El affaire Sanjuana Martínez da mucho de qué hablar. En primer lugar dice mucho del periodismo en México, en particular, de que buena parte del periodismo en nuestro país cojea del mismo pie, sin distingos de ideología o carácter del medio por el origen de los recursos o composición de sus miembros o profesionales. En todos, más temprano que tarde salta la liebre de la censura, la intolerancia e incluso, la persecución y el acoso judicial.

Como sabrán muchos de ustedes hace unos días Sanjuana Martínez ganó una demanda a la revista Proceso por censura y despido injustificado. La prestigiosa revista tendrá que pagarle nueve años de salarios caídos y otras prestaciones que suman una cantidad millonaria y que a decir de algunos, pone en riesgo la estabilidad financiera de la revista.

La noticia debería ser más importante de lo que los medios han destacado, que prácticamente no han destacado, más bien existe un ominoso silencio, la cobertura de la noticia ha sido por demás pobre, casi intrascendente. Y digo que la noticia debería ser más importante por tratarse de una revista supuestamente (ahora sí) emblemática de la libertad de expresión.

Hay que decir al respecto que Sanjuana no es monedita de oro, sino todo lo contrario. En lo personal me parece una periodista bastante aguerrida, a veces incendiaria y radical, por llamarle de alguna manera. El caso es que no es fácil estar de acuerdo con ella, con sus apreciaciones de la realidad. Quizá eso explique la soledad con que Sanjuana ha recibido esa importante noticia y la poca solidaridad que ha suscitado entre sus colegas y los medios informativos.

Pero Sanjuana es una gran periodista. Su trayectoria, sus libros, todos sus premios, nacionales e internacionales, hablan por ella. No necesita presentación, muchos la conocemos desde hace años, hemos leído algunos de sus libros, sus reportajes y sus artículos de opinión. Es una profesional, nos guste o no su estilo u orientación ideológica. Su calidad no está en discusión.

Lo que sí es motivo de discusión y asombro ha sido la actitud de los medios supuestamente afines al trabajo de Sanjuana. El pleito con la revista Proceso ya es de por sí motivo de consternación para muchos. Pero el silencio de quienes teóricamente deberían apoyarla es, como he dicho, ominoso. Nos habla de actitudes aviesas y oscuras complicidades.

Ni siquiera como noticia ha sido cubierto el caso por algunos aladides de la libertad de expresión, como ella los llama. Si no es noticia, mucho menos se hace meritorio un artículo de opinión. Si la noticia de por sí es lamentable, el contexto en que se produce, la (no) reacción de los medios, me provoca mucha tristeza y decepción. Quizá cuando la revista Proceso desaparezca por quiebra financiera a causa de uno de sus colaboradores, el affaire Sanjuana será una noticia muy importante.