El Dinosaurio no está muerto. Sigue ahí. En todo caso, los que han desfallecido son los que han intentado liquidarlo. Mientras el PRI ha demostrado ahora que tiene la capacidad de reponerse, el partido del Presidente López Obrador, MORENA, desde su arribo al poder presidencial, no ha tenido la más mínima capacidad de organizarse, de estructurarse y de sostener abajo, con la gente, el respaldo de un proyecto de transformación que no termina de nacer y que, por lo mismo, sufre amenaza de aborto.

Por lo pronto, en Coahuila e Hidalgo, la lucha contra la representación del “modelo neoliberal”, en el terreno de la voluntad ciudadana, “haiga sido como haiga sido”, ha fracasado. Lo lógico era, que ya en su ejercicio de poder inicial, MORENA hubiese tenido la aplastante capacidad de derrotar y liquidar al PRI.

En realidad MORENA existe pero solo en el estricto plano de la formalidad y el requisito legal. Es solo un padrón reducido y aun así su militancia, sus grupos y corrientes se la han vivido permanentemente enfrentados. No está en su génesis enterrar el hacha de guerra. A muchos de sus dirigentes la soberbia y la estrechez los distingue. También los mata.

Queda claro que un partido sin estructura y de la greña está incapacitado para ganar competencias electorales. Queda claro también que ese partido no ganó la elección presidencial sino el carisma, el liderazgo personal de López Obrador con quien, por cierto, no han sido recíprocos.

Es verdad que en 2018 Andrés Manuel López Obrador le propinó al PRI un golpe mortal, pero desde entonces a la fecha el mazo utilizado no se había sometido a una evaluación, al menos, en términos de laboratorio como sucedió ayer en Hidalgo y Coahuila. Sobre todo en este último estado, donde anida el PRI más histórico, más arraigado en estructuras y metodologías de control voto por voto, casilla por casilla.

Pero mientras el PRI ha caminado estos dos últimos años lamiéndose las heridas, trastabillando por la falta de dinero, apoyándose con menos ingresos en sus gobernadores en turno, no ha dejado de hacer lo que ha hecho en pasadas derrotas: aferrase a su estructura, mantenerla en el nivel de funcionamiento aceptable y sacarle raja a toda su experiencia de lucha electoral.

Sin duda, los triunfos contundentes en Coahuila e Hidalgo cambian radicalmente el panorama en los ánimos de la militancia priista en el país. Van ir por todo y con todo el 2021. Al precio que sea y con la apuesta de los poderosos grupos económicos con los que caminaron los últimos treinta años. Sus dirigentes y gobernadores hoy en el poder en ocho estados, saben que el resto de los partidos, incluyendo el PAN, quedaron rezagados y que hoy tienen la oportunidad de encabezar un frente único en contra de AMLO y el desarticulado MORENA. Saben también que para el Presidente y su partido ya es demasiado tarde en el logro de una mínima organización en el terreno electoral, sobre todo cuando en MORENA el tiempo valioso hasta la fecha lo ocupan en desgreñarse.

Las elecciones de ayer domingo en Hidalgo y Coahuila cambiaron de manera importante el escenario electoral en el país para el 2021. Y si la señal clara y la correspondiente preocupación no sacude a los morenistas y al Presidente; si la soberbia sigue siendo el sello central, si no valoran en su justa dimensión al ciudadano que en el 2018 votó consciente de un cambio, y no únicamente impactado por el discurso del entonces candidato presidencial, entonces, aquella decepción del Vicente Fox que prometió echar al PRI para siempre de Los Pinos volverá a repetirse, pero ahora con la diferencia evidente de que el rechazo puede desprenderse de la ancha banda de ciudadanos que ayer se abstuvieron de votar.

El PRI en muchas partes del país, en el 2018, no perdió porque no haya tenido sufragios; hay que decir que en algunas regiones obtuvo alta votación histórica. Pero perdió porque la amplia franja de ciudadanos que no votaban se entregó a López Obrador, justamente los mismos que ayer no quisieron ir a las urnas. Es decir, prefirieron recoger su voto antes que salir de nuevo. La mejor prueba de lo anterior es que el tricolor obtuvo el porcentaje de siempre. No le hicieron mella.

Pero bajo esta nueva circunstancia política y con la inyección de ánimos a los priistas en diversos estados, la lucha interna en ese partido adquirirá fuerza y calor. Pero ese es otro tema que luego analizaremos.