¿De verdad Morena es el partido moderno y democrático del nuevo siglo mexicano, con la capacidad de hacer gobiernos eficientes y eficaces? Temas recurrentes no sólo entre observadores y analistas, sino entre la gente de a pie que ya padece los malos gobiernos surgidos de ese partido.

El partido Movimiento de Regeneración Nacional tiene en la próxima elección de Puebla la oportunidad de su vida para demostrar a sus adversarios que es un partido de izquierda liberal. Que no es el partido corporativo y clientelar, centralista y autoritario, heredero de las viejas prácticas tricolores.

Un partido que defiende las libertades supremas del hombre, que está comprometido con la justicia social y el libre mercado, que combate las desigualdades sociales y políticas, que defiende el cambio social, como los únicos medios seguros para hacer de este país el que anhelamos todos.

Creo, como todos, que por ahí fue el mandato de las urnas en la elección de julio pasado. Sin embargo, y por raro que parezca, son los propios cuadros de Morena los primeros en rehusarse ante ese llamado, movidos por nuevos y viejos intereses personales y de grupo.

El primer domingo de junio habrá elecciones extraordinarias en Puebla para elegir a un nuevo gobernador que termine el periodo inconcluso que dejó la finada Martha Erika Alonso de Moreno Valle, quien perdió la vida junto con su marido la mañana del 24 de diciembre pasado, cuando viajaba en un helicóptero rentado rumbo a la ciudad de México.

Además de ella, en el infortunio perdieron la vida su marido, el ex gobernador y senador panista, dos personas de la tripulación y el asistente de la pareja. Pero en términos estrictos no fueron cinco sino seis los muertos. Debe contarse la persona de Miguel Barbosa Huerta, quien fue candidato a gobernador en la contienda, y perdió la elección en las urnas y tribunales estatales y federales.

Que a todas luce se trató de un fraude bien orquestado y descarado desde el propio aparato de gobierno, sí; pero al final del día se impuso la verdad oficial. La polarización de la población en dos grandes bloques se mantiene hasta el día de hoy irreconciliable.

El suceso de la muerte se ha contado mil veces, pero en la mayoría se ha omitido el detalle de la muerte (política) del ex candidato Miguel Barbosa. En política lo que predomina no es la razón sino la percepción popular que se construye de los hechos.

En un sector de los votantes corre la versión que la caída de la aeronave no fue un accidente sino venganza. Las redes sociales son testigos de esta narrativa. Publicistas que trabajan para el gobierno bajo el manto de periodistas ponderaron la versión y otros llegaron al colmo de hacer acusaciones directas al gobierno federal.

Pues bien. Por primera vez en su breve historia Morena irá a una elección como partido en el poder. Tiene la presidencia de la República, el Congreso de la Unión, la mayoría en varios congresos estatales y presidencias municipales. La opinión pública está de su lado, no obstante los esfuerzos de la oposición por hacerle mella. La de Puebla pues será su verdadera prueba de fuego, en la que se medirá hasta dónde llega el compromiso de Morena con los valores de libertad y transparencia que desde la oposición defendió con ahínco.

Durante su primera visita a la entidad, la semana pasada, el presidente Manuel López Obrador, desde el pueblo serrano de Huauchinango habló de desterrar la cultura del fraude electoral, la importancia de la transparencia en los comicios, y que en el caso de Puebla, la nueva Fiscalía General de la República y la Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos Electorales, estarán muy al pendiente de la nueva elección.

Sin embargo, he aquí el primer dilema que tiene a Morena postrado frente a su propio espejo.

Miguel Barbosa Huerta, mediante la presión de la presidenta del partido, Yeidckol Polevnsky Gurwitz, literalmente se ha apoderado del gobierno del Estado, mediante el nombramiento de Guillermo Pacheco Pulido en la gubernatura, y Fernando Manzanilla en la Secretaría General de Gobierno, amén de regentear a un grupo de diputados y alcaldes morenos.

Independientemente de si el ex aspirante Barbosa es bien visto o no entre la militancia del partido y entre los sin partido, Morena tiene el deber moral e institucional de demostrar que no es el viejo PRI, sino un partido abierto a sus militantes y a los mejores hombres. Aquellos que garanticen libertad y prosperidad. Las descalificaciones proferidas contra las legítimas aspiraciones de Alejandro Armenta contradicen y desnaturalizan todas las promesas del nuevo gobierno.