Como siempre pasa, del éxito nos colgamos todos, del fracaso ninguno. Y no podemos negar que fue un éxito, aun para el gobierno, sobre todo para el gobierno, la reciente consulta ciudadana para la autorización o no de un proyecto que adolecía de múltiples fallas e irregularidades en materia de planeación y legalidad urbana y ambiental desde su origen. Consulta que por las mismas razones nunca debió realizarse.

Lo cierto es que la planeación del desarrollo urbano cuando se realiza con apego a la ley la consulta es un mecanismo que se practica a lo largo de todo el proceso de planeación. Pero en este país se creyó que el territorio es parte de la economía de mercado y por eso la ciudad ha sido entregada a la “mano invisible” que todo lo arregla. Y la planeación del desarrollo urbano se metió en un bache del cual no ha salido, pero se hace uso del populismo para decir que ahora todas las decisiones sobre megaproyectos, segundos pisos, deprimidos, parquímetros, puentes y grandes construcciones serán sometidas a la voluntad popular.

No se trata de minimizar este triunfo de la ciudadanía, pero puede verse que del triunfo del #Asíno todos se cuelgan. Los diputados y sus partidos jalan agua para su molino, así como el propio Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF), organizador del mentado instrumento de consulta característico de la democracia directa pero más usado para otros menesteres en otros países, como eso de revocar el mandato a un presidente o declararse como república independiente, no para saber si se construye un centro comercial con máscara de corredor cultural.

Bueno, el caso es que se ven algunos diputados y diputadas que están festejando el triunfo de la democracia en la capital de la república. Y aunque Mancera aparentemente haya sido el perdedor en esta contienda él también puede hacer alarde del gobierno democrático que preside por la realización de la democrática y para algunos histórica consulta.

Pues me van a perdonar pero ese triunfo en realidad revela el fracaso de la democracia, ya que dicha consulta fue necesaria debido a la ausencia de legalidad y planeación en la ciudad capital. No puede haber democracia donde no se respeta el estado de Derecho, y donde más bien ese Derecho ha sido un obstáculo para los intereses mercantiles o voracidad inmobiliaria como ahora le llaman. Por eso se saltan la ley, por eso no hay planeación, porque la regulación ha impedido el libre albedrío de los capitalistas. Así no se planifica una ciudad. Así se consolida el caos y la arbitrariedad que tanto dinero ha hecho ganar a los especuladores y traficantes de la industria inmobiliaria.

No debe haber necesidad de consultas si la planeación se realiza conforme a Derecho. La participación de la comunidad va mucho más allá de una consulta. Exige que en todas y cada una de las políticas y estrategias de desarrollo urbano propuestas por el plan o programa, exista deliberación, que las decisiones sean discutidas, estudiadas, trabajadas por la comunidad, a todo lo largo del proceso de planeación, y así irle dando forma a los proyectos específicos, desde el principio y antes de ser concebidos en el restirador o computadora del arquitecto.

Las metodologías de planeación del desarrollo urbano consideran no sólo la consulta sistemática del plan o programa con la comunidad, considera importante otros instrumentos de participación como lo son la integración de consejos consultivos y equipos de planeación conformados por vecinos, expertos y grupos organizados del área de aplicación del plan. De igual forma, este proyecto debió haber tomado en cuenta otras condicionantes de planeación, debió haber sido emanado de un plan general que lo justificara técnica y legalmente. Todo eso no se hizo en el corredor cultural y en buena medida eso ha sido la causa de su fracaso.

Por todo lo demás, no le podemos regatear a los consejeros del Instituto Electoral del DF mayor conocimiento sobre la planeación del desarrollo urbano en el país, pero sí de informarse más a fondo sobre los “proyectos” que ponen a votación. No creo que hacer planeación sea asunto de mayorías, ya que podemos confundir la verdad con la opinión de la mayoría, dice el poeta (en lo personal no comulgo con muchas propuestas políticamente correctas y ciertamente mayoritarias). De someter todo a votación, nos estaríamos acercando peligrosamente al populismo que decide todo en asambleas, votaciones y actos multitudinarios, de esa manera todo será objeto de política y nada de razón, técnica o Derecho.