En julio del año pasado pude ver por primera vez el documental ¿Y tú cuánto cuestas? del ex locutor y director de Radioactivo 98.5 F.M. (en la CDMX) Olallo Rubio. Cinta estrenada en 2007, producida bajo el sello de Kung Fu Films que aparentemente pasó desapercibida por el consumo masivo de los mexicanos, pero que encierra muchas respuestas acerca del consumo, o mejor dicho sobre la teoría del consumo.

Lo que trata Rubio con su ópera prima es rendir un homenaje a Michael Moore y también exponer su perspectiva (metodológicamente fundada) acerca del fenómeno del consumo. El documental es muy complejo y mucho de eso se debe a un problema en el carácter discursivo en que incurre el director para desarrollar su teoría, echa mano de entrevistas a jóvenes tanto de México como de Estados Unidos para indagar acerca de temas que tienen que ver directamente con el consumo y posteriormente abordar tópicos que considera clave en esta teoría tan de moda.

Es precisamente en los saltos de lo común de las experiencias con los entrevistados o los “clishes” que se mencionan, que al momento de abordar al tema de fondo hacen sumamente difícil entender cómo se llegó a esas conclusiones. Olallo comete el mismo error que la mayoría de los teóricos del consumo en etiquetar esta actividad innata del hombre como un producto o consecuencia del sistema capitalista. Es entonces obvio que su interpretación es sistémica y materialista, entonces no es de extrañar que el dinero (en este caso específico), el dólar sea el detonante y fondo del poder. Al consumo es muy complicado analizarlo desde las teorías liberales, neoliberales, socialistas o comunistas porque esconden su esencia y lo presentan como un chivo expiatorio.

Otro error que comete Rubio es aderezar el documental con infomerciales o promocionales sobre productos o formas consumistas para ilustrar y ser sarcástico en los temas analizados, una fórmula utilizada hasta el cansancio (y con enorme éxito) y consumida masivamente en la mencionada y desaparecida estación de Grupo Imagen. Los contenidos al brincar de un medio a otro sufren por naturaleza y regla metodológica una metamorfosis que provocan que el medio en el que sean expuestos se sobrecaliente o de plano se enfríen. En el caso de los promocionales para radio eran un éxito, ya en cine a manera de comerciales o infomerciales de televisión se vuelven insípidos  (véase la teoría de McLuhan al respecto).

No obstante los errores mencionados hay bastantes cosas que resaltar sobre el documental ¿Y tú cuánto cuestas? El trabajo de animación es excelente, la preparación documental y la coherencia teórica como expresa sus temas es correcta, aunque paradójicamente se encuentren errores fundamentales. Olallo Rubio predice ayudado de varias teorías, la crisis petrolera que vive el mundo; hace notorio el sobreconsumo (consumismo) en el que los Estados Unidos de Norteamérica fundamentan su economía; prevé una crisis de inmigración entre el vecino país del norte y México; advierte que en la mente de todos los seres humanos está inmersa la idea de que todos somos un producto o servicio a la venta al mejor postor y muy particularmente llega a la conclusión de que el “sistema” llevará al hombre a clonarse para poder seguir esclavizando a estos productos (clones) para satisfacer el consumo de los demás.

Si los temas que aborda Olallo se le hacen familiares o bien cree que los estamos viviendo en estos momentos es porque se trata de eso, de una mera COINCIDENCIA, o sea, son efectos de la era de las sociedades de consumo en donde consumo y consumismo llegaron a su clímax y eso es una consecuencia irreversible.

El hombre va experimentar el fenómeno de la clonación pero no por tener esclavos o por generar todo un banco de refacciones, sino porque en su naturaleza está inmersa la tendencia a extenderse, expandirse, a prolongar todas y cada una de las partes de su organismo (medios) para ahorrarse trabajo y generar placer o gozo (no es lo mismo). Quizá la última parte de su cuerpo a prolongar es su alma. Marshall McLuhan advertía que la última parte a prolongar del ser humano era su sistema nervioso central, lo cual ya sucedió, pero no advirtió que quedaban más partes (el alma y la totalidad en réplica exacta del ser humano, la más grande de las prolongaciones).

Tres cosas son fundamentales en el documental mencionado y nos servirán para contestar la pregunta que hacía en la entrega pasada acerca del fenómeno de las masacres escolares, o sea, ¿cómo pueden llegar los niños o los adolescentes a cometer esos actos?

El primer atino de Olallo Rubio es desarrollar en ¿Y tú cuánto cuestas? el tema del consumo (insisto, no obstante que su perspectiva este limitada por el que sea una “consecuencia” del sistema capitalista); segundo, que el documental comienza haciéndonos notar que son los bebés, o sea, los niños (por ende los adolescentes también), un OBJETO DE CONSUMO (productos y/o servicios) y tercero la conclusión con la que termina el documental que es de elogiarse: “El consumidor acepta la idea del valor supremo de todo aquello que es material y vive en la frustración permanente al no tener todo lo que cree necesitar. Esta idea no está matando gradualmente, está exterminando a la humanidad…”.

Los niños, los adolescentes y el consumo.

Cuando un ser humano se gesta ya está predeterminado por la información genética que lo conforma (en mucho esa información será coincidente con la que ira adquiriendo conforme se desarrolle) y también por la inevitable tendencia de sujetarlo a fines. O sea, incluso antes de haber definido su sexo la célula en cuestión ya es proyectada por sus propios padres o la sociedad para generar un servicio, para ser un producto. “Mi hijo de menos va a ser presidente de la república”, va a ser esto lo otro o aquello, o bien será lo que él decida. Prácticas consumistas al fin y al cabo porque ya se decida por el sujeto en cuestión o bien se le deja a la deriva en un mundo salvaje sin una brújula confiable que lo guíe para tomar la decisión correcta.

El bebé nace y someterá por primera vez a sus padres o tutores a sus necesidades. Comerá a altas horas de la madrugada, hará del baño a la hora que él o ella lo necesite y demandará la atención que NECESITE. Poco a poco los padres y la familia o el entorno inmediato de ese bebé lo irá sometiendo, moldeándolo y pasará de consumidor nato a consumidor y ser consumido. Para ir moldeando a este nuevo producto o servicio se irán inculcando tácticas de reforzamiento de la conducta y un sin número de información (valores).

También se le irán proporcionando medios para que pueda desarrollarse adecuadamente, se le capacitará para su uso y usar a los demás, pero el problema es que estos medios amputarán los sentidos que dichos artefactos prolongan y vivirá en un estado de hipnosis amando y dando vida a objetos que no la tienen. Paralelamente se le formará en su cabeza todo un mundo maravilloso en donde lo malo no existe (esto en la mayoría de los casos), incluso en donde existen fuerzas mágicas que proveen placer y felicidad a cambio de ser “bueno”, o mejor dicho de ser un producto funcional.

Tiempo después para reforzar y súper especializar a este nuevo producto, tendrá que someterse a un entrenamiento más complejo que proporciona la ESCUELA. Ahí este nuevo producto recibirá más valores y una carga de aptitudes y actitudes para que pueda funcionar en la sociedad. Una de las principales herramientas y vivencias que experimentará es la relación con otros productos y servicios, aprenderá a convivir, pero en realidad estará siendo sometido por primera vez a una real COMPETENCIA. Esto último pudiera darse también en la familia con sus hermanos, primos o incluso vecinos, pero no necesariamente en la dimensión y con la fuerza que experimentará en la escuela.

Poco a poco aquel mundo maravilloso que le fue introyectado a este nuevo ser se irá derrumbando, se dará cuenta que todos mienten, que muchos roban, que algunos matan, que otros fingen cumplir con sus obligaciones y les va mejor que a ellos, que los seres imaginarios que le regalaban juguetes no existen y demás situaciones que provocan en este nuevo ser o producto mucho estrés, tensión y demasiada frustración. Tanto el entorno familiar, escolar y social lo dotarán de más herramientas, más medios para poder sobrevivir a esto, o sea, MADURAR.

Si todo sale bien o medianamente bien, este nuevo producto será funcional y objeto de consumo, y consumirá también de otros productos o servicios teniendo una vida sino plena, muy cercana a la felicidad y se reproducirá haciendo como lo sabemos y conocemos completo el ciclo de la vida.

El gran problema al que nos enfrentamos en la era de las sociedades de consumo es que debido al efecto globalizador, o sea, a que vivimos en una “aldea global”, las cargas de información son inmisericordemente mayores e instantáneas a las otras eras anteriores. Los conceptos de tiempo y espacio prácticamente han desaparecido producto de la prolongación del sistema nervioso central del hombre y con ello se rompe primeramente con el proceso de maduración de los bebés, niños y adolescentes.

Un bebé, niño o adolescente a muy temprana edad ya juegan con celulares, computadoras o tabletas, tienen acceso a información infinita que no saben ni es posible procesarla (COMPRENDERLA) a esas edades. Además estos medios, generan el AMBIENTE de amputar por un lado el sistema nervioso central de todos, ya sentimos, convivimos y compartimos en estos medios y sus contenidos, pero por otro lado al prolongar los nervios, somos más propensos a SENTIR MÁS porque el nervio o los nervios están expuestos al ser exteriorizados. Así entonces encontramos la razón de por qué esta es la era del “placer”, porque sentimos por los medios pero ya hemos perdido gran parte de la capacidad de procesar, racionalizar adecuadamente dichos sentimientos o emociones.

¿Se nota también cómo más que nunca todos buscamos afanosamente la “FELICIDAD”? Al estar expuestos los nervios pero estar hipnotizados por los medios que los prolongan, perdemos la capacidad de procesar adecuadamente esos sentimientos y encontramos una tendencia más acentuada y masiva a la FRUSTRACIÓN. En ese momento vienen depresiones, riñas, problemas de conducta y desgraciadamente suicidios, asesinatos, matanzas y un larguísimo etcétera.

Con un escenario así, un niño o un adolescente está en constante interacción con billones de terabytes de información que no sabe y no puede procesar, al mismo tiempo de que el mundo que se le “impuso” se derrumba y no es tan placentero como se le enseñó. Si a esta frustración, excesiva carga de información e inmadurez sumamos la COMPETENCIA a la que está expuesto producto de los altos estándares u objetivos a los que está destinado (porque es un producto – servicio y estará siempre condenado a ello) encuentra en sus compañeros de escuela (en donde se da la primera real división social especializada) rivales y entes a los que hay que vencer o exterminar.

Así las cosas, ahora sí sume todo lo que revisamos en la coincidencia anterior, todo lo que se dice y se escribe alrededor de las matanzas escolares: familias desintegradas; falta de capacidad para transmitir reales valores o adecuadas formas de consumo (consumismo); ausentismo de los padres de familia que tienen que abandonar a sus hijos para seguir siendo pobres y apenas subsistir; medios atiborrados de nota roja y estupidez; gobernantes y entes que a partir de la tendencia a generar MIEDO quieren someter a sus gobernados; niños o adolescentes bulleados o bulleadores, o sea, víctimas de la carrilla o carrilleros; sociedades con altos consumos de armas; homicidios y guerras contra el narcotráfico o el terrorismo presentes cotidianamente, y un larguísimo etcétera, pero muy importante, niños o adolescentes con enfermedades mentales heredadas o adquiridas.

Es el consumismo de varias formas de convivencia social lo que determina a estos niños y jóvenes a matar a todos aquellos seres con los que COMPITEN en la escuela, que les generan displacer, se convierten en sus enemigos. En otras palabras, lo mismo que hacen muchos adultos lo empiezan a hacer los jóvenes y los niños producto del ambiente generado, el efecto que origina la esencia mediática de la era de las sociedades de consumo. O sea, no les damos tiempo a madurar y ellos ya están convertidos en adultos o en este caso productos súper especializados fallidos que descargan toda su frustración en los demás.

Si se adicionan otros factores esto mismo explica el fenómeno del TERRORISMO que vivimos. Qué coincidencias, el payaso Trompitas, Donald Trump, mandó por medio de una orden ejecutiva al Pentágono y otros organismos para que generaran una estrategia para acabar con el terrorismo a nivel global. Seguramente esa estrategia contemplará erradicar el consumismo en el mundo, porque si van a generar otra guerra es pan con lo mismo, sin mencionar que es el mismo fenómeno del que aquí hablamos pero a escala MACRO, disputa y competencias entre sociedades de consumo.

La solución se nota es muy compleja y comienza en no considerar a los niños y los jóvenes como productos y/o servicios, a aprender junto con ellos a CONSUMIR no a ser CONSUMISTAS, a no sentir por los medios ni otorgarles vida que obvio no tienen. Son los niños y los jóvenes SERES HUMANOS, capaces de pensar y sentir, mostrémosles respeto y aprendamos junto con ellos. Por otro lado es obvio que el MODELO EDUCATIVO DE COMPETENCIA debe ser modificado, en México tenemos tremendo lío porque ni siquiera el modelo de competencia funciona.

¿Queda claro cómo es una verdadera sandez el tratar de bajar la edad para votar y darles mayores “derechos” a los jóvenes de 16 años en un MOMENTO HÍSTORICO en que las estructuras sociales y los medios no lo permiten?

¿Se nota cómo en algunas ocasiones sí se puede contestar qué fue primero, el huevo o la gallina? La idea de consumo está inmersa en nosotros innatamente, es algo que siempre ha estado ahí, ahora se nota más porque el consumo y el consumismo llegaron a su clímax y es irreversible. Partamos por preguntarnos: ¿Cómo CONSUMO?, para saber ¿Qué necesito y qué necesitan los demás?

Qué coincidencias. El chupacabras le mandó un twitter a Enrique Peña Nieto con motivo de los lamentables hechos ocurridos en el Colegio Americano de Monterrey, lo exhortaba a que se comenzara a inculcar valores en las familias y los niños de México. Las cosas de quien vienen, y vienen de alguien que mató a otro ser humano cuando era un niño, sin mencionar que impuso a nuestro país todo un sistema de COMPETENCIA (el TLCAN) cuando no había y no hay condiciones para COMPETIR.