Hace 277 días, inició el gobierno de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México. El estado que guardaba la nación en ese momento era de incertidumbre, con cierto temor de cómo se desenvolvería y qué estilo imprimiría a su conducción del país. México atravesaba la peor crisis de descrédito de su gobierno, una escalada de inseguridad y violencia y un hartazgo popular que demandaba cambios profundos, deteniendo a los abusos, a los excesos, a las rapacerías de los políticos imperantes.

En este lapso de tiempo, suficiente ya para ir tomando evaluación de hechos y logros por encima de promesas y discursos, podríamos decir que la gente, los ciudadanos en su mayoría –algo que hacía varios lustros no ocurría- ha manifestado su confianza al Presidente, su esperanza de que cumpla y le vaya bien. No obstante ello, hay algunos puntos de análisis actuales importantes de destacar:

Según www.consulta.mx 63% de los encuestados aprueban la realización de las conferencias mañaneras del Presidente, quizá hasta ahora, su sello personal y lo que más asocian con su gestión de gobierno.

Según www.eluniversal.com 74% de los encuestados respalda para continuar –y concluir su mandato- al Presidente.

Ambos números son superiores al porcentaje de electores que votaron por él, lo cual significa que aunque ha tenido bajas y deserciones, en términos gruesos ha sumado simpatías y obtenido nuevos adeptos en estos 9 meses.

En México persisten y se ha recrudecido la violencia y la inseguridad. En términos macroeconómicos el país no ha caminado bien encendiendo varios focos de alerta. La recesión está cerca, muy cerca. La inversión pública retenida; la privada, expectante, detenida, cautelosa.

Pareciera que el Presidente es un hombre solo. Detenta demasiado poder pues se muestra como el único con autoridad moral, el único que sabe a dónde ir, el único que tiene el mapa, el líder que sostiene la única brújula.

Su equipo en el gabinete es deslucido, incierto, nada sobresaliente, reprendido, dosificado en el mejor de los casos. El Presidente parece, se siente, se ve, se escucha, sólo. Disgustos con su partido que fue el vehículo principal donde viajó hasta la victoria, Morena; disgustos con los Senadores y Diputados Federales de su partido; amenaza con renunciar a Morena y quitarles hasta el nombre.

Ante el verdadero liderazgo moral de Andrés Manuel López Obrador, cabe reflexionar que si él es capaz de defender y preservar la libertad de expresión y la democracia, al menos como hasta ahora están, merece apoyo y que extendamos la confianza en que sabrá aterrizar su proyecto beneficiando a la mayoría de los mexicanos. Eso es lo que mejor nos podría suceder. Ojalá ocurra y que no se pierda en el camino.

México necesita más que motivación y narrativas victoriosas, hechos concretos, resultados tangibles, avances en la erradicación de la corrupción y el mejoramiento de la calidad de vida de los mexicanos. Que se haga posible depende de todos.