La carcajada o la vergüenza de la semana pasada fue la confirmación de que no hay tal cosa parecida a un presumido y profusamente difundido nuevo rostro del PRI. Carcajada para quienes siempre han sabido que nada nuevo es posible bajo el PRI. Vergüenza objetiva para todo el país: Quienes han sido parte fundamental del declive mexicano de los últimos 30-40 años, continúan allí. Les sustituyó formalmente el PAN (acordado pase de estafeta), pero ellos nunca se fueron.

Emilio Gamboa Patrón, miembro del PRI desde 1972, es el “nuevo” coordinador de los senadores de su partido, luego de ser el viejo coordinador de los diputados. Luego también de 40 años de medrar del presupuesto público para sí y sus amigos (recordar a Kamel Nacif, “El rey de la mezclilla”, hijo o “apá” de Gamboa y de Mario Marín, “El héroe góber precioso”, y protector del pederasta sentenciado Jean Succar Kuri). Hay sí, una novedad en este rostro priista, la sonriente fotografía a dedo gordo levantado en señal de futura victoria, junto al narcotraficante priista detenido en Madrid.

Manlio Fabio Beltrones es el “nuevo” coordinador de los diputados del PRI después de ser el viejo coordinador de los senadores del mismo. Tiene una militancia priista anterior a 1982, cuando iniciara su escalada como diputado federal por Sonora. Más de 30 años de medrar del presupuesto público para sí y sus amigos. Uno de los datos particularmente oscuros de su carrera es el presunto vínculo que con el narcotráfico estableciera The New York Times en 1997; aunque haya posteriores aclaraciones de “inocencia” a cargo de la PGR de Calderón (2007).

Curioso que ambos personajes intercambiables tengan esta peculiar correlación exhibida por una fotografía reciente y una denuncia periodística internacional distante.

“No se cuecen al primer hervor” estos hombres, como se dice. Pero suponiendo que lo determinante en el vigor y el espíritu juvenil no fuera la decadencia del pellejo y los órganos sino la actitud, la autocrítica para una mejor visión de futuro, y que en ello tanto Gamboa como Beltrones fueran a la vanguardia, estaríamos quizá ante la remota posibilidad de una lozana faz en contraste con, revirtiéndose de, su pasado. Que hubieran recapacitado de sus anteriores yerros tanto personales como partidistas por haber contribuido a la debacle mexicana y estuvieran dispuestos a iniciar una nueva etapa, ahora sí, en la cual su mayor deseo y voluntad fuera trabajar por amor y en beneficio de México y los mexicanos.

¿Pero es así? ¿Qué dicen las primeras declaraciones tras jurar en la toma de posesión de sus cargos partidistas para las respectivas cámaras en el glorioso Auditorio Plutarco Elías Calles? (juramentos tomados, a propósito, ante la lozanía de alguien como Pedro Joaquín Coldwell y en la presencia núbil de Jesús Murillo Karam, Miguel Osorio Chong y otras frescas caras del PRI).

En la ceremonia en que se invistió a los nuevos líderes –bajo la novedosa práctica de la unanimidad ordenada con antelación- Peña, como posible presidente de México a la espera de la decisión de un TRIFE abrumado ante las evidencias de irregularidades presentadas por el Movimiento Progresista, dijo que habrá una estrecha colaboración con ambos líderes y sus representados; tendrán una “muy sana cercanía”.

Beltrones escribió en su cuenta twitter: “Los diputados del PRI seremos la voz legislativa del gobierno, para aplicar la propuesta de cambio con rumbo que ganó la mayoría“. Algo semejante declaró Gamboa y con ello la independencia de poderes no es más que una vacilada poco innovadora.

Desde la conocida arrogancia priista de hablar en nombre del país, de todos lo mexicanos, Peña, Beltrones y Gamboa han anunciado que “los une México”. ¿Para qué? He allí el punto esencial: para llevar a cabo las ansiadas “reformas estructurales que el país necesita” y de la cual todos hablan y estarán hablando en los próximos años. Entre ellas destaca, naturalmente, el acentuar la privatización de PeMex, lo cual no es primicia, pues ha sido el objetivo fundamental del PRI (en colaboración con el PAN) desde hace décadas. ¿Novedad?: presidente y líderes camarales de su partido en un mismo propósito: el resquebrajamiento nacional (obvio, desde la perspectiva de quienes tienen o desean otro proyecto para el país, el del interés nacional).

No hay rostro nuevo, sino un carcamán, un engendro arrugado con una máscara jovial simulada que amenaza con partirse en guijarros. No hay sorpresas. Debiera haber afrenta, pues el PRI que se muestra es el organismo abyecto de siempre –no cabía esperar otro- el que ha contribuido a la debacle del país en los últimos 40 años. No hay novedad sino degradación y carcajada.