Nací en una región productora de mango y desde muy pequeño noté que esta fruta se desperdiciaba mucho. Había mangos tirados, los cuales eran comidos por vacas y burros. No había opciones de valor agregado a nivel comercial, aunque mi mamá nos hacía una deliciosa conserva de mangos. Esta fruta es muy consumida a nivel mundial y México está considerado entre los principales productores y exportadores. Sin embargo, el problema es que es una fruta perecedera y esto limita que pueda ser transportada y consumida en fresco. Según estimaciones se puede llegar a perder hasta un 40% de la producción lo cual causa pérdidas económicas.
Cuando estaba estudiando la licenciatura en Alimentos, escuché por primera vez que un método de conservación de frutas era aplicarles una capa de ceras, que a su vez fuera comestible. ¡Era una tecnología prometedora, lograba prolongar la vida de anaquel de los frutos y protegía del ataque de patógenos!
Entonces me preguntaba e imaginaba cómo las plantas producen esta capa de cera de manera natural. ¿Han notado que todas las partes aéreas de las plantas tienen esta capa de cera? Sí, la podemos ver en flores, hojas, tallos, frutos, etc. Y su nombre es cutícula. La ciencia nos dice que esta capa de cera la desarrollaron las plantas hace más de 450 millones de años como parte del proceso de evolución para adaptarse al medio terrestre cuando salieron del agua.
Imaginen que la cutícula es la ropa de las frutas, es como un impermeable y evita que la fruta pierda agua y con ello su calidad, porque los consumidores buscan frutas atractivas visualmente. Además, sirve para mantener limpia y seca la superficie de las frutas al evitar la acumulación de polvo y agua. Y al ser la primera barrera entre el medio ambiente y la fruta, también protege del ataque de patógenos e insectos. Pero eso no es todo, también protege de los rayos ultravioletas del sol y muchas cosas más.
Posteriormente conocí al Dr. Reginaldo Báez quien se autodenomina ser un “cosmetólogo de frutas”, porque les pone un maquillaje (ceras) y hace que se vean “bonitas” y duren más tiempo en el mercado. Juntos emprendimos una investigación para comprender cómo se forma la cutícula en el mango y como controlar esta formación. Para lo cual es necesario conocer y analizar qué o quiénes forman esta capa de cera: los genes. Ahora escuchamos casi en todos los medios esta palabra o frases como “lo traes en los genes”. En el lenguaje coloquial, un gen es una unidad de información a la que podemos señalar y decir: "Eso hace algo o regula cómo se hace algo". Para lo cual se integra el Dr. Martín Ernesto Tiznado a esta investigación, experto en biología molecular de plantas.
Pero teníamos un gran problema, en plantas son pocos los genomas que se han secuenciado y se conocen en su totalidad. El del mango, aún se desconoce, por lo que este era un gran problema y reto, ¿cómo conocer las secuencias de genes sin conocer el genoma? La respuesta fue la transcriptómica, gracias a los avances en tecnologías de secuenciación y equipo de cómputo, es una forma de obtener esta información, de conocer los genes que se están activando y/o desactivando en un momento o condición determinada. Esta parte la llevamos a cabo en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Cornell, en colaboración con el Dr. Jocelyn Rose, un experto en análisis de cutículas. A medida que fue avanzando esta investigación se fueron integrando otros investigadores de diferentes instituciones.
Los resultados han sido trascendentales y se han publicado en la revista Scientific Report de grupo Nature (https://www.nature.com/articles/srep46163). Primero, logramos identificar más de 107,000 unigenes y con esa información se creó una base de datos genómicos llamada Mango RNA-Seq Database (http://bioinfo.bti.cornell.edu/cgi-bin/mango/index.cgi), la cual es un recurso genómico valioso para la investigación molecular en la biología de la fruta del mango, considerando que no hay bases de datos.
Por otra parte, se logró identificar que los genes de cutina, un componente de esta capa de cera, son más activos durante la senescencia del fruto. Además, se analizaron varios genes durante toda la vida del mango (15 días después de floración hasta la senescencia) para correlacionarlos con la cantidad y estructura de las ceras. Sé encontró que la formación de la cutícula es un proceso continuo durante el desarrollo del fruto, sin embargo, durante la transición de maduración/senescencia se da la mayor formación, lo cual es diferente a lo que se ha reportado en otros frutos como el tomate. Estos resultados ayudarán en conocer cuál es mecanismo molecular de la biosíntesis de la cutícula y en el diseño de estrategias para aumentar la vida postcosecha del mango.
Pareciera una insignificante capa de cera de las frutas, pero tiene muchas implicaciones que hasta el día de hoy no han sido del todo estudiadas. Actualmente, estamos consolidando un grupo de investigación en estos tipos de estudios, y nos encontramos analizando esta capa de cera en guanábana, otra fruta que es perecedera y de la cual México tiene una importante producción, estamos buscando conservar por más tiempo nuestras frutas, estudiando los genes relacionados con la cutícula a la que el Dr. Tiznado ha denominado “la fuente de la eterna juventud de las frutas”.