Pocas cosas dividen tanto a la humanidad como lo hacen las guerras. El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania ha obligado al mundo a tomar partido. Para entender los diferentes posicionamientos, nos puede ayudar una revisión histórica, y repasar -muy someramente- la historia de un país, que muchas veces a funcionado de contrapeso.

Rusia tiene siglos siendo un vasto territorio, y su importante variedad étnica ha transitado por diferentes formas de gobierno. Desde el antiguo imperio ruso, gobernado por Zares, como Iván “El terrible” -coronado en 1547-, luego haber sido una Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, hasta el día de hoy, con Vladimir Putin al frente de la Federación Rusa, y sus más de 17 millones de kilómetros cuadrados; algo así como la novena parte de la tierra firme del planeta, con toda la variedad de relieves y ecosistemas que nos podamos imaginar.

Rusia es el país más extenso del mundo con 16 fronteras

Dimensionemos ¿qué es Rusia?, es el país más extenso del mundo; mantiene frontera con 16 países: Noruega, Finlandia, Estonia, Letonia, Bielorrusia, Lituania, Polonia, Ucrania, Georgia, Azerbaiyán, Kazajistán, República Popular China, Mongolia y Corea del Norte. Tiene límites de aguas territoriales con varios de los países anteriores, y con Japón y Alaska, estado de la Unión Americana.

Las sanciones que el mundo ha tomado contra la aviación comercial rusa son, hoy por hoy, una devastación demoledora. Aeroflot (empresa semi-privada, con participación mayoritaria del Gobierno) ha pedido al gobierno de Moscú, para sobrevivir, el equivalente a 3,000 millones de euros. Pero no es la única. Todas las aerolíneas de ese país están igual. Los aviones de matrícula rusa tienen vetado el sobrevolar cualquier otro espacio que no sea el suyo propio.

Por otro lado, Italia anunció la confiscación de aviones y fondos vinculados al gigante de la aviación estatal ruso United Aircraft Corporation (UAC), como parte de las sanciones europeas contra entidades vinculadas al gobierno de Vladimir Putin. También Grecia extiende el cierre del espacio aéreo a los aviones rusos.

El análisis de las autoridades rusas en materia aeronáutica habla de que la recuperación de su aviación será, si bien les va, para el año 2030. Esto es dentro de ocho años, un plazo inimaginable cuando de aviación se trata. Hoy, más de la mitad de los 450 aviones Airbus y Boeing que hay en Rusia dejaron de volar para destinar sus piezas como “refacciones” para que vuelen otros equipos, donde les está permitido hacerlo.

Esto genera un total desbalance; aunque en el corto plazo esté afectando más a la industria comercial aeronáutica rusa, el desajuste tarde o temprano romperá el delicado equilibrio en el mundo entero, que a la postre traerá terribles consecuencias.

Sin apasionamientos y sin etiquetar a “buenos y malos”, hablemos de la industria aérea. Sabemos que el conflicto bélico que Rusia sostiene contra Ucrania ha traído, como primer consecuencia, el alza en los precios de la turbosina, hecho ligado con la consecuencia de que al cerrarse el espacio aéreo ruso, las aeronaves se ven obligadas a utilizar otras rutas, incrementando su gasto de combustible.

Mientras más dure la guerra en Rusia, más grande será el costo de viajar en avión

Esto a su vez se ve reflejado en el incremento de los costo de boletos de avión en todas las aerolíneas del mundo, ninguna se escapa; mientras más dure el conflicto, más subirán el costo de viajar en avión. Y este encarecimiento lo trasladarán a los usuarios.

Si revisamos la historia, sabremos que el ruso es un pueblo que no se doblega; ya vivió una guerra fría tras la cortina de hierro, y contrario a lo que Occidente pensó que ocurriría, el cercarlos y encerrarlos fue la peor estrategia para “someterlos”.

Rusia, ya sea la zarista o la Unión Soviética, ha derrotado a grandes generales de la historia: a Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler. No son hazañas menores y no creo que los que gobiernan al mundo no hayan tomado clases de historia.

El daño que hoy se le hace a la aviación rusa, será el mismo que sufrirá el resto de la aviación mundial; todos salen perdiendo, desde fabricantes de equipos, arrendadores y líneas aéreas, mientras exista la sinrazón de “atacar” a un país a través de su aviación comercial.

No es casualidad que esto sea generado por un actor muy particular, ducho en el arte de “aventar la piedra y esconder la mano”: los Estados Unidos de Norteamérica y su ambición desmedida de situar bases militares por todo el mundo, para “defender” la democracia, los derechos humanos, la paz mundial, o cualquier otra cosa que sirva a sus intereses. Sabemos que en el caso que hoy nos ocupa, lo que quiere evitar es que Rusia le coma el mandado, y como adolescente imberbe, esté provocando al gobierno con sede en Moscú para ver “cuál de los dos, calza más grande”.

Así podemos resumir esta necesidad de emprender guerras en todos lados; todo basado en una virilidad artificial llamada “armamento”. Esto trae hoy de cabeza a la aviación comercial rusa, y más adelante a la de todo el mundo. Mientras los líderes pelean, y vemos que inútilmente se pierden cientos de vidas humanas, el fantasma del atraso de la industria aeronáutica aparece en el horizonte.

Con este panorama, ¿cómo se van a alcanzar las metas de los acuerdos de Paris, para bajar la huella de carbón de la industria aeronáutica? Los aviones tienen que utilizar más turbosina, el tema del combustible sostenible está todavía en pañales.

La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), de la que México es parte, se está tardando en posicionarse ante el tema. Ellos, como autoridad internacional deben exigir, de una buena vez, la terminación de una guerra que solamente nos está llevando al fatal escenario de que ambos lados pierden, y con ellos, todo el mundo.