En este momento -la dirigencia Nacional de Morena- ha puesto en marcha una estrategia de publicidad a favor de la conmemoración del próximo sábado 18 de marzo. El objetivo: preparar las condiciones y el escenario para recibir al presidente López Obrador en el mitin que él mismo encabezará en el marco histórico de la Expropiación Petrolera. Será, sin duda, una fiesta popular donde la efervescencia llegará a grandes latitudes sí es que las circunstancias fluyen con respeto y tolerancia para todo los asistentes a la asamblea informativa del Zócalo.

Cuando este proceso termine, sería bueno que la dirigencia Nacional que encabeza Mario Delgado, comience a trabajar en los lineamientos internos para emitir la convocatoria a quienes buscan suceder al presidente López Obrador. Es necesario que, esa etapa, sea lo más pronto posible, sobre todo para ir fijando los mecanismos y reglas de participación internas pues de lo que se trata, quiero suponer, es garantizar un ejercicio democrático.

Recordemos que, en muchos casos, la encuesta de Morena ha generado no solo malestar e inconformidad por las formas en que se realizan, sino escepticismo. No hay claridad, ni mucho menos transparencia. Es imposible, en ese sentido, conocer los datos o los supuestos cuestionarios que se levantan en una metodología encumbrada en instituciones elegidas por el propio órgano de dirección del partido cosa que, a la postre, puede generar un conflicto de intereses por la designación de las casas encuestadoras.

Ese tema, como otros, se han convertido en una prioridad para que Morena no dilate mucho la publicación de la convocatoria. De hecho, algunos aspirantes a la silla presidencial ven con buenos ojos esa propuesta. Con ese primer paso, se evitarían muchos malentendidos y se tendría mayor flexibilidad para alcanzar acuerdos previos.

Uno de ellos, sin duda, que cada uno de los aspirantes pueda separarse de su cargo para evitar que la contienda interna no se preste, en este ejercicio sucesorio, como una plataforma de posicionamiento e impulso. Es decir, qué con las reglas del juego bien definidas, los aspirantes no puedan sacar provecho a través de recursos que se manejan en cada una de sus responsabilidades institucionales. Sería una pena y una gran decepción que tanto en los estados, como en alguna otra dependencia, se esté financiando una campaña para alguna de las corcholatas.

Con esa premisa, Morena debe garantizar piso parejo a través de un método de selección claro y transparente. Es muy probable que la encuesta desempeñe ese papel. Sin embargo, no puede ser cualquier metodología, menos la que suele aplicar la dirigencia ya que entonces sí, crecerá la sospecha de que habrá imposición porque los órganos internos no han hecho un esfuerzo por transparentar el mecanismo. En caso contrario, se acabaría la negativa para legitimar al próximo candidato dado que la decisión saldrá de la voluntad del pueblo, y no de una determinación unilateral.

Eso es lo que esperamos que ocurra. A propósito de ello, y partiendo del antecedente ambiguo que tiene la encuesta de Morena, han surgido propuestas para elegir a las instituciones que se encargarían de ese ejercicio, sobre todo para levantar los cuestionarios. De hecho, quien llevaría a cabo esa tarea, como se ha propuesto, serían aquellas encuestadoras que mayor rango de calificación mantengan en el país, lo mismo que el porcentaje más mínimo de error.

Desde luego, las casas encuestadoras tendrán que elegirse por método de insaculación, especialmente por las malas experiencias que ha tenido la militancia de Morena con la ponderación tradicional interna. Por esa razón, lo mejor es, hoy por hoy, realizar una elección clara y democrática para que sea, en un futuro inmediato, la vía correcta para reconocer al próximo candidato de Morena y romper, de una vez por todas, con el clima de incertidumbre que genera. En el caso de la sucesión presidencial, debe haber garantía y voluntad para modificar las propuestas que han nacido a raíz de lo que necesita el movimiento para consolidar la democracia interna.

Sin duda, el método de elección tradicional es algo que debe reformarse, ni más ni menos, a la brevedad posible. Lo más idóneo es, a estas alturas de la fase previa sucesoria, que la dirigencia de Morena lance la convocatoria interna para que se fijen reglas de participación democráticas a fin de aludir al pasado anacrónico que ha sucedido -en algunos casos- a través de imposiciones. Aconteció no sólo una vez, sino en reiteradas ocasiones.

Urge que la dirigencia atienda el llamado democrático que han hecho las bases del partido. Sólo así habrá transparencia y apertura al momento de que la convocatoria tenga lineamientos de participación que se apeguen a reglas y mecanismos claros ya que, el método actual, no deja de causar preocupación y sospecha en una contienda que, ni más ni menos, es totalmente dispareja y con muchos signos de favoritismo.