Sigue habiendo mucha confusión; y no es para menos, es lo que sucede cuando mezclas temas, que si bien es cierto pertenecen a la industria aeronáutica, si los colocamos en la repisa incorrecta, nos encontraremos con cada cosa, sobre todo en redes sociales, “que Dios guarde la hora”, como diría mi madre.

La confusión más frecuente es cuando hablamos del AIFA: que si está lejos, que si no funciona, o que si el NAIM no debió cancelarse. Luego, desde el Gobierno Federal se adereza el tema agregando al narcotráfico en el AICM en épocas de Calderón, pero que ahí sí teníamos Categoría 1, y rematamos con que queremos boletos más baratos, así que abramos las puertas al cabotaje. Todo lo anterior hace un batiburrillo de dimensiones inconmensurables.

El gremio aeronáutico está preocupado, y tiene razones de sobra. No es inocuo el reciente cierre de operaciones de la aerolínea Transportes Aeromar, cuyo dueño ya tiene un buen rato refugiado en Israel. Sí, no crean que fue ayer que se dio a la fuga, lleva por lo menos un par de años por “Tierra Santa”.

No podemos ignorar que el actual Gobierno, a través de diferentes dependencias, hizo caso omiso de los múltiples gritos de desesperación que alertaban de la alarmante situación de la empresa. De verdad, se pudo haber evitado este impasse y no, no me estoy refiriendo a que el Estado rescatara a Aeromar o que se usara dinero del erario para un “rescate”. Nada que ver, me refiero a el gobierno debió hacer cumplir a la aerolínea con sus obligaciones fiscales, administrativas y obrero-patronales.

Ante este nuevo panorama, la cruda realidad es todavía más apabullante, pues solo quedan 3 aerolíneas comerciales: Aeroméxico, Volaris y VivaAerobus. No incluyo a las aerolíneas charteras ni a las regionales. Por lo tanto las asociaciones sindicales se han dado a la tarea de acercarse tanto a la ciudadanía como a los legisladores, para explicar cuáles son los riesgos reales de implantar el cabotaje en nuestro país.

Y sé de sobra que esto resulta muy complicado de entender, por lo tanto los sindicatos del sector aéreo quieren dejar en claro que están dispuestos no solo a acudir a las Cámaras de este país, sino que también, de ser necesario, realizar movilizaciones, y si nada de lo anterior sirve para sensibilizar tanto a la población como a nuestros legisladores, el siguiente paso que tienen en mente es acudir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)

La finalidad es impedir que se implemente el cabotaje en nuestro país, en detrimento de la aviación nacional y en beneficio a las extranjeras. Conozco los vericuetos en la Suprema Corte, hace ya muchos años los Sobrecargos de Mexicana de Aviación transitamos por esas instancias para defender nuestro Contrato Colectivo de Trabajo.

Triste pero cierto, al final la SCJN nos dio la razón, pero la resolución llegó cuando la empresa tenía ya dictaminada una quiebra aunque no ejecutada. En dicha sentencia quedó establecido que los sobrecargos de Mexicana de Aviación, nunca fuimos responsables del quebranto de la aerolínea, como lo argumentaba la empresa dirigida por Gastón Azcárraga, pues nuestra nómina representaba apenas el 3% de los gastos de operación, así que nunca pusimos en peligro la viabilidad de la línea aérea.

Que el máximo tribunal de nuestro país nos diera la razón, fue una victoria agridulce, porque para cuando fue emitida, ya no operaba la empresa, nuestra contraparte había huido a los Estados Unidos, y el concurso mercantil se enredaba cada vez más.

La razón por la que hoy los sindicatos de aviación buscan frenar que se permita el cabotaje, es justamente porque conocen lo lenta que es la impartición de justicia en esta nación. Imaginemos que se acepta la reforma legal, y que se promueve alguno de los medios de control constitucional aplicables (amparos o controversias constitucionales); es muy probable que cuando se diera el fallo, las aerolíneas nacionales ya no sean lo que hoy conocemos.

Parece una especulación exagerada, pero se combinan dos ingredientes que nadie quiere en este caldo de cultivo: una impartición de justicia muy lenta, y una industria trepidante, que no sabe esperar; y menos con un vecino en el norte que tiene a los más feroces tiburones como competencia.

Por supuesto que la pandemia afectó a la industria aérea, pero debemos tener claro -para no seguir con la confusión- que parte del freno que impide que las líneas aéreas nacionales crezcan es la degradación a Categoría 2.

Las “ganonas” han sido las aerolíneas extranjeras quienes se han quedado con la mayor parte del mercado, tan solo el año pasado crecieron 68% contra el 32% que tuvieron las líneas aéreas nacionales.

Focos de un rojo encendido. Por eso que entiendo perfectamente la postura del Secretario General del Sindicato de Pilotos (ASPA) Humberto Gual, cuando declara que de ser necesario recurrirá a los medios de comunicación, a movilizaciones, a más reuniones con los legisladores de las Cámaras, pero también (si todo lo anterior no funciona), a interponer amparos en el Poder Judicial hasta escalar al máximo órgano de impartición de justicia: la SCJN.

No está solo en esta batalla, la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México (ASSA) y el Colegio de Pilotos Aviadores de México también se suman al llamado de defender la aviación nacional. Todos temen que en caso de que se apruebe la reforma, pierdan sus fuentes de empleo.

Hoy tenemos 800 trabajadores afectados por el cierre de Aeromar. No solo los 578 que aguantaron hasta el final; estoy considerando a poco más de 200 trabajadores que quedaron en un limbo, pues renunciaron, pero nunca les pagaron sus finiquitos que conforme a la ley les corresponden.

No podemos olvidar a los trabajadores damnificados de Mexicana; muchos de ellos al día de hoy siguen sin poder colocarse en alguna otra empresa de aviación. Otros, vivieron un espejismo tras la oportunidad que en su momento les brindó Interjet, pero que ahora están olvidados por las autoridades; tras dos años, tienen un laudo que condena a la aerolínea a pagarles, pero su dueño hoy está tratando de sacudirse una vinculación a proceso por defraudación fiscal.

No lo digo yo, su propio hijo lo hizo público en sus redes sociales, tratando de hacer creer que la aerolínea no vuela por culpa de la huelga, pero eso es falso. Al igual que las dos huelgas de Aeromar (una de Pilotos y otra de Sobrecargos), fueron procesos que estallaron cuando las empresas (Interjet y Aeromar) ya habían parado operaciones.

Ante esta gran oleada de desempleo que sufren los trabajadores de la industria aeronáutica, hemos de sumar los estragos de la pandemia que orillaron a las empresas a recortar aún más los salarios de los trabajadores. Es evidente que a los trabajadores les pone los pelos de punta escuchar que se planea aceptar el cabotaje, cuando su lucha diaria es por mantener la fuente de empleo.

Debe usted saber, estimado lector que las aerolíneas extranjeras vienen con su personal, y si contratan en el país serán solamente empresas de “Servicios Especializados”, que es como se le llama ahora al “outsourcing” en la aviación.

Y no sólo eso, la derrama económica que proviene del ISR que se les descuenta a todos los trabajadores dejará de ingresar a nuestra Hacienda Pública. Todo en detrimento de la población en general, independientemente de que seas viajero frecuente, o simple y sencillamente jamás en la vida hayas volado en avión. El golpe es para todos.

Por eso quienes amamos la aviación no nos cansamos de decir que urge una política transexenal en la que se fortalezca a la industria, y esto no significa ni mantener ni rescatar empresarios corruptos, sino darle certeza a los trabajadores de que mantendrán sus fuentes de empleo. No es cualquier cosa; la derrama económica que aporta la aviación ronda el 3.5% del Producto Interno Bruto.

Espero que nuestros legisladores estudien a profundidad el tema, sin ánimos de golpeteo político. Sepan que rechazar el cabotaje no es estar en contra del desarrollo de nuestro país, sino todo lo contrario.

Así como se acaba de nacionalizar el litio, el cielo también forma parte del patrimonio de todos los mexicanos, y no podemos engañarnos, como industria aérea, no tenemos ni la más mínima oportunidad ante las aerolíneas extranjeras.

Navegando en redes sociales me encontré con un dato proporcionado por @CapLaloVargas “Datos Aeronáuticos” que nos sirve bien para poner a la aviación nacional en su justo contexto. Nuestro país vecino, los Estados Unidos de Norteamérica tienen a lo largo y ancho de su territorio 19,299 aeropuertos, en cambio nosotros solo contamos con 78 aeropuertos, según datos de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC).

Tan solo la flota aérea comercial de los Estados Unidos es de más de 7 mil aeronaves, ¿podemos competir con nuestros 350 aviones? Yo creo que no, por eso quienes amamos esta industria decimos fuerte y claro: #NoAlCabotaje.