Todos en algún momento de la vida nos hemos sorprendido al experimentar una emoción generada por algo que consideramos maravilloso o extraordinario. Puede ser desde la palabra más “simple” hasta una experiencia de vida. Constantemente sentimos emociones y las registramos en la memoria como experiencias importantes. Las emociones nos ayudan a enfatizar algo entre la gran cantidad de información que percibimos durante nuestra vida cotidiana. Las emociones dejan una marca en la memoria que puede perdurar por años y determinar nuestra conducta. En este sentido, no olvidamos con facilidad un encuentro agradable o una amarga experiencia y reaccionamos en función de la pura emoción. Sin embargo, hemos aprendido que controlar las emociones es una pieza esencial de nuestra convivencia social, por lo que también requerimos de la racionalidad. 

Cuando se habla de arte, empieza todo un debate sobre ¿qué es la belleza?, y que relación existe entre la emoción y la razón. Platón y Aristóteles se ocuparon de reflexionar sobre la belleza y de lo que hoy día consideramos como arte. Gracias a la emoción y la razón contamos con la capacidad de interpretar y de encontrar un significado a todo lo que percibimos. Cada persona cuenta con una forma de interpretar su mundo creando su propia cosmovisión. Sin embargo, también existe un lenguaje universal que debe ser afín a un grupo muy amplio de personas y ese leguaje es el arte. Cuando un artista recrea estéticamente algo de la realidad, lo hace apoyándose en una forma de expresión, sea la escritura, la música, la pintura, la escultura. Hacer arte no es algo simple, es necesario aprender y desarrollar el oficio de artista pero, sobre todo, es necesario contar con el talento para expresarse. Aquí es donde se ha discutido abundantemente sobre la naturaleza de un artista. ¿El artista nace o se hace?

Para crear arte es necesaria la creatividad, encontrar soluciones de expresión que no se hayan explorado hasta el momento en el que vive el artista, es conjuntar interpretaciones que no son de fácil asociación. Y aquí es donde la neurociencia ha aportado mucho en los últimos años. El artista no es alguien con dotes divinos o de naturaleza atormentada, o peor aun, no es alguien que padece un trastorno mental. Algunos científicos han tratado de examinar qué rasgos pueden ser comunes a los artistas. De primera instancia se consideró que debido a que algunos artistas cursaron a lo largo de sus vidas con conductas emocionalmente inestables, episodios trágicos, o personalidades extrovertidas, esa podría ser la base del genio artístico. Sin embargo, una gran cantidad de estudios científicos que se han ocupado del tema han mostrado que eso no es así. En estudios masivos se demostró que un factor que sí compartían un grupo muy alto de artistas es contar con rasgos de personalidad excéntricos, en este sentido todos recordamos al estereotipo del artista en Dalí. Pero dichos estudios también mostraron que esos rasgos no son indicadores de trastorno mental o de ser artista. En este sentido, lo más importante que ha demostrado las neurociencias del arte es que: si consideramos el número de artistas que han cursado con un trastorno mental, puede encontrarse una alta relación, sin embargo por el contrario, evaluamos el número de pacientes que cursan con un trastorno mental y contabilizamos cuántos son artistas, ahí la relación no es en absoluto significativa. Por otro lado, cuando una persona es aquejada por un trastorno mental y se encuentra en un periodo agudo de su padecimiento, es imposible que pueda crear, es muy poco probable que encuentre la creatividad necesaria y simplemente es complicado que pueda mantenerse trabajando. Un punto muy importante que hay que destacar, es que ninguna persona, artista o no, puede ser productivo bajo los efectos de una crisis psico-emocional. Los que son verdaderamente artistas y que sufrieron alguna crisis, son capaces de traducir al lenguaje artístico todas sus experiencias una vez transcurridas sus crisis. Otro punto que se ha debatido es que los trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia, el trastorno bipolar o la depresión son la base para que los artistas plasmen sus emociones. Los últimos estudios han demostrado que no es así, no es posible crear cuando se padecen las etapas agudas de estas enfermedades.

La creatividad reside en encontrar un lenguaje inédito realizando asociaciones que no se conocían antes. Todos los humanos tenemos la capacidad de crear, de plasmar emociones, de buscar nuevas formas de expresión, pero es menester aprender a expresarse. En este sentido enseñar artes es una de las mejores inversiones que una sociedad puede tener. El arte alimenta y ayuda a crear a una sociedad más humana.