Ayer, viernes 11 de noviembre de 2022, el señor Raymundo Riva Palacio, columnista de El Financiero, hizo una mala defensa del fraude electoral que en 2006 llevó al poder a Felipe Calderón.

En opinión de Riva Palacio, la justa protesta de ese año en el centro de la Ciudad de México —protesta en la que participaron decenas de miles de personas que habían votado por AMLO— intentó “crear condiciones de inestabilidad que descarrilaran el proceso”.

En realidad, se trató exactamente de lo contrario: para evitar la violencia Andrés Manuel organizó aquel plantón, de semanas de duración, en el Paseo de la Reforma, las avenidas Juárez y Madero y el Zócalo de la capital mexicana.

Sobraba gente decidida a impedir a cualquier costo la ilegal victoria de Calderón. Lo decían las encuestas y se sentía en cada reunión masiva convocada por López Obrador.

En el equipo del tabasqueño eran numerosas las voces de quienes sugerían acciones extremadamente duras de protesta, que de haberse llevado a la práctica sin duda habrían puesto cabeza abajo no solo aquel proceso electoral, sino a toda la nación.

Andrés Manuel, siempre pacifista, decidió que lo mejor era la resistencia no violenta exigiendo una única medida: el recuento total de los votos. En el documental de Luis Mandoki “Fraude: México 2006″ el tabasqueño explica las razones de la protesta que paralizó al centro del entonces llamado Distrito Federal.

No se consiguió el voto por voto, casilla por casilla y en cuanto se consumó el robo de las elecciones el plantón se levantó tan pacíficamente como se había instalado. La lucha continuó por otras vías, siempre pacíficas.

Hoy el movimiento de AMLO tiene la presidencia del país, casi todas las gubernaturas, mayoría en las cámaras legislativas, no se ve ninguna posibilidad de que pierda las elecciones de 2023 en Estado de México y Coahuila —ayer una encuesta de Reforma dio a la candidata de Morena, Delfina Gómez, ventaja de dos a uno sobre la oposición en Edomex; se nota el trabajo del estratega de ella, Horacio Duarte—, lo que le ubicará a la izquierda en una posición privilegiada para la contienda fundamental del 2024, en la que se renovará la titularidad del poder ejecutivo. Esto último es tan evidente que la atención de la comentocracia se centra en la elección interna del partido de izquierda en la que participan tres corcholatas, la líder Claudia Sheinbaum, el segundo lugar Marcelo Ebrard, y los rezagados Adán Augusto López y Ricardo Monreal.

En fin, hay quienes, desde sus propios intereses, tergiversan lo que pasó en 2006 y llegan a presentarlo como un intento de crear condiciones de inestabilidad. Es el caso del columnista Riva Palacio, quien en su calumnioso artículo de ayer dijo algo interesante y que vale la pena comentar.

Según Riva Palacio, “hubo, en efecto, quienes pensaron que era la oportunidad para hacerse del poder, como la conspiración del director de un importante periódico capitalino para que, con el estudio constitucional de un renombrado abogado universitario, entrara como (presidente) interino el hoy embajador en una de las grandes misiones del extranjero”.

Me han preguntado algunos amigos a quiénes específicamente se refiere Raymundo Riva Palacio y por qué no dio sus nombres.

Ignoro por qué el periodista de El Financiero no identificó a los conspiradores. Creo que el jefe de la maquinación a la que hace referencia Raymundo es el licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz, propietario de El Universal, diario que después de 2006 Riva Palacio dirigió en el área editorial. El político que Ealy Ortiz quería hacer presidente aprovechando la protesta por el fraude debe ser Juan Ramón de la Fuente, actual representante permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas —creo que ese es el nombre del cargo que tiene—.

¿Quién es el abogado que les hizo un estudio constitucional para que el complot fuera legal? No tengo idea, pero si me pidiera apostar diría que se trata de Diego Valadez, a quien le encanta alquilarse, inclusive sin cobrar honorarios, para figurar en cualquier lío jurídico que se presente. Pero, desde luego, no descarto que haya sido consultado un supuesto experto en cuestiones electorales, José Woldenberg, aunque este no cuenta con estudios derecho: es economista o politólogo —o algo así— devenido en héroe comicial.

Desde luego, Juan Ramón de la Fuente habría sido mejor presidente que Felipe Calderón. Pero la caída del esposo de Margarita Zavala para reemplazarlo con alguien más prestigiado no era lo que el movimiento de AMLO pretendía. La gente que salió a la calle para defender a Andrés Manuel lo único que buscaba era la legalidad electoral, que el INE de 2006 —con el nombre de IFE— nomás no garantizó. Supongo que esta historia de fraude la recordará el señor Woldenberg mañana cuando sea el orador único en la pequeña marcha de la derecha —pequeña marcha, sí: diseñada minúscula desde que su organizador principal, Claudio X. González, no se atrevió a llegar al enorme Zócalo—.