Este 15 de marzo se conmemora el Día Mundial del Consumidor, una declaración de la ONU para proteger los derechos de los consumidores en todo el mundo frente a los nuevos retos que hoy en día plantea el mercado.

En 2019, la conmemoración se dedica al tema “Productos inteligentes de confianza”.

Esta categoría se refiere a todas aquellas tecnologías como pantallas, celulares, televisiones, refrigeradores, rastreadores, asistentes activados por voz, servicios de streaming o de compra en línea, que son utilizados por las personas en la vida cotidiana.

Es un hecho que nuestra relación con los productos y servicios que ofrece el mercado se ha transformado a causa de estos dispositivos. En este sentido, las nuevas tecnologías ofrecen una ventana de debate sobre hasta dónde, los datos recabados por parte de los usuarios como su estilo de vida, hábitos de traslado y consumo, preferencias, pasatiempos y demás informaciones son propiedad del consumidor.

Los famosos “algoritmos” como el de Netflix, que muestra por ejemplo opciones de series y películas basados en las preferencias previas del consumidor, son expresiones que cada vez más personas conocen pero que a ciencia cierta, pocos conocen cómo funcionan y qué alcance tienen. Los algoritmos sobre las preferencias y los hábitos existen en la medida en que utilizamos soluciones de los dispositivos inteligentes para simplificar nuestra vida.

Por ejemplo, en alguna ocasión se hizo famoso el algoritmo de una cadena de supermercados de mayoreo en Estados Unidos, que por los hábitos de compra online de sus clientas sabían determinar en qué momento del mes ofertar tampones y hasta en qué momento su hábito de compra había cambiado para determinar que probablemente estuviera embarazada, y entonces se le ofertaban pañales.

Evidentemente, a muchas personas les causa un problema los límites de este acceso a su información privada. Sin embargo, es un hecho que muchos dispositivos inteligentes facilitan muchas de nuestras actividades diarias. Así como muchas innovaciones en tecnología, la irrupción en los hábitos de los consumidores no está exenta de polémicas: el ejemplo más típico, es la irrupción de la licuadora como un sustituto del molcajete, que iba a sacrificar el sabor de las salsas.

El desarrollo tecnológico pues, siempre debe de enfocarse en el factor humano. Por ello, es necesario reglamentar y poner al alcance del consumidor toda la información necesaria que le permita tomar decisiones sobre qué elementos comparte de su vida. Por otro lado, es derecho y obligación de los consumidores enterarse sobre estos factores. El acceso a la información de los consumidores pone a debate un tema que durante años ha ocupado a sociólogos, politólogos e historiadores: la construcción de lo privado y lo público, cambia en función de las condiciones socioculturales de la época.

Al final cualquier desarrollo tecnológico tiene que servir para mejorar la vida de las personas y no para aprovecharse de sus circunstancias. Por ejemplo, la energía nuclear puede ser tan perjudicial como ser el principal sustrato de bombas nucleares, o el tratamiento base para curar ciertas enfermedades. La tecnología y la innovación están sujetas pues, a los usos sociales y culturales que se hace de ellas.

Nos guste o no, hoy en día todos estamos inmersos en esta realidad. La forma en la que se definen los usos de estos dispositivos evidentemente debe estar sujeta a regulación de instituciones, donde el reto es cambiar la regulación a medida que va cambiando la tecnología de manera vertiginosa. Por otro lado, es un derecho fundamental de los consumidores tener el acceso a las informaciones.

* Es socióloga de la alimentación por l’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Licenciada en nutrición por la Universidad de Guadalajara. Sus estudios se enfocan en alimentación contemporánea desde una óptica multidisciplinaria. Autora de artículos y capítulos de libros, ponente en foros internacionales en Francia, España, Estados Unidos y México.