He visto con preocupación una narrativa en medios que no cede, y de hecho se hace más fuerte mientras pasan los meses. Una crítica desdeñosa a las intenciones del gobierno federal de “salvar a PEMEX”, cueste lo que cueste, y a aumentar la capacidad de refinación de petróleo del Estado mexicano, a través de la rehabilitación de las refinerías existentes y la construcción de una nueva, en Dos Bocas, Tabasco. Dicen que los combustibles fósiles ya no son viables para el desarrollo, que las refinerías son también cosa del pasado y que si PEMEX está tan endeudada mejor habría que dejarla quebrar. Las tres aseveraciones son insostenibles.

El acto de gobierno, en su estado más puro, involucra la decisión político - presupuestal, es decir, la elección de una alternativa sobre otras, para que algo se haga, y por ende, otras cosas dejen de hacerse, pues las necesidades sociales son siempre más de las que los recursos existentes permiten atender. El acto de gobierno implica decir que no a 10 cosas cada que se dice que sí a una. En este contexto, siempre habrá partes interesadas que se resientan de la decisión, cuando no les favorece a ellos. Es normal.

Dicho lo anterior, me parece que el caso de la recuperación de la capacidad petrolera del país debe tomar en cuenta ciertos argumentos que los críticos parecen omitir, o desconocer. Concretamente, propongo introducir al debate los siguientes puntos:

- Los ingresos de PEMEX son el ingreso más importante del gobierno. Pese a que la economía mexicana se ha diversificado con buen éxito a lo largo de las últimas décadas, es un hecho que, sobre todo en lo que respecta a las finanzas públicas, la dependencia de los ingresos petroleros sigue siendo significativa; la primera consecuencia de esto, es que los ingresos estatales son muy vulnerables a los de la empresa productiva, y si esta última está en crisis, también lo estarán las arcas del Estado. Las finanzas públicas sanas son un presupuesto de la estabilidad económica de un país. Es apremiante fortalecer la capacidad recaudatoria del estado para reducir esta dependencia, pero por ahora, hay que decidir con la realidad que se tiene enfrente.

- La calificación de PEMEX es determinante en la calificación de la deuda país. Relacionado con el punto anterior, pero con efectos independientes, hay que recordar que los mercados se guían por las prospectivas y calificaciones de empresas privadas, que tienen el monopolio de la “certificación” de viabilidad financiera de países y grandes empresas, las firmas calificadoras. En el caso de México, y pese a que el gobierno federal ha exhibido más de una vez las inconsistencias de sus opiniones y calificaciones, no puede darse el lujo de bajar su nota de deuda, puesto que, en palabras simples, mientras peor califiquen a México, más caro nos saldrá el financiamiento, y vivimos en un mundo donde el financiamiento a gran escala es inevitable. Aún así hay que reconocer la disciplina fiscal que ha tenido la 4T para mantener lo más bajo posible el endeudamiento.

- La suficiencia energética implica fortaleza a contingencias globales. El reciente conflicto de Estados Unidos con Irán tiene muchas aristas. Pero hay una de ellas que los analistas políticos estadounidenses están expresando como sin precedentes. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, donde los países de medio oriente podían presionar a EU a través del control de la oferta petrolera, nuestro vecino del norte, por primera vez desde que comenzaron a llevarse indicadores petroleros en la década de los 70s, se ha convertido en un país exportador, y no importador de petróleo, puesto que exporta al día 89000 barriles más de los que importa. Eso lo ha hecho menos vulnerable a las crisis geopolíticas de los países árabes, y eso puede cambiar el escenario de equilibrios globales.

Cabe mencionar que las acciones para generar cada vez más energías limpias han corrido paralelas a las de rescate de PEMEX, pero de ninguna forma pueden reemplazar por completo al petróleo; no en México, y no a nivel mundial. Hacerlo sería condenar a la marginación durante varias décadas a millones de mexicanos. La transición energética debe correr paralela al aprovechamiento eficiente de los recursos petroleros.

En pocas palabras, cuando el presidente de México expresa su anhelo de que México sea autosuficiente en materia energética, no está mirando al pasado; está comprendiendo el presente y cimentando para México un mejor futuro.