No es la primera vez que el papa Francisco nos da material como para un mes de memes. Pero por eso lo amamos, por natural y franco, aunque ande soltando manotazos para zafarse, por ejemplo, de la mujer que desató la polémica tomándolo de la mano y jalándolo con fuerza. El video del incidente circuló por todo el mundo.

Pero ok, la verdad es que lo ocurrido en el pesebre de Navidad en la plaza de San Pedro, un espacio urbano en el Vaticano, también nos ha brindado una parte positiva y es que el colorido berrinche ya desató el primer tren del meme de este 2020. Gracias, Francisco.

 

El papa Francisco es un amor >>> Doritos después

La reacción del líder de la Iglesia católica al perder la paciencia (¿y quién no lo hubiera hecho?) dividó a los feligreces y usuarios de redes sociales en dos bandos; uno el que criticó duramente el manotazo, y otro el que comprendió el temperamento de alguien que también es humano y que tiene todo derecho de actuar cuando un tercero se brinca los límites.

 

Lo cierto es que todos, de un lado o de otro, hemos disfrutado con la cara de Jorge Mario Bergoglio, que muy a la mexicana se le llama 'jetota'. Y que nos ha regalado un sinfín de memes como en aquella ocasión, cuando en 2016 se enojó por los jaloneos de files tras finalizar una misa en misa en el estadio José María Morelos y Pavón, ubicado en Morelia.

 

Un momento épico que no hemos podido olvidar.

Papa Francisco se disculpa por el manotazo

A raíz de lo sucedido, el papa se disculpó por perder "la paciencia del amor" durante el primer Ángelus del año, recitado desde una ventana de la misma plaza de San Pedro. No obstante, se trata de un hombre ya conocido por su manera directa de comunicarse.

 

El Ángelus es una oración de la religión católica en recuerdo de la Anunciación y Encarnación del Verbo. Toma su nombre de sus primeras palabras en la versión latina, Angelus Domini nuntiavit Mariæ. Consta de tres textos que resumen el misterio. Su redacción es atribuida por algunos al papa Urbano II y por otros al papa Juan XXII. La costumbre que existe de recitarla tres veces al día se le atribuye al rey francés Luis XI, en 1472.