En 2013 y 2014, cuando el gobernador Roberto Borge Angulo estaba en el punto más alto del poder luego de despedazar a la oposición en las elecciones locales intermedias y mantenía un control casi absoluto de la política y los medios de comunicación, emprendió una estrategia para fortalecer su imagen en Twitter, su red social favorita, donde registró una popularidad inusitada gracias al uso de los famosos “bots”.

La supuesta influencia del joven gobernador quintanarroense no pasó desapercibida, pues con menos de 100 mil seguidores -contaba con unos 80 mil a mediados de 2014- lograba una tasa de “retuiteos” superior a la de cualquier político mexicano, incluyendo al presidente Enrique Peña Nieto, que lo superaba diez a uno en seguidores.

Cualquier mensaje lanzado a la red social del pajarito azul desde el celular del mandatario, sin importar su trascendencia, era replicado en cuestión de minutos por miles de cuentas, unas cuantas verificables, pero la mayoría claramente eran usuarios falsos creados ex profeso para hacer parecer a Roberto Borge un verdadero influencer, un político tuitstar.

El gobernador quintanarroense nunca fue muy popular entre la población, aunque era el rey de la clase política. Antes de 2013 recibía un promedio de 300 reenvíos de sus mensajes vía Twitter, principalmente retuiteados por miembros grandes, pequeños y pequeñísimos de esa clase política local, que conocedores de la afición de Borge a las redes sociales, demostraban la lealtad a su jefe máximo en forma digital.

Pero eso no le era suficiente, y quizá por sugerencia de sus asesores en materia de redes sociales y marketing político decidió construir un muro a su alrededor, al estilo del fabuloso cuento del Príncipe feliz de Óscar Wilde, para no ver su realidad en ese mundillo virtual.

De repente la tasa de “retuits” saltó de 300 a 500, de 500 a mil, y de allí hasta tres, cuatro, cinco y hasta seis mil reenvíos. La burbuja de Borge en el Twitter había nacido.

Por ejemplo, el 21 de abril de 2014 desde su cuenta verificada compartió un par de fotografías aéreas de Cancún e Isla Mujeres, las cuales alcanzaron 3 mil 600 y 3 mil 400 retuits respectivamente. El 25 de abril tuiteó la efeméride del natalicio de Belisario Domínguez, que fue retuiteada nada más 4 mil 300 veces.

El 3 de mayo de ese mismo año felicitó a los albañiles en su día con una imagen que fue replicada 3 mil 900 veces; el 6 de junio la felicitación a los taxistas alcanzó 3 mil 300 retuits, y el 18 de junio, sus congratulaciones por el día del empresario se reenvió en esa red social 4 mil 100 veces.

Esto, por supuesto, es solo una pequeña muestra, pues cada tuit enviado desde mediados de 2013 y todo el 2014 recibía un tratamiento similar. En contraste, los mensajes del presidente Enrique Peña Nieto en Twitter casi nunca alcanzan los mil retuits, salvo cuando conlleva un mensaje de alta importancia. Difícilmente se encuentra en el timeline del presidente un tuit con tres o cuatro mil retuiteos.

La popularidad inflada a pulmón de bots de Roberto Borge fue exhibida en su momento por la organización Artículo 19 y por medios nacionales como Aristegui Noticias y Sin Embargo. Pero a partir de 2015, la burbuja empezó su declive hasta llegar a su mínima expresión en la actualidad, justo cuando su tiempo como gobernador se le escurre entre las manos.

Sus nuevos tuits están lejos del “impacto” de los de hace dos años, pues ahora su promedio de retuiteo por mensaje es de solo 140. Por ejemplo, el miércoles 13 de julio su tuit más exitoso fue el de la inauguración de las obras en la Avenida Huayacán de Cancún, que fue retuiteado 158 veces, muy lejos de los millares que presumía.

Y es que aparentemente cuando el poder sale por la puerta, los “bots” saltan por la ventana. Ni hablar.

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