Eran casi las 10 de la mañana del pasado lunes cuando salí del estudio donde platiqué a Ciro Gómez Leyva y su auditorio mis razones para renunciar al PRD y aceptar la candidatura del PRI-Verde a la jefatura delegacional de Álvaro Obregón.

Prendí mi celular y sorprendida encontré decenas de menciones en Twitter. Con el ojo cuadrado me dejaron los tuits de completos desconocidos que sin descaro ofendían, descalificaban y sin reparar me colocaban como delincuente que merecía la silla eléctrica.

Los cambios son necesarios, pero duelen. Aun así, ¿maté a alguien? ¿Ordené la desaparición de 43 estudiantes? ¿Censuré a Carmen Aristegui? ¿Subí el precio del boleto del metro? No, no hice nada de eso, aunque el linchamiento estuvo peor que el dirigido al jefe de la policía cuando reprimió a los manifestantes del 1º de diciembre.

Lo que sí hice fue irme de un partido en el que no me querían. ¿Por qué no me querían? Porque no me quedo callada ante el robo, la corrupción, la simulación y la asociación de funcionarios con la delincuencia. No aplaudo cuando lo dicta el protocolo y soy una mujer incómoda para quien quiere hacer de la Ciudad de México un gran feudo donde 5 familias lo deciden todo.

Mi trabajo no les cuadra; a los delegados perredistas no les parece que los ciudadanos se involucren en las decisiones del partido, los mantienen al margen con huevo y despensas para después repartirse los distritos entre amigas, esposas, compadres o hermanos.

Yo le apuesto a un cambio radical en la forma en la que se hace política hoy en esta ciudad. Dejar atrás las dádivas y enfocarse al crecimiento de la economía local. Pero a los dirigentes perredistas les tiemblan las rodillas al escuchar ?renovación?, ?nuevas generaciones? o ?evolución?. Me recuerdan a los ancianos que defendían el sistema monárquico después de la Revolución Francesa.

Regresando al cólera colectivo que desató mi brinco de un color a otro, parece que lo que derramó la bilis de los revolucionarios de Twitter y defensores de la patria y el petróleo fue que el partido que me invita a hacer un verdadero cambio en Álvaro Obregón es ni más ni menos que el Partido Verde Ecologista en alianza con el PRI.

Sí, dejé atrás al PRD de Cuauhtémoc, de Jesús Ortega, de Abarca, de Toledo y Valencia, de Bejarano, de Aguirre y de Martí Batres.

Sí, soy candidata del PRI de Carlos Salinas, de Enrique Peña, de Dulce Ma Sauri, de Luis Donaldo y de Adolfo López Mateos.

No me queda más que seguir mi camino, ese que tracé hace mucho, y sentir pena por aquel que utiliza todas sus fuerzas en condenar y no gasta ni un minuto del día en protagonizar su propia historia.

Agradezco a la dirigencia del PRD en el DF por sus incesantes recordatorios, y a mis excompañeros de la oficina de San Luis Potosí esquina Córdoba porque sé que aún les quita el sueño lo que hago o dejo de hacer. (Nota de redacción: Ahí se ubica la oficina de López Obrador)

 ?Si es fácil abusar más fácil es condenar,            

y hacer papeles para la historia

para que te haga un lugar.?

 Silvio

 ?Ese hombre que por dichos o por hechos,

es alabado tanto.

Se cuide de sí, se cuide de él solo.

Porque hay un poder perverso

en creer merecerlo todo.?

Silvio

Nota: La primera parte del título de esta columna la tomé prestada de la obra de Mónica Lavín que retrata el espíritu femenino de la época de Sor Juana Inés de la Cruz.