En la historia de la Ciudad de México nunca antes se había vivido un ataque tan cobarde, directo y certero en contra de una Jefatura de Gobierno.
El crimen contra Ximena Guzmán y José Muñoz abre un hueco en todo el país. Uno relacionado a la rabia y el coraje por el hecho de que los ataques parezcan poder perpetrarse con facilidad impresionante, haciéndonos cuestionar el valor de la vida y la vulnerabilidad para perderla a capricho de cualquiera, por cosas que probablemente, ni siquiera tienen que ver con la obra o acto de quien muere sino por lo que su presencia y trabajo representa. Otro por el intento de leer y releer el significado de lo sucedido, buscando autores, móviles del delito, razones que expliquen como es que personas eficientes e impecables, no visibles y no relacionadas con investigación o persecución de crímenes, hayan sido elegidas, investigadas, finamente observadas y ejecutadas.
Ximena y José eran trabajadores que no parecían expuestos, conocidos únicamente por quienes tuvieran que tratar asuntos con Clara Brugada y solo aquello relacionado a su participación como jefa de Gobierno. Es una vulnerabilidad extendida qué antes tan solo se entendía o se pensaba para los titulares de alguna dependencia visible. Hoy sabemos que puede ser cualquiera.
No hay dudas de que esto será esclarecido y podrá existir justicia en los términos que la ley lo permite, pero aún con ello, no deja de sentirse un desasosiego generalizado, algo de miedo, más dudas que respuestas y la única certeza de que no hay intocables.
También hay un mensaje que es difícil de entender y procesar para los entusiastas del servicio publico, especialmente para las personas más jóvenes y ese mensaje es que hay mucho más que una confrontación ideológica con adversarios del espectro opuesto... Hay una especie de guerra no declarada, un acecho qué persigue por hacer bien el trabajo. Algo que tal vez no se explica ideológicamente, algo que no está respaldado por el anarquismo o la justicia social. Una defensa de intereses económicos o políticos, que pueden ser delictivos, que pueden tener relación con el crimen organizado y sus múltiples negocios, algo que no se explica con facilidad pero que se aloja en el Poder fáctico.



Algo que es lo que realmente manda y ordena pues amenazar aquello implica perder el derecho a vivir. Algo que no trata de uno mismo sino de los proyectos y utopías y personas con quienes se colabora. Algo que está muy podrido, fortalecido, simplemente, una paraestatalidad qué territorialmente ha ocupado vacíos y amenaza con guardar una dinámica de fuerzas.
Creo que hay un cisma que rompe las lógicas y principios de lo tocable y lo intocable, de los límites socialmente impuestos a lo delictivo dentro de una sociedad mexicana que es laxa y que permite con cierta holgura operar. Hay días en que se sintiera incertidumbre sobre quien decide realmente y es que gobernar implica prevención de lo imprevisto, una capacidad de anticipación que parece colapsada.



Nuestra política de seguridad y protección a gobernantes así como de sus equipos se antoja reactiva. Un show en vivo y en directo, un placer para los autores intelectuales de haber logrado hacer que tiemble todo un país con la enorme paradoja de ofrecer buenas estadísticas en la baja a la inseguridad al tiempo que un solo evento profundamente simbólico, increíble y estridente, colapsa todo. El hecho de que la noticia fuese dada en tiempo real durante la conferencia matutina exhibe un grado de preparación en el que la misión de enviar mensajes en la hora más vista de la presidenta tuvo éxito, fueron amplificador, la presencia de medios y la presión de la cámara impidió qué se hiciera algo básico: una reunión de emergencia previo a dar la noticia.
Criminales qué desnudaron la vulnerabilidad humana de gobernar y al mismo tiempo, la miserabilidad de los que encontraron en esta tragedia una oportunidad para sostener posturas partidistas. Por donde se vea, tanto para opositores como para el gobierno en turno, lo sucedido es un desafío que no se agota con detener a los responsables del crimen sino con desmontar las estructuras de poder paralelas qué les permiten alcanzar una logística de ese nivel. Descansen en paz, grandes Ximena y José.