Las balas no matan, lo que mata es su velocidad...

Los automóviles no consumen gasolina, lo que los hace consumir gasolina son las distancias que tienen que recorrer...

Y el problema es que los automóviles consumen más, mucho más gasolina en ciudades mal planeadas, que parecen haber sido hechas no para la gente, sino para los automóviles que los transportan.

Por eso es tan “grave” el desabasto de gasolina para ciudades que se caracterizan por su baja densidad y por las consecuentes enormes distancias que separan las viviendas de las escuelas y lugares en que trabajan sus habitantes.

Esa es la historia que viven los cerca de 7 millones de personas que viven en los municipios que forman conurbación con la Ciudad de México y que día con día pasan horas en el transporte público o en sus coches para salir de sus casas a trabajar o estudiar.

Y esa es la historia en muchas otras ciudades mexicanas, que sin tener la dimensión de la capital del país, enfrentan por igual las consecuencias de la falta de planeación y la obsolescencia de su regulación urbana.

Y conste que incluí en la ecuación al transporte público, aun y cuando la mayor parte de esta población flotante no tiene acceso a un transporte público decente, y si no es en automóvil propio, tiene que moverse en los tristemente célebres peseros o en igual de tristemente célebres camiones, que además de dar un pésimo servicio, dejan a sus usuarios al alcance de todo tipo de delincuentes.

Ni hablar, el desabasto de gasolina es una tragedia en ciudades que se han hecho para los automóviles y no para la gente.

Y si bien es cierto que en estos momentos hablar de movilidad es un mero tema de coyuntura en el contexto de la guerra que el gobierno federal le ha declarado a las mafias del huachicol, no falta razón a quienes dicen que no estaría de más aprovechar la oportunidad para sacar al análisis la agenda de la movilidad sustentable.

Y sin embargo el tema va mucho más allá, y en lugar de limitarse a la necesidad de asumir objetivos encaminados a mejorar los sistemas de transporte público o alternativo, sería importante ir al origen de muchos de los enormes problemas que enfrentan nuestras ciudades; la falta de planeación, de inversión en toda clase de infraestructuras  y de adecuados instrumentos de regulación urbana...

Porque más que pensar en bicicletas o nuevas líneas de Metro, habría quizá que empezar por crear condiciones que impidan que la gente se tenga que ir a vivir cada vez más lejos de sus lugares de trabajo y las escuelas de sus hijos.

Habría quizá que empezar por entender cuál debe ser el futuro de nuestras ciudades... Y cuáles en consecuencia sus estructuras físicas y las estrategias que se deben usar para conducir su crecimiento y consolidar sus actuales manchas.

La crisis a que nos enfrenta el desabasto de gasolina es una buena oportunidad para entender el papel que  planeación y regulación urbanas juegan en el proceso de dar forma a ciudades humanas, justas, competitivas y sustentables.

Nos tendría que hacer pensar en las ciudades a partir de una visión integral, en que humanismo, eficiencia, competitividad, inversiones, gestión de gobierno, participación ciudadana y protección del medio ambiente, sean factores que se sumen, mezclen y complementen, generando sistemas armónicos que provoquen mejores calidades de vida.

Hay que evitar que las casas se sigan alejando del centro de las ciudades... Hay que hacer que los usos de suelo sean la varita mágica que defina el cumplimiento de las vocaciones urbanas... Hay que invertir en generar todas las infraestructuras necesarias para generar futuro urbano.

Porque el transporte público no es un fin en sí mismo... Debe ser parte de una solución planteada a partir de una propuesta integral.

Hay que reducir la dependencia de gasolinas y entender que eso solo será una disrupción de fondo en la medida en que se transformen las estructuras de nuestras ciudades.

Hay que entender esta crisis como una oportunidad; pero no solo como la oportunidad de sacar a pasear la agenda de la movilidad, porque esto de muy poco servirá si al hacerlo no se hace sobre un entorno propicio respaldado por nuevos instrumentos de planeación, inversión y gestión urbana.

La falta de gasolina es una de las peores pesadillas para quienes habitan o gobiernan ciudades que crecieron sin planeación y tomaron el camino fácil de entender el automóvil como el complemento preciso para la expansión anárquica de las manchas urbanas.

Los grandes embotellamientos no han sido disuasivos suficientes para llevar a los gobernantes a pensar en cambiar radicalmente los procesos urbanos.

Increíble, pero quizá sean las consecuencias de la falta de gasolinas lo que lleve  a gobiernos y ciudadanía a apostar por nuevos modelos de planeación urbanos; modelos que reduzcan las distancias y fortalezcan transporte e infraestructuras públicas.

· Horacio Urbano es presidente fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas inmobiliarios y urbanos

Correo electrónico: hurbano@centrourbano.com

Twitter: @horacio_urbano