En la memoria de muchos mexicanos aficionados al fútbol -y los que no lo somos también-, quedó la imagen del técnico Miguel Mejía Barón guardándose el cambio de Hugo Sánchez contra Bulgaria el día de la eliminación del Tri en el Mundial de Estados Unidos 94. Este pasaje del mundo futbolero que se sigue recordando a 27 años de distancia, viene a colación debido a la necedad con que el presidente Andrés Manuel López Obrador se sigue reservando modificaciones que se hacen inminentemente necesarias en puestos estratégicos de su gobierno, donde funcionarios de primer nivel no solo no han ofrecido buenos dividendos, sino que parecieren estar empeñados en hacer lo posible por descarrilar el tren del actual régimen, que hay que decirlo, avanza en sentido contrario.
Y, es que, no se entiende que un personaje como Hugo López-Gatell Ramírez, el responsable del combate a la pandemia aún conserve esa posición y no haya sido removido como Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, cuando su estrategia ha sido un reverendo fracaso, cuando los muertos a causa de COVID-19 se cuentan por cientos de miles, cuando a causa del desabasto en medicamentos han fallecido por lo menos 1,700 niños por falta de sus quimioterapias, y otros cientos de miles de personas que padecen otras morbilidades no pueden contar con sus medicinas por parte del servicio de salud pública.
El doctor devenido a político, con sus métodos y fallidas previsiones, así como sus mentiras y su torpeza para comunicar ha generado lo que muchos ven como un posible Waterloo en la administración obradorista, en referencia al desproporcionado señalamiento que hizo como “golpistas” a niños con Cáncer y sus padres. Lo anterior ha motivado que muchos pidan su cese, su renuncia y/o su separación del cargo. Sin embargo, para AMLO como lo reiteró la mañana de este lunes frente al periodista Jorge Ramos durante la conferencia mañanera (los expertos a cargo de la pandemia en México) “son muy buenos, de los mejores del mundo”.
Y qué decir de quienes se encuentran al frente de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Secretaría de Energía, que no han dado el ancho y su incompetencia y soberbia están costando a nuestro país miles de millones de pesos, sin mencionar las severas afectaciones al medio ambiente que provocan al insistir en mantener combustibles fósiles.
La explosión del pasado sábado en la plataforma Ku Sierra de Campeche, que originó el “ojo de fuego” que en redes sociales y medios de comunicación dio la vuelta al mundo generando un gran malestar y severas críticas por parte de activistas ambientalistas y organismos internacionales, se originó -a decir de los empleados de Pemex-, a partir de que una válvula de una línea submarina reventó, a 78 m de profundidad, lo cual habría sido resultado de falta de mantenimiento, -negligencia-, a reserva de lo que diga la investigación que se espera instruya de manera formal el Ejecutivo de la nación.
“Las fugas y derrames de hidrocarburos por parte de Petróleos Mexicanos (Pemex) aumentaron 16% durante 2019, el primer año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador”, señala Forbes México este lunes.
Es decir que, desde que el ingeniero agrónomo Octavio Romero Oropeza asumió como Director el 1 de diciembre de 2018, Pemex “reportó que se registraron 1,092 accidentes desde los 912 reportados en 2018, el último año de gobierno del priista Enrique Peña Nieto, de acuerdo con el reporte de sustentabilidad más reciente de la empresa estatal”, se agrega.
A lo anterior, habrá que añadir el derroche económico que ha significado el ‘barril sin fondo’ en que se ha convertido esta compañía que tan solo durante el primer trimestre del año perdió 526 mil millones de pesos, lo que equivale a toda la pérdida de la empresa productiva del estado del 2019, a tres refinerías Dos Bocas o a ocho aeropuertos de Texcoco.
La Secretaria de Energía, Rocío Nahle, merecería un artículo aparte por sus recurrentes y garrafales pifias, pero haciendo un breve recuento, habría que destacar su participación vergonzante ante la OPEP saboteando el acuerdo para reducir la producción de crudo, adjudicaciones millonarias para favorecer a su compadre, despilfarro de recursos públicos en obras inviables como Dos Bocas, y sus decisiones que ahuyentan inversiones extranjeras. Miles de millones de pesos en pérdidas, es lo que Nahle ha ocasionado a las arcas del país sin que su permanencia al frente de SENER haya pasado siquiera por la cabeza de López Obrador, quien incluso hoy la ve como presidenciable.
La Fiscalía General de la República, que tutela Alejandro Gertz Manero, es otra instancia que desde hace tiempo merecería ser objeto de una revisión y quizá un cambio de la persona que está a cargo.
Esta institución ha sido cuestionada por la manera en la que ha atendido los casos de corrupción legados por la administración peñista. “Los presuntos casos de corrupción heredados de la administración de Enrique Peña Nieto avanzan a paso lento al interior de la Fiscalía General de la República (FGR), en especial los referentes a tres personajes del Gobierno anterior: Emilio Lozoya Austin, ex director de Pemex; Rosario Robles Berlanga, ex titular de la Sedesol y Sedatu, y Luis Videgaray Caso, ex canciller y ex secretario de Hacienda, quien a diferencia de los otros dos ex funcionarios aún no cuenta con una orden de arresto a causa de los intentos fallidos de la institución que encabeza el Fiscal Alejandro Gertz Manero de judicializar este caso”. Aunado a lo anterior, la “situación se ha exacerbado con el conflicto familiar del Fiscal y con la idea del Presidente López Obrador de poner a consulta si se enjuicia o no a cinco ex presidentes, además del proceso al que busca someterse al Gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca”.
Si alguien ha sido una decepción en el actual régimen porque se esperaba mucho más de su desempeño, es la ex magistrada Olga Sánchez Cordero, a quien se ha dado en calificar como “florero” en la titularidad de la Secretaría de Gobernación.
Los asuntos más álgidos que debieran resolverse bajo su égida se concentran en otra parte sin que se pueda decir que se resuelven. A su Secretaría le correspondería articular con otras instancias temas de fundamental interés para la sociedad como la violencia perpetuada por el Estado, las desapariciones forzadas, y la violencia contra las mujeres, pero en su puerta nadie responde.
De la titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ni hablamos, otro florero que no ha tenido el valor de cuestionar la fallida estrategia contra la pandemia y las muertes por COVID-19, la falta de medicamentos, de quimioterapias, los muertos y la impunidad en la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, los récords en homicidios dolosos, los feminicidios. Una CNDH inexistente e inoperante, que si bien es autónoma, todos sabemos quién ‘ata y desata’ y más en estos tiempos de presidencialismo.
Los cambios se han dado en áreas que si bien trascienden por el interés de la ciudadanía, -como los casos de Hacienda, donde Arturo Herrera sigue operando mientras busca la gubernatura del Banco de México, y la Secretaría de la Función Pública (SFP), donde se le pidió la renuncia a Irma Eréndira Sandoval-, han sido por otros intereses en el tablero de ajedrez del Ejecutivo y no por un mal desempeño; de hecho, en el caso de Irma Eréndira se va presumiblemente por faltar a la lealtad del presidente y conspirar contra una decisión de este.
Herrera será sustituido por Rogelio Ramírez de la O., en tanto el lugar de Sandoval al frente de la SFP, fue ocupado por Roberto Salcedo.
Un cambio más se dio en la Coordinación General de Programas Integrales de Desarrollo para propiciar el regreso al Senado de Gabriel García Hernández, quien tras polémica actuación deja el encargo mientras que su suplente en la Cámara Alta, José Alejandro Peña, hará trabajo partidista en Morena. Lo cierto es que nunca ha sido un obstáculo cumplir una función legislativa y tener un cargo partidista, y lo que se dice con mucha fuerza tras bambalinas, es que García Hernández estaría siendo relevado por un problema con su encargo como coordinador, que merecería un artículo aparte.
Existen otras instancias de gobierno federal que pudieran ser susceptibles a cambios, por ejemplo, ya que hablábamos de artículos de adorno, nos seguimos preguntando qué función cumple el titular de Salud, Jorge Alcocer, y otros muchos como él que no figuran más allá del membrete.
Pero todos sabemos que López no reconoce errores propios ni permite que se cuestionen sus decisiones. Su agenda la dicta él y no existe posibilidad de que nadie más interfiera.
De tal manera que, pareciere que nada puede moverlo a tomar la decisión de llevar a cabo los cambios que la ciudadanía demanda, ni los que se hacen necesarios por no decir urgentes en áreas preponderantes de su administración.
A más de dos años y seis meses del gobierno de AMLO, el gabinete está desgastado, diluido, inexistente, pero AMLO, al estilo Mejía Barón, se sigue guardando los cambios aunque el partido lo esté perdiendo.
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