El vicepresidente estadounidense Michael Pence llegó este fin de semana a Seúl, la capital de Corea del Sur en una visita inesperada para charlar con el primer ministro de esta nación Hwang Kyo-ahn en medio de una tensión bélica donde el presidente de Corea del Norte ha hociconeado con la destrucción de los Estados Unidos.

Las fuerzas militares gringas se han movilizado con 3 porta aviones hacia la península Coreana y han decidido llevar a cabo la instalación del sistema antimisiles denominado THAAD en territorio surcoreano previendo un posible ataque desde Pionyang. Esta sería la primer aventura bélica totalmente planificada después de los ataques a Siria por el pretexto del uso de armas químicas contra la población civil y el uso de “la madre de todas las bombas” en territorio afgano para destruir una base subterránea del ejército rebelde Yihadista.

Trump el demoledor

Para muchos analistas Donald Trump está traicionando su promesa de campaña en donde iba a dejar que el mundo se las arreglaría solo y en donde su política y esfuerzos se concentrarían en trabajar dentro de su frontera y para los estadounidenses, por otro lado muchos otros plantean y me incluyo, que Trump está siendo totalmente previsible de acuerdo a su carácter y manera de tomar decisiones aceleradas escudándose en la inmediatez para resolver “problemas” de manera “rápida y eficaz” desde su punto de vista.

Kim Jong  un gran hocicón

La educación y formación de los coreanos del norte tiene dos grandes vertientes, por un lado se basa en la adoración a su amado líder y a su familia a la que le deben rendir culto por haber formado su “grandiosa” patria y por otro lado desde pequeños se les inserta en la cabeza que hay un gran enemigo al que hay que derrotar llamado Estados Unidos, en un franco lavado de cerebro para la población norcoreana que tiene alrededor de 25 millones de habitantes que en su gran mayoría tienen una precaria educación. Corea es quizá el último país que vive bajo la terrible utopía socialista en el planeta con un dictador al mando. Su líder “supremo” heredero de la dinastía Kim tiene como discurso la consigna de derrotar a los malvados estadounidenses donde casi a diario habla sobre la derrota del pueblo norteamericano en una posible guerra contra su “poderosísimo” ejército como un sublime destino de su familia. Claro es la manera de control que ha funcionado desde que su abuelo fundo gracias a su alianza con los rusos después de la segunda guerra mundial a Corea del Norte.

Trump el gandaya

Por otro lado Donald Trump es el clásico tipo que cae en provocaciones, lo ha demostrado en sus debates y discursos, tiene un mínimo de diplomacia y por supuesto la ventaja de dirigir hoy al ejército más poderoso sobre el planeta.

Bush defendió a sus paisanos contra la amenaza terrorista de medio oriente encabezada por Osama Bin Laden que derribó las torres gemelas de Nueva York, Barack Obama terminó la tarea matando al líder terrorista, Trump en campaña desestimó esta lucha y planteó que medio oriente era algo inventado por los políticos estadounidenses para controlar esa zona y que a él no le interesa esa batalla que da por ganada con tan sólo no hacerles caso, pero ahora quiere su propia batalla contra un lejano país que a muy pocos les importa y que no representa una amenaza económica ni bélica salvo para la zona que involucra a Japón, Corea del Sur y China, países muy lejanos de nuestro continente.

Las negociaciones y el ajedrez geopolítico

Michael Pence tiene un encargo primordial, hacer que China y Rusia no busquen interferir en la idea de Trump de demostrarle su poderío militar a Kim Jong Un cerrándole el hocico con unos bombazos. Los más afectados serían los coreanos del sur en una guerra ya que quedarían en medio de la locura bélica de los líderes de Pionyang y Washington deteriorando una de las economías más prominentes del planeta.

Si usted creía que Kim Jong Un estaba loco, se la ha puesto enfrente uno aún mayor.