Si algo caracteriza a la gastronomía argentina, es la generosidad de sus cortes de carne de res. El sureño país tiene una vena ganadera, y gusto por el consumo de carne, incluso anterior a la conformación del Estado Argentino. Sabemos que las primeras vacas descendieron desde el epicentro del entonces Virreinato del Perú hacia el actual territorio argentina, a mediados del siglo XVI. Se iniciaba así la expansión de la ganadería en las amplias llanuras pampeanas donde, gracias a las abundantes pasturas y un clima bondadoso, se mejorarían en el siglo XIX las razas británicas: Angus, Hereford y Shorthorn.

En el sur de esta ajetreada metrópoli se encuentra un lugar que además de ser un pedacito de Argentina lleva por nombre Piantao, se encuentra enclavado en un bello lugar, un oasis en medio del caos que lo rodea. Se encuentra localizado en lo que conocemos popularmente como “Plaza Cuicuilco” (en realidad se llama Plaza Inbursa pero nadie le llama así), Av. San Fernando 649 casi esquina con Av. Insurgentes Sur, en la Alcaldía de Tlalpan.

Es un lugar precioso, rodeado de naturaleza, jardines y árboles, donde podemos olvidar el ruido y locura de la época decembrina. En esta ocasión acudimos a cenar en viernes, porque cuentan con un trío de música Jazz que ameniza la cena.

Como en todos los lugares a los que hemos acudido, la nueva normalidad se impone. La hostess te recibe y toma la temperatura a la entrada, proporcionando gel para las manos, para inmediatamente conducirnos a la mesa reservada previamente. Nos ubicaron cerca de la chimenea de la terraza desde la que se observa el jardín del lugar. El mobiliario es sobrio, las mesas tienen su riguroso mantel blanco y están adornadas con un pequeño arreglo floral y unas velas para darle un ambiente aún más cálido.

Y en nuestros teléfonos desplegamos el menú del lugar. Mi acompañante pidió de entrada tres empanadas argentinas: de carne, queso con espinaca y humita (elote con queso). Yo pedí una provoleta y al ser un restaurante argentino no dudamos por decantarnos por un vino de uva Malbec “Alto las Hormigas”.

Como segundo plato no pude dejar pasar por alto su delicioso jugo de carne, que trae como complementos cebolla picada finamente, cilantro, chile serrano, además de aceite de oliva, salsa Maggi, salsa inglesa y limones partidos a la mitad, para que el comensal la sazone “a su gusto”. Mi acompañante pidió una ensalada caprese, compuesta de rebanadas de jitomate, queso mozarella fresco, albahaca, aceite de oliva y alcaparras.

Continuamos con el tercer plato; pedimos dos cortes de carne distintos, una arrachera y un bife de chorizo, ambos acompañados de papas a la francesa y servidos sobre una placa de madera. Continuamos con el mismo vino, pues el Malbec marida increíblemente con los cortes de carne, atenuando la grasa que pueda dejar en la boca el bife de chorizo. La elaboración de la salsa de chimichurri es excepcional, pues se nota la frescura de los ingredientes y que acompaña de una forma magistral los cortes de carne.

Llegamos al postre y una de las mejores opciones es pedir un alfajor con un café americano para cerrar nuestra cena mientras suena suavemente la música de jazz. Un perfecto final para una típica cena argentina.

Sin lugar a dudas, es un lugar increíble, la amabilidad de los meseros, la rapidez con la que brindan el servicio hace que recomendemos ampliamente este rinconcito de la pampa. Calificación un sólido 9, el lugar tiene valet parking. En cuanto a precios, están en un rango entre mil a mil quinientos por persona.

¡Bon appétit!

Cat Soumeillera en twitter: @CSoumeillera