Para los megalómanos, cualquier imperfección en su mundo perfecto les perturba de manera desproporcionada, tanto como sus delirios de grandezapoderriqueza y omnipotencia. Basta con ver los desplantes del ‘nuevo PRI’ al percatarse de la más mínima expresión de descontento.

            El incidente de la Universidad Iberoamericana no es un caso aislado, mucho menos algo que deba minimizarse, es más bien –para desgracia del ‘nuevo PRI’– una radiografía del país. Vimos dos caras de la sociedad: por un lado la adulación, los aplausos condicionados, el maquillaje, los ambientes controlados y por el otro vimos el descontento, el repudio, la consciencia, la libertad, el derecho a disentir, la polaridad, el triunfo de la voz sobre el silencio.

            El antiguo régimen del PRI, históricamente llevó por mucho tiempo el estandarte porfirista del ‘orden y progreso’, ambas palabras cumplidas cabalmente si entendemos que ‘orden’ se entiende como ‘el estado de normalidad y sin alteraciones’, mientras que progreso como ‘avance hacia delante’. Quien no esté de acuerdo con mi interpretación anterior, está en lo correcto, pues ambas palabras son polisémicas pero su interpretación debe someterse al desempeño del añejo imperio Priísta.

            Durante 70 años cumplieron con el ‘orden y progreso’, pero no para la nación, sino para su partido, pues por mucho tiempo se antojaba imposible la caída de tal estructura. La mayoría de las personas que me relatan aquella época, aseguran que la gente pronto comprendió que había que alinearse al partido oficial, pues ello aseguraba la supervivencia, en cambio disentir garantizaba una vida de privaciones y persecución donde la muerte era entendida como normal.

            A esa nostalgia de poder absoluto es a la que obedece el ‘nuevo PRI’ de Peña Nieto, cuando aseguran que sus opositores son ‘intolerantes’, demostrando que en su eventual gobierno, no tolerarán ‘intolerancia’. Su respuesta ante los incidentes de Atenco es contundente: es lo que les espera a cualquiera que ose levantar el dedo meñique en descontento. Esto es realmente preocupante, cuando existen las evidencias de que existen medios de comunicación -que no todos- han renunciado a la conquista de la libertad de expresión para convertirse en colaboradores de expresiones autoritarias.

            La percepción del ‘regreso del PRI’ solo es comprensible en base al repudio hacia el PAN, quienes capitalizaron el tímido deseo de cambio de todo un país, pero que, como dijo Emiliano Zapata a Pancho Villa cuando este último se rehusó a sentarse en la silla presidencial: “La silla presidencial está embrujada, cualquier persona buena que se sienta en ella se convierte en mala”. Tanto Fox como Calderón demostraron este embrujo con sus desplantes de autoritarismo: el primero con actos como el desafuero de López Obrador y el segundo con su guerra personal, que no es más que su frustración por haber sido humillado tantas veces aun con su investidura.

 

            El último recurso del intolerante (antes de usar la violencia) es invocar a las ‘buenas costumbres’. Así lo han hecho siempre que no encuentran argumentos a la mano. Recordemos al movimiento estudiantil de 1968, a ‘Maquío’ forcejeando con el estado Mayor Presidencial, recordemos a Vicente Fox con boletas en las orejas, a López Obrador ‘tomando’ pozos petroleros, a la insurrección del EZLN en Chiapas, a la huelga de la UNAM, al incidente de Atenco, al bloqueo de Reforma en 2006, y asi ad infinitum. En todos estos incidentes, la parte señalada y cuestionada siempre apeló a las ‘buenas costumbres’, usando adjetivos como ‘rijosos’, ‘revoltosos’, ‘grilleros’, ‘terroristas’, ‘incivilizados’, ‘provocadores’, etc. Y como argumentos de defensa recurren a disparates como ‘restablecer el orden público con el legítimo uso de la fuerza pública’.

            Es de cínicos hacer creer a la gente de que en una sociedad sana no debe haber descontento, que no se debe disentir, que debemos de alabar al presidente emperador, aplaudiendo su discurso e idolatrándole de manera irracional.

            Les pongo como ejemplo a Coahuila, mi tierra natal: un estado en donde el antiguo régimen está intacto, el congreso es de una aplastante mayoría del PRI por lo que prácticamente no existe, el poder absoluto recae en el gobernador pues hasta la mayoría de las alcaldías son del PRI. Ya todos ustedes, apreciables lectores, saben de la depredación del Moreirato que durará en la práctica hasta 2017, mientras la oposición no está a la altura de lo que merece esta tierra.

            Volteen a ver a Coahuila y juzguen ustedes si están dispuestos a anteponer las ’buenas costumbres’ sobre la razón y la justicia. Este estado, tan conservador y temeroso de cambios, tiene lo que se merece por su apatía, ya que las manifestaciones en las calles son mal vistas por los coahuilenses y no existe la cultura de la dignidad como sociedad.

            Ustedes deciden si prefieren seguirle el juego a los cínicos que invocan a las ‘buenas costumbres’ para mantener su mundo perfecto de megalomanía. Ustedes deciden si quieren que lo que se ha hecho con mi bello estado de Coahuila, sea el destino de todo nuestro país: México.

 

Bonus Track

            La mayoría de nuestros héroes patrios son militares o personas que llegaron al poder mediante las armas. Tanto la guerra de Independencia y la Revolución, fueron levantamientos armados. Es curioso ver como los que ‘rechazan la violencia’, celebren a estas fechas y personas con tanta pompa.

            Se celebra la Revolución mediante desfiles con niños ‘armados’, pero se condena un puñado de jóvenes repudiando a un simple candidato presidencial: suena a esquizofrenia.

David Soto
Twitter: @YoSuperYo