La Junta de Gobierno de la UNAM ha abierto la convocatoria para el proceso de renovación-reelección de la rectoría de la Máxima Casa de Estudios del país. Ni duda cabe: es legítimo que haya universitarios que busquen postularse y que tienen, además, las prendas profesionales y académicas para postularse a ese cargo que, hoy en día, adquiere un valor de importancia capital para fortalecer los contrapesos institucionales y discursivos en pleno cambio de régimen (que no de gobierno).

Lo he apuntado ya, pero ahora lo repito claramente: La opción independiente, al margen de cualquier filiación política o partidista, la encabeza el actual rector Enrique Graue, quien garantizaría la imparcialidad de criterio y de percepción que debe jugar la UNAM en estos tiempos y quien goza del reconocimiento de tirios y troyanos en un momento histórico que reclama un rector de amplios consensos y con autoridad moral que ha ido adquiriendo a lo largo de su rectorado. Es preciso dejar claro que el rector ni está a favor ni en contra de la 4T. Ha ocupado en estos años su tiempo en los asuntos propios que la rectoría de la UNAM implica sin sesgos políticos que habitualmente se abren como tentaciones cuando se ejerce una posición de esa naturaleza.

A Graue ni le importa ni requiere abrir una carrera política, que podría generar, como es natural en esos casos, seguidores y detractores. Con la reelección de Graue en la rectoría de la UNAM como una alternativa a los equipos de política académica y extra universitaria, que tienen como sello distintivo, agendas ajenas al quehacer estrictamente institucional se ha ganado un perfil inusual pero pertinente y oportuno para la Universidad.

Ya en otra oportunidad he señalado algunas de las obras del rector  que ponen de relieve que el apoyo a él no descansa en un acto de fe ni en una promesa incierta de logros que no han adquirido carta de naturalización en la vida universitaria, sino el soporte a un proyecto de resultados cuya ruta debe seguir construyéndose en esa dirección. No hay- y hay que dejarlo también claro- ni apoyos ni vetos en la esfera presidencial al rector Graue. Existe, así lo veo, un respeto institucional: nada más, pero nada menos.

Es deseable y necesario para la comunidad universitaria cerrar filas con el actual rector para preservar la autonomía con responsabilidad y rendición de cuentas que caracteriza a esta administración. Como toda obra humana, la gestión de Graue es perfectible y seguramente habrá un proceso de aproximaciones sucesivas para mejorar aquellos rubros que hay que optimizar.

En mi caso renuncio a la posición facilista de ver los toros desde la barrera y evitar fijar postura. Reitero mi apoyo a la candidatura de Graue por así convenir a los mejores intereses universitarios. Y de nuevo aclaro- aunque pueda sonar repetitivo- que no ocupo ni pretendo ni aceptaría, en modo alguno, algún cargo o beneficio personal con esta manifestación que aquí y ahora subrayo sin matices y sin reservas para evitar las suspicacias que con razón o sin ella surgen en estos pronunciamientos.

Por fortuna, la inmensa mayoría de la comunidad jurídica a la que pertenezco en la Universidad coincide con estos puntos de vista y razonamientos que aquí expongo.

Es tiempo de anteponer simpatías personales e intereses de grupo o equipo al interés general de la UNAM en este proceso que hoy inicia. Hago votos porque el sentido común y la razón ganen la partida, una vez más, en estas semanas del periodo de selección previsto por la legislación universitaria.

@evillanuevamx

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