En nuestro país los desechos que producimos siguen siendo un lastre del que nadie quiere hacerse cargo.

 

Rechazar que en determinada demarcación opere un centro de control y disposición de residuos es una actividad políticamente muy redituable y, por el contrario, cargar con la responsabilidad de haber aprobado un centro de disposición de desechos se convierte en un lastre para el político que se atreva a emprender semejante tarea.

 

Lo que no puede posponerse, a pesar de que no rinda dividendos electorales, es la adecuada disposición de los residuos sólidos que generan las ciudades en México, las industrias, e incluso las actividades agrícolas.

 

Por eso debe reconocerse que el Gobierno de la Ciudad de México convoque a un concurso internacional para aprovechar los gases que emiten los millones de toneladas de residuos que hoy se descomponen en el recién clausurado Bordo Poniente.

 

Hay que recordar que la Ciudad de México genera alrededor de 12 mil toneladas diarias de basura, cuyo destino, al menos hasta el pasado mes de diciembre, era el Bordo Poniente.

 

Con la convocatoria, las empresas interesadas podrán concursar para aprovechar la fuente de energía, que hoy se encuentra en 16.9 millones de toneladas de residuos, que se acumularon luego de 26 años de operación del basurero.

 

La empresa que gane el concurso podrá capturar y aprovechar durante 25 años el biogás generado que podrá utilizarse como combustible o para generar energía eléctrica.

 

Cuando opere la planta, podrán reducirse alrededor de 1.4 millones de toneladas de dióxido de carbono, gas que causa el efecto invernadero (GEI) y que hoy es motivo de preocupación pues científicos sostienen que influye en el fenómeno denominado calentamiento global.

 

Pese al valor del proyecto Bordo Poniente, México está en pañales en disposición y aprovechamiento de residuos. La basura comúnmente es depositada “a cielo abierto”, es decir, sin ningún control que minimice los efectos de la acumulación de residuos de toda clase en un mismo lugar.

 

De ese modo, los lixiviados que produce la acumulación de residuos normalmente se filtra a los mantos acuíferos, lo que provocará, sin duda, efectos perniciosos en la salud de muchos mexicanos en el futuro.

 

Por lo demás, también es frecuente, y sólo basta salir a carretera, para ver tiraderos clandestinos donde se acumulan llantas, baterías de automóviles, y otros residuos peligrosos que en lugar de estar confinados y controlados con técnicas que ya se usan en  otros países, yacen en todo el territorio nacional.

 

Pero cuando surge un proyecto para confinar y tratar desechos de manera adecuada, inmediatamente surge el político que ve rentable oponerse al proyecto. Aunque al final, quienes pagaremos la indolencia de nuestros políticos seremos todos los mexicanos.