“La responsabilidad del humorista es hacer reír”

Caloi

“Hay que mocharle la mano a los delincuentes”

Jaime Rodríguez ‘El Bronco’

Epigmenio Ibarra, el “gran” estratega mediático del lopezobradorismo, podrá ser todo lo que tanto sus críticos como aliados quieren que sea, excepto un bromista en redes sociales o en medios de comunicación. El productor de televisión tan cercano a AMLO no suele hacer chistes y menos aún los hace con el tema de los horrores cometidos por ejércitos y policías en los conflictos bélicos o sociales. Se supone que conoce de esto ampliamente porque lo ha vivido como corresponsal de guerra y como participante en numerosas protestas reprimidas por gobiernos autoritarios en diversas partes del mundo.

Si hay algo que el director de Argos toma en serio —y exige que invariablemente se trate con absoluta seriedad— es la tortura, una de las mayores atrocidades que el ser humano puede sufrir.

Seguramente él cree punto por punto en la definición que da la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes: “Se entenderá por el término ‘tortura’ todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia”.

Enseguida algunas preguntas —con sus respuestas lógica y éticamente correctas— dirigidas a Epigmenio Ibarra:

. ¿Es funcionario público el presidente López Obrador? Lo es, sin duda.

. ¿En tanto funcionario, está obligado AMLO a respetar la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura? Por supuesto que sí.

. ¿Proponer, como lo hizo López Obrador, dar ‘manicura con hachuela’ —hacha pequeña o cuchillo grande— a los alcaldes y gobernadores corruptos es algo que cae, o no, en la definición de tortura de las Naciones Unidas? Claro que sí.

. ¿Bromeaba el presidente de México? Es un hecho que lo hacía.

. ¿Se vale hacer chistes de todo? Definitivamente no. Ni a los comediantes baratos se les permite, menos aún se le debe tolerar al gobernante de uno de los países más grandes del mundo.

“Hay chistes que no se hacen porque ya no se deben hacer”.

La anterior expresión es de Joaquín Reyes, comediante español. Dijo en una entrevista en GQ España:

Los expertos hablan: ¿tiene límites el humor?

“Tenemos unos límites muy bien definidos. No me parece mal que el cómico tenga que responder por sus chistes. Todos los chistes tienen una ideología detrás”.

Ello significa que no vale la excusa de “bueno, es que es solo un chiste”.

Joaquín Reyes, comediante español.

Desde luego, no se trata de reprimir ni de censurar a nadie, pero como el mismo Reyes dijo, los comediantes tienen que ser responsables de sus bromas: “no podemos ser nostálgicos de paraísos perdidos como pueden ser los chistes de mariquitas y gangosos. Esos chistes ya no se hacen… porque no se deben hacer”.

Chistes con la tortura como tema

No sé si sean aceptables para un comediante profesional —personalmente preferiría que no se bromeara con algo tan espantoso, tan contrario a los derechos humanos como el secuestro, por ejemplo—, pero si la ética del humor como espectáculo lo permite, pues que cada cómico tome su decisión.

Pero, ¿un líder de nación haciendo chistes con la tortura?  Absolutamente inaceptable.

Va contra el buen gusto, contra la mínima moral del funcionario en una democracia y, por lo demás, sin duda se corre el riesgo de que el poderoso un buen día decida pasar de las palabras, supuestamente graciosas, a los castigos ejemplares que él piensa merecen los corruptos o cualquier persona que a su juicio se haya portado mal.

Ya podrá decir Epigmenio Ibarra que Andrés Manuel jamás hará nada indebido, como ordenar a las policías o a los soldados presionar más de la cuenta a algún presunto pillastre a quien el Estado necesite darle una lección o sacarle información. Con la pena, pero esa convicción del productor de televisión —basada en el trato personal con el presidente de México— la inmensa mayoría de los mexicanos no la tenemos, así que preferiríamos que nuestro gobernante empezara ya a limitarse en algunas de sus expresiones. No por censura, sino por prudencia que se traduce en tranquilidad de la ciudadanía y por buen tino democrático.

Puedo entender la necesidad de AMLO de intentar ser siempre cómico —más ahora, que tiene claro que la oposición existe y lo retará con posibilidades de derrotarlo en 2024—, pero no están los tiempos, no en un país con tanta violencia como México, como para hacer chistes malos sobre la tortura, una de las violaciones más terribles a los derechos humanos.

¿Podría don Epigmenio Ibarra, él que ha visto la tortura como militante en movimientos de protesta, decirle al presidente López Obrador que todo tiene un límite, hasta sus bromas que a don Andrés lo botarán de risa, pero que mucha gente ve como una filosofía de gobierno dañina: la del todo se vale?