Llevo leyendo a Julio Hernández en su columna Astillero de La Jornada muchos años, al igual que el presidente, leo este gran periódico. Me sorprendió el texto que escribió Julio en el que pide en pocas palabras a AMLO que pare de poner nombretes a sus adversarios mediáticos, es decir, que ya no les diga fifís a los fifís de la prensa, quienes, sin razón que lo justifique, se mantienen atacando al gobierno y a la persona que es presidente honorable de todos los mexicanos, lo que no es poca cosa pues con ello agravian al pueblo más que al presidente mismo. Julio arguye que esta posición del presidente divide, que no aporta a la conciliación. El presidente dice que él simplemente está describiendo lo evidente, que no entiende por qué se sienten afectados o afectadas con un adjetivo cuyo uso no pretende faltar al respeto a nadie sino simplemente describir ante la sociedad que escucha, esta actitud de animadversión per se, provenida de un pequeño sector de poder, que se siente desplazado. El tema salió a relucir en la mañanera.

Pero los opositores de AMLO en verdad poseen total libertad de expresarse como lo desean, incluso para publicar inexactitudes e inventar calumnias contra la presidencia sin que exista ninguna represalia, ni llamadas de atención a los empresarios dueños de estas empresas informativas para que corran a fulano o a mengana por incomodar al gobierno. Respeto absoluto al derecho de ser libre para disentir, para opinar diferente, porque como lo ha asegurado el presidente de la república esto provoca el diálogo circular, el debate, es saludable e instruye al ciudadano, como ha venido sucediendo bajo su liderazgo. Ha cambiado la vida pública en México, se ha transformado. Ya no existe esa enorme brecha entre la ciudadanía y el poder, cerquita uno del otro, comparten la fuerza gobernante. No obstante, fifís aseguran que liderazgo de AMLO es centralista o autoritario. Mienten--o digamos que lo que perciben es erróneo--, el pueblo sabe que es así y huele la mala intención.

Con acostumbrada lección de historia finalizó hoy el presidente su conferencia, dando dos ejemplos de hombres revolucionarios como el poeta Salvador Díaz Mirón y el muralista José Clemente Orozco, quienes primero apoyaron al régimen—a los fifís—y luego se pasaron con fervor del lado de la justicia, la solidaridad y la fraternidad. O sea, cambiaron de opinión, se dieron cuenta, rectificaron. Por lo que, a causa de los resultados satisfactorios de esta presidencia revolucionaria, hay esperanza para recapacitar. Al ir viviendo la efervescencia de contar con estas libertades, irán cayendo en cuenta los fifís de que esta nueva presidencia democrática ha sido lo mejor para la nación y ya no se podrá negar que está cumpliendo. Ante la comparación de administraciones pasadas, asumirán íntimamente los conservadores opositores lo que han sido, lo que han combatido irracionalmente, e irán aprendiendo a ser transparentes, humanos, naturales, sin cola que les pisen, ya no tendrán que esconderse tras máscaras, que México entero espera la unión nacional en apoyo al éxito financiero comercial, a la limpia moral espiritual de nuestra nación que ha sido tan mancillada, y ya no lo será. Viva la 4T.