Sheinbaum: un discurso fuera del semblante

El rango de comunicación de Claudia Sheinbaum –y de todas las mujeres que disputan el poder– es mínimo. Para las mujeres, la solemnidad estricta es la única forma segura de navegar los mares de la comunicación política sin ser blanco de críticas sobre el estilo y otras cuestiones personales ajenas al fondo del discurso político. La solemnidad lleva entonces a las políticas a otro mar de críticas: “no sonríe”, “no conecta”, “no tiene carisma”. Si la mujer se mueve de la seriedad, le cae una tormenta de mayor intensidad: “Mi rodilla izquierda tiene más gracias que la doñita” u otras decenas de variantes de la misma broma sobreexplotada.

Es una trampa. Si sonríen son tontas o putas, si no sonríen son brujas o perras. La paradoja de la comunicación política para las mujeres recae en al menos tres ejes:

1. Aún hay pocas mujeres en posiciones de poder en quienes inspirar un estilo propio. Pregúntenle a cualquier mujer que haya hecho campañas políticas si encontrar una referencia de estilo no fue una de las cosas que más le quitó el sueño.

2. La disidencia al estilo solemne es castigada fuertemente. Las críticas son tan férreas que muchas veces el costo político es altísimo o simplemente distrae demasiado la atención de lo que realmente se busca comunicar y es preferible optar por el claustrofóbico margen que te da el estilo solemne.

3. Hay una animadversión –mayoritariamente de hombres, pero también de muchas mujeres– hacia la mujer en lo público.

El video de ayer donde Claudia Sheinbaum aparece junto a una botarga de Carlos Salinas y otra de Vicente Fox provocó una reacción virulenta contra un acto de comunicación que en cualquier otra corcholata hubiese sido ignorado o hasta aplaudido.

Se preguntarán si a Xóchitl Gálvez le sucede lo mismo. Por supuesto que se enfrenta a un catálogo reducido de opciones de comunicación política y a un doble estándar, pero también es cierto que su estrategia, al ser un lejano segundo lugar, puede darse ciertos márgenes de comunicación más amplios sin que el costo de éstos sea más alto que los beneficios inmediatos que, dentro de su lugar en el tablero, tiene todo el sentido estratégicamente hablando. Agrego que la misoginia se arrecia cuando una mujer realmente tiene posibilidades de ganar poder. Xóchitl Gálvez hoy no representa un peligro para romper el monopolio de los presidentes varones, Claudia Sheinbaum sí.