Let’s dance

Put on your red shoes and dance the blues

Let's dance

To the song they're playin' on the radio

Let's sway

While color lights up your face

Let's sway

Sway through the crowd to an empty space

If you say run

I'll run with you

And if you say hide

We'll hide

Because my love for you

Would break my heart in two

If you should fall into my arms

And tremble like a flower

David Bowie

Efecto dominó

Ha caído José Luis Vargas y las ondas expansivas de lo que pasó en el TEPJF tendrán consecuencias en muchas otras esferas del Estado. La primera ocurrió en mismo poder de la Unión. En la SCJN, donde su presidente Arturo Zaldívar por fin tomó la decisión que se esperaba de él desde hace meses.

Pero todo lo ocurrido tendrá relaciones insospechadas. La crisis en el Tribunal Electoral derivó en que su entonces presidente llevara su berrinche a la Suprema Corte, donde no quisieron admitirlo.

Fue entonces que el ministro presidente, Arturo Zaldívar, atravesó la acera y se presentó en Palacio Nacional para hablar con el primer mandatario y, en menos de 24 horas se supo que Vargas no regresaría como presidente al Tribunal y que el constitucionalista Zaldívar concluiría su mandato en el 2022.

Las sirenas que cantaron a sus oídos para que aceptara el regalo envenenado de un mandato alargado han cesado. No se sabe si por el rudo batacazo de Vargas o si vio las barbas del vecino cortar y puso las suyas a remojar ante un concepto a todas luces anticonstitucional.

Consecuencias (in) sospechadas

Miembros del régimen, de la oposición, del poder judicial, comentaristas, población en general han aplaudido la decisión —aunque tardía— de Zaldívar, sin sospechar que la misma irá mucho más allá.

¿A qué me refiero? Que las circunstancias están (¿fueron?) puestas para un cambio por completo del pleno del Tribunal, pero también de la SCJN.

Para quienes quisieron oírlo, lo dijo muy claro el primer mandatario en la mañanera de ayer: quiere limpiar no solo al TEPJF, sino al poder Judicial como un todo. El mismo discurso de Ernesto Zedillo recordarán aquellos los lectores que lo vivieron en su momento.

Porque el ex presidente Zedillo, los primeros días de 1995, mandó propuestas al Senado para el nombramiento de 11 nuevos ministros. Provocó una renovación (al menos así se vio después) para limpiar y fortalecer la autonomía, independencia y eficiencia de la Suprema Corte como parte de la reforma constitucional que había promovido un año antes.

Reconversión absoluta

Y ahora las intenciones se anuncian iguales, pero me pregunto si los objetivos y motivos serán los mismos…

Andrés Manuel aprovechará la crisis desencadenada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para impulsar su iniciativa no solo de renovación de esta autoridad y del INE, sino también de la SCJN.

Ahí estriba, y no solo lo que anunció Zaldívar con respecto a su mandato, el punto central de lo que hablaron y consensaron él y el presidente López Obrador recientemente.

Espero me equivoque, pero en mi opinión la mesa está servida para una estrategia impulsada desde la Presidencia para una reconversión absoluta de las autoridades judicial y electorales.

Zaldívar admitió que la prolongación de su titularidad “ha generado un ambiente de desconfianza que injustamente pone en entredicho la labor cotidiana de toda la Judicatura, y siembra dudas sobre la independencia judicial y la división de poderes” y pugnando por esa “independencia” él también ayudará a la disolución de la SCJN.

El primer paso ya fue dado; desencadenado por el Tribunal, se adelantaron los tiempos y las formas con la decisión de la cabeza de la Suprema Corte.

Bailemos

Pero a las declaraciones de Andrés Manuel se sumó la de Claudia Sheinbaum, quien anuncia también eso mismo en lo que se asemeja un baile coordinado. Aquí lo dicho por ella: “Mi respeto y reconocimiento al ministro presidente, Arturo Zaldívar, es un hombre honesto, es el primero en hablar de que hay corrupción en el sistema judicial y de poner todo su empeño para erradicarla”. Y en base a ello cambiar al sistema.

¿Qué se podría esperar de un cambio radical en la Suprema Corte y en el Tribunal Electoral?¿Tendrán los futuros ministros la capacidad jurídica para ocupar la más alta magistratura? ¿Podrá López Obrador mantener la definición y sustento primigenio nacional de tener una Suprema Corte autónoma, independiente, además de honesta?

La disolución de la SCJN ya se prepara. Se adelantaron los tiempos y las formas. La pregunta es si los legisladores podrán hacer una propuesta coherente de la consigna que recibirán de Palacio.

Ojalá que los cambios por venir sirvan para mejorar la credibilidad, estabilidad y eficacia del sistema de justicia en su conjunto. Hoy más que nunca es necesario cuidar la autonomía y el buen funcionamiento de este.

No debe caber el mínimo atisbo de duda de las intenciones y propuestas de lo que viene.

Si las iniciativas no cumplen con las expectativas y necesidades del país; si no se busca el diálogo y la conciliación, las barbas que hemos visto cortar en el caso de Vargas seguirán teniendo implicaciones terribles para las instituciones en que descansa la justicia, la libertad y la democracia de nuestro país.