Jaime Rodríguez, el Bronco, tomó protesta como el primer gobernador resultado de una candidatura independiente.

Con ese solo dato ya hizo historia, ya marcó un antes y un después en la democracia mexicana. Logró tirar mitos. Su triunfo demostró, entre otras cosas, que no hace falta invertir millones de pesos en campañas para ganar una elección. Obtener el 48.8% de la votación ?un millón 20 mil 552 sufragios? representó una lección y un castigo no sólo para los partidos políticos de Nuevo León, sino del país; y, sin duda, su popularidad contrasta con el rechazo que hoy siente la sociedad hacia las fuerzas políticas tradicionales que el electorado en la actualidad identifica con corrupción e ineficiencia.

Hasta ahí, todo va bien para el Bronco. Sin embargo, su personalidad y la idea que tiene de la democracia plantean una serie de dudas. La primera de ellas y tal vez la más importante es si con el Bronco ya nació en México una nueva y mejor manera de gobernar, de hacer política, o si estamos ante un fenómeno semejante al de Vicente Fox.

El discurso que pronunció al rendir protesta como gobernador de Nuevo León logró el aplauso y la hilaridad de gran parte de los presentes.

Advirtió a su antecesor que meterá en la cárcel a todos aquéllos que hayan defraudado las arcas del estado ?incluyendo al propio exgobernador Rodrigo Medina?; que llega para romper con todos los vicios de la política tradicional mexicana y que, desde ahí, desde el Cerro de la Silla, se convertirá en el próximo presidente de la república.

Fue inevitable que el Bronco nos recordara ?por sus desplantes y ocurrencias rancheras? al guanajuatense que logró ganar la Presidencia de la República en el año 2000, hablando a los mexicanos de ?tepocatas, alimañas y víboras prietas?.

Fox, como el Bronco, también nos dijo que iba a acabar con la corrupción, y a partir de que llegó a Los Pinos no hizo otra cosa más que utilizar el poder para hacer negocios.

Las candidaturas independientes han logrado reactivar el interés en los procesos electorales ?como quedó demostrado en Nuevo León?, sin embargo, el éxito o futuro fracaso de esta figura va a depender de lo que un ?Bronco? logre como gobernador.

Jaime Rodríguez ha dado a entender que su autonomía partidista lo vacuna contra cualquier tipo de corrupción. El tiempo dirá si su independencia es auténtica o si, ahora, serán empresarios y ya no políticos quienes defrauden las arcas públicas.

No asusta que, desde la derecha, busque romper el orden establecido. Lo que preocupa es que su populismo esté vacío; como vacío está el populismo de izquierda de Andrés Manuel López Obrador.

Aunque más pensante que el tabasqueño, el norteño no deja de ser radical. Ha dicho que las candidaturas independientes han nacido para acabar con los partidos políticos. ¿Así de plano? ¿Qué acaso no podrían coexistir? También ha llegado a mencionar que se relacionará con el Congreso local lo estrictamente necesario.

Con éstas y otras frases no sabemos si el Bronco es un demócrata o un autoritario. No vaya a resultar una réplica de Alberto Fujimori: cuando estuvo harto del Congreso y del Poder Judicial de su país ?de Perú?, porque no hacían lo que él quería, los mandó disolver.

Llega al gobierno de Nuevo León un enigma.

Beatriz Pagés