aceptado por la nación, por ejemplo, la Constitución o bien tratados internacionales; un marco tal impediría de entrada incluso el realizar consultas sobre ciertas cosas como por ejemplo sobre si se restringe la natalidad al estilo chino ? actualmente 2 niños como máximo ?. Para poder organizar una consulta sobre la restricción de la natalidad habría, primero, que cambiar el marco jurídico general.

Dejando de lado consultas que contravengan marcos jurídicos generales ya por su mera formulación de un posible resultado, la democracia obliga a asumir cualquier estupidez que la mayoría apruebe. El ejemplo francés dado por Alemán, de la aprobación del aborto, está en principio en otra dimensión, no es algo que pueda ser visto como algo que tenga consecuencias positivas o negativas sino simplemente como un problema moral y ya. Si a partir de la aceptación del aborto a largo plazo se tuviera la consecuencia de que la población francesa disminuyera dramáticamente, entonces el referéndum tal podría ser visto - al margen del problema moral - como una decisión maléfica.

En el caso de la legalización de las drogas el debate no es moral, es A) sobre sus consecuencias benéficas o maléficas. Lo cierto es que hay argumentos que resaltan lo que plausiblemente son consecuencias de ambos tipos. Pero además hay B) un argumento de marco jurídico: las libertades individuales como campo de existencia fuera de la tutela estatal y aquí está un asunto interesante. Las libertades individuales no son equivalentes ni a consecuencias morales ni a consecuencias benéficas ni maléficas de dichas libertades. En el marco actual de libertades individuales, una mujer puede rechazar el tener hijos recurriendo al aborto, decisión que como libertad individual está al margen de consideraciones morales ? se puede tomar aun en contra de criterios morales ?, pero si la pareja de la mujer estuviera en contra, entonces tal decisión posiblemente tuviera consecuencias maléficas para la pareja. Si por razones morales la decisión acabara siendo un factor perturbador para la misma mujer, también podría tener consecuencias psicológicas maléficas para ésta. En otras palabras, las decisiones en el marco de la libertad individual se pueden tomar al margen de criterios morales y, también, de sus propias consecuencias, benéficas o maléficas. El gastarse toda la quincena en una francachela puede, también, tener consecuencias maléficas pero está en el ámbito de la libertad individual. Lo mismo que estudiar carreras totalmente improductivas y sin demanda aunque la consecuencia sea el desempleo y el resentimiento social de quien se decidió por una de dichas carreras.

Las decisiones del ámbito de la libertad individual pueden ser tomadas, pues, al margen tanto de criterios morales como de consecuencias benéficas y maléficas. El caso de las drogas tiene la arista de las libertades individuales y de las consecuencias, lo moral no cuenta aquí. Muchos de los que favorecen la legalización argumentan al nivel de las libertades individuales: el individuo tiene derecho a hacer lo que quiera con su cuerpo siempre y cuando no conlleve un daño físico a otros, al margen de cualquier otra consecuencia. En estos términos existe el derecho a ser alcohólico ? no es punible el serlo ? y ahora se pretende que quede estatuido el derecho a ser drogo ? y, claro, a comercializar y transportar droga, como se hace con el alcohol ?. Desde el punto de vista de las libertades individuales tal derecho puede ser plenamente reconocido, como otros: al aborto, a la "muerte asistida", etc.

El asunto de las consecuencias de ser drogo ? o simple usuario no dependiente ? está en una esfera totalmente diferente del derecho a serlo. Mucho ganaría la discusión si ambas cosas, el derecho individual y sus consecuencias se discutieran por separado, sin mezclarse ni confundirse, saltando desordenadamente de un nivel al otro. Suponiendo que el derecho individual a ser drogo/usuario ? el que no haya nada que lo prohíba ? queda reconocido teóricamente, previamente a su sanción jurídica, a su legislación, entonces la discusión sobre las consecuencias está en otro nivel y la pregunta es si cualquier consecuencia negativa, por dañina que fuera, anularía el derecho individual, si un paquete de consecuencias negativas sería tan importante como para dejar el derecho a la droga en la mera teoría, sin legislarlo. Ese es de por sí un problema teórico jurídico de gran relevancia: las consecuencias de los actos contra el derecho a ejecutarlos.

Suponiendo que sea posible cancelar o anular derechos por sus posibles consecuencias ? yo no soy jurista, no lo sé ?, entonces, apenas entonces, sí tendría sentido la discusión jurídica sobre el derecho a ser drogo/usuario a partir de las posibles consecuencias de serlo. Este ámbito de la discusión ofrece elementos fuertes tanto en favor como en contra del derecho al viaje y al pazón. Lo cierto es que en el contexto, en la realidad mexicana, tanto la prohibición como la liberación tienen paquetes, verdaderos paquetes, de consecuencias benéficas y maléficas. Los que favorecen la legalización de la droga en términos de consecuencias benéficas se refieren básicamente a la eliminación del narco y su violencia y la corrupción que genera. Los que están en contra de la legalización subrayan las posibles consecuencias maléficas sobre los individuos y el tejido social en el que están insertos: la familia, el trabajo, la convivencia ciudadana. Ambos grupos de consecuencias no tienen nada que ver con el derecho individual a las drogas, "recreativas" o adictivas. Tiene sentido jurídico discutirlas apenas si el asunto de principio, el derecho o no a drogarse, ya está claro.

Poniendo de lado el asunto del derecho individual a las drogas, de si se reconoce o no, de todos modos bien se puede hacer el ejercicio meramente teórico, sin consecuencias jurídicas, de discutir es el conjunto de consecuencias no para el individuo sino para el tejido social. Los progres o liberales en este asunto ? por ejemplo los motos de las islas de CU, o los pirruris de La Condesa o de Polanco ? y otros muchos dirán que las consecuencias benéficas en términos de delincuencia, violencia y corrupción sobrepasan a las consecuencias maléficas. Los que se oponen dirán que las consecuencias maléficas sobre el individuo y su tejido social son mayores que las benéficas.

Lo cierto es que el problema se complica porque hay en este sentido por lo menos tres Méxicos. a) El de la clase media y alta que es capaz de disciplinar su vida en términos generales exitosamente, b) un gran porcentaje de gente que vive en niveles de inmediatez en los que apenas puede organizar su vida y difícilmente planearla más allá de una semana ? ninis y gran parte de los informales, "familias" "complejas", migrantes pobres del campo a la ciudad, por ejemplo ? y c) sectores indígenas y de vida más o menos comunitaria, que de por sí se deshacen y pasan más bien a la categoría b.

Lo cierto es que la legalización de las drogas tendrá consecuencias muy diferentes para el sector a, por un lado y, por otro, los sectores b y c. En mi opinión, los sectores b y c, por lo menos el 50% de la población, se verán seria y negativamente afectados por las drogas, mientras que el sector a podrá solazarse recreativamente con ellas.

En mi opinión, el derecho individual al pazón y al viaje, la posible ganancia en reducción de la delincuencia organizada y su violencia, se pagará con una mayor descomposición social entre los estratos bajos de la población ? mientras que dará ?diversión?, ?esparcimiento?, ?recreación?, en los altos ?. Justamente los estratos bajos son los más afectados por la oleada de obesidad ? un verdadero problema social de gran magnitud, tal vez mayor que el de las drogas pero silencioso y por lo tanto no notorio ?. Si los estratos bajos de la sociedad no pueden controlar ni su ingestión de calorías ¿podrán controlar el uso de la droga? Yo no lo creo. Ojalá me equivoque.

Todo lo anterior sin considerar el factor EU y el consumo y comercio allá. EU es un remolino que nos succiona, pero Iztapalapa no es San Diego ni Boston. La droga dura se usa en EU para ser más activo, no por pura ?recreación?. Lo más parecido a Iztapalapa serían los negros drogos, improductivos y delincuentes, del Bronx.

De todos modos, sea como sea, queda planteada la pregunta de si las consecuencias negativas son elemento suficiente para anular un derecho individual y, esto, queda como problema para cualquier caso que entre en el formato de los derechos individuales con consecuencias sociales negativas, no únicamente el del consumo de drogas.