El ser servidor público es tener la oportunidad de trabajar para todos, para un bien común, es prestar un servicio que sea de utilidad social. Es decir, toda acción que realiza un servidor público debe tener como fin último (primero y único) el beneficio de otras personas, sino de toda la sociedad por lo menos del sector más grande posible, nunca debe ser para unos cuantos, menos para los amigos o familiares, el servicio público no debe generar ganancias privadas más allá del salario que se percibe por el trabajo realizado.

Durante mucho tiempo y en muchas áreas de los diferentes niveles y sectores del gobierno debido a la debilidad del marco normativo e institucional se abrieron espacios fértiles para la corrupción y la impunidad, minando la credibilidad del gobierno y la confianza ciudadana, la progresiva incapacidad de respuesta por parte de las instituciones hacia la ciudadanía en trámites y servicios públicos ha dado como resultado la baja calidad con que éstos se otorgan, dejando de manifiesto la corrupción y en el mejor de los casos, la displicencia y negligencia para atender la voz de los usuarios, socavando con ello la vigencia del Estado de Derecho.

En el gobierno, la atención ciudadana ha tenido su propia evolución pero siempre de un modo reactivo ante la petición, queja o denuncia del ciudadano, y aun así, pareciera que como servidores públicos hacemos o nos hacen el favor de atendernos; digo que hacemos o nos hacen porque a los servidores públicos parece que se nos olvidan algunos ?pequeños? detalles:

Nuestro sueldo proviene de la hacienda pública, es decir, nada más cierto que el pueblo es nuestro patrón, podremos tener superiores jerárquicos o ?jefes? pero el patrón es el pueblo, la sociedad como tal.

Se nos olvida que todos, absolutamente todos (por lo menos así debiera de ser), en algún momento estamos del otro lado del escritorio, de la ventanilla; todos somos usuarios de algún bien o servicio público y con qué cara podemos quejarnos del mal servicio, de esperar mientras aquellos que atienden terminan de desayunar o platicar, con qué calidad moral levantamos la voz y señalamos algún acto de corrupción (tan insignificante a veces como la cooperación para el refresco) si cuando estamos en nuestro rol de servir al público hacemos todo para no atenderlos, mucho menos para entenderlos.

La atención ciudadana es una puerta de referencia. Facilita el acceso, la comunicación y la relación, entre instituciones y las necesidades de la gente, debiera servir para agilizar las gestiones administrativas otorgando un servicio de calidad, es conocer de viva voz la necesidad o problemática del usuario, muchas veces tenemos la oportunidad de ayudar con tan solo escuchar, si bien no tenemos la obligación legal de conocer todos los trámites y servicios que otorgan las diferentes ventanillas gubernamentales, sí tenemos la obligación moral de hacer nuestro mejor esfuerzo por orientar y tratar de canalizar hacia la ventanilla correcta al ciudadano que tenemos enfrente, o en el teléfono, solo se trata de escuchar y poner atención, no siempre se les podrá resolver el problema, pero tampoco es justo que le compliquemos más la vida y les pongamos encima la carga de la frustración.

He tenido la gran oportunidad en diferentes dependencias e instituciones de tener un trato directo con la gente, he comprobado que el agradecimiento que proviene de una sonrisa, un gesto, un buen apretón de manos y hasta un fuerte abrazo te deja una satisfacción muchas veces indescriptible, de esa que te hace sonreír orgulloso; he escuchado comentarios tan desagradables, el que menos se refiere a que nada más me quitan mi tiempo, de apestosos y mugrosos no los bajan otros, no seamos extraños e indolentes, todos los servidores públicos nos alquilamos para servir, para atender, seamos conscientes de que no es ?nuestro? tiempo, es ?su? tiempo, ellos pagan nuestra jornada laboral, la oficina, escritorio, papel y demás implementos y herramientas a tu alrededor no son tuyas, ellos las pagan para que tú los atiendas.

Que son gente humilde y muchas veces se presentan con su ropa sucia y sin oler a tu loción o perfume favorito, ¡pues claro que no! Observa sus manos, ve la tierra entre sus uñas, vienen de trabajar, de sembrar, cosechar, limpiar, analiza sus negros tobillos y los surcos de su rostro, ahí está su historia, no se vale que los evites, si no puedes resolver su problema díselos, no les des faltas expectativas y mucho menos abuses de su desconocimiento, podrán ignorar algunos aspectos sobre las leyes y competencias, pero no ignoran que tú que ocupas un cargo público debes de tener la preparación necesaria para ocuparlo.

Desde aquí la invitación a enaltecer el servicio público, ya sea en la calle, en una ventanilla u oficina, haz todo lo que esté a tu alcance para que después de que los atiendas, al despedirse de ti, recibas ese apretón de manos y puedas observar en sus ojos ese brillo oculto entre sudor y tierra.

?Debemos considerar a la Nación en un concepto similar al de familia. Nuestra Nación debe ser nuestra gran familia, todos los que conformamos este pueblo estamos hechos de un pasado común, somos un presente en crisol y debiéramos tener una visión compartida del futuro. El fin de quienes tenemos la oportunidad de ejercer el servicio público es el propio Servicio a la Nación.

Para críticas, sugerencias, recomendaciones y comentarios estoy a sus órdenes vía twitter @dgv1968