Jurídicamente Felipe Calderón, será Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos hasta el treinta de noviembre de dos mil doce, esta semana que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emita la declaración de validez de la elección Presidencial, políticamente será un cadáver que niega reconocer su muerte, dominado en la soledad por sus miedos y temores propios de final de sexenio.

Las solicitudes de audiencia, las llamadas telefónicas a la poderosa red de la Presidencia de la República, disminuirán sensiblemente, la conducta de los miembros del gabinete tendrá otro matiz, pues en las altas esferas de la administración pública, privará el deseo de no ser llamados para acordar con el rey que está a punto de morir, ahora será más viable visitar el Bellinghausen, que la Residencia Oficial de los Pinos, pues en el primero existe la esperanza de “coincidir” con alguien de la primera línea del Lic. Enrique Peña Nieto, para por supuesto “ponerse a sus órdenes” con la información y proyectos que requieran. 

Así sin pena ni gloria terminarán doce años de panismo, quienes hasta el último día se comportaron como oposición, nunca supieron ser gobierno; se van los “ciudadanos” de Acción Nacional que prometieron un cambio pero en esencia adoptaron las peores practicas del sistema político mexicano; se van los “valientes” que pretendieron combatir al crimen organizado pero fueron incapaces de actuar penal y administrativamente contra quienes acaparan el huevo; se van quienes demostraron que el incendio de una guardería o el ataque a una camioneta de una misión diplomática no tiene mayores consecuencias; se van quienes en la retorica se asumen defensores de los migrantes, pero son incapaces de expedir un reglamento a la Ley de Migración; se van quienes los ciudadanos decidimos en las urnas, no queremos nos vuelvan a gobernar.