Durante años he vivido con la idea de que tener un apoyo de la seguridad social, o bien en México denominado como Seguro Social era un beneficio e incluso una necesidad básica por cualquier emergencia.

He consumido comerciales donde tanto el Presidente de la República actual Felipe Calderón y el gobernador del Estado  de Puebla Rafael Moreno Valle Rosas presumen de cuántas miles de personas han sido afiliadas al programa del Seguro Popular.

Como ciudadana, y tal vez ingenua, pensé: “Es un gran aporte y beneficio que tantas personas por fin cuenten con un servicio médico”. Pero no.

La sorpresa es que efectivamente miles de personas han sido afiliadas a un cínico y embustero programa donde la gente recibe una atención en pésimas condiciones. Lo que más me indigna es que estas personas no conocen otro tipo de atención y si así fuera, no valdría la pena quejarse, porque como diría un comercial del Partido Verde: “¿Y de qué nos sirve?”

Ahora voy a relatar lo que me tocó presenciar la noche del viernes 25 de mayo del 2012 a las 23:50 horas.

Recibimos una llamada informando que una familiar estaba en Urgencias del Hospital de la Mujer ubicado en el Hospital General del Sur en Agua Santa, Puebla.

Al llegar a dicho hospital me sacó del estacionamiento un policía adormilado diciéndome que solamente es para médicos dicho estacionamiento e invitándome a sacar el coche a la calle… pido una disculpa porque olvidé tomar una fotografía tanto al estacionamiento VACÍO como a la calle donde se respiraba inseguridad en todo momento. Recé por encontrar mi coche al salir. ¿Dónde estaba la seguridad que tanto presume el Gobernador? Debo inferir que echándose unos tacos, lejos de la zona.

Una vez llegado a la unidad de Urgencias del Hospital de la Mujer visualicé aproximadamente 40 personas (90% mujeres) con cobijas, sobre cajas de cartón durmiendo. Esperando ser atendidas y recibir informes de sus familiares. Y se preguntarán: ¿Para recibir informes llevan cobijas? Sí, porque en urgencias no habían médicos hasta las 7 de la mañana del día siguiente. Evidentemente estas personas ya conocían la metodología del hospital. La única ingenua era yo.

Pensé: ¿Por qué la sala de espera está vacía y dos policías están viendo la televisión? Así que me aventuré para sentarme como lo que soy, una persona. El policía se dirigió antes de poner mi primer pie adentro indicándome a mí y demás acompañantes que estaba prohibida la entrada a la sala de espera y que por favor no obstruyéramos la entrada….¿? Le pregunté el motivo, su respuesta fue: “Recibimos órdenes”.

En una ocasión un policía, con una lista de pacientes llamó a los familiares de una internada. En otra ocasión fue una enfermera. Lamentable.

El cúmulo de sentimientos que experimenté durante una hora es indescriptible. Miraba a mí alrededor y debo reconocer que comenzó a brotarme una lágrima. Una señora en tono alto y mirándome expresó: “Esto es una vergüenza, los vigilantes viendo la tele y nosotros como animales durmiendo en la calle, no entiendo por qué no podemos entrar”.

Este escrito es algo que quedará acumulado en la nube digital, o bien en un disco duro, olvidado, finalmente es una queja de una ciudadana más que si no le gustan las condiciones pues que se vaya a un hospital privado. Y no tengo la menor duda, pero que yo asista a un hospital privado no hace desaparecer el problema. Que no mire a mí alrededor como hace el gobernador, no implica que los problemas no existan. Que sus secretarios y subsecretarios le mientan por miedo a despidos diciéndole que todo está bien… indica que hay un grave problema. No se puede decir: A mí nadie me informó. ¿Acaso hace falta que le informen? ¿Acaso con una mirada no se da cuenta de cómo viven las personas? ¿A lo mejor si les cambiamos la ropa y el color de piel parecería que está en Suecia porque no ve diferencia? POR FAVOR.

Pero mayor es mi indignación cuando me encuentro una nota del 16 de marzo del presente en La quinta Columna,  donde la Secretaría de Salud buscará certificar el Hospital de la Mujer. Eso me hace pensar en cuantos lugares existen certificados siendo un bulo. Cuando realmente no pasan ningún control de calidad ni pruebas reales, sino un buen ingreso al certificador.

No soy periodista, para la tranquilidad del Gobernador, pues si así fuera sería de las incómodas que finalmente como muchos, día a día se juegan a la vida y no se atreven a escribir lo que ven por miedo a ser reprendidos, despedidos o anulados como medios.

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