29 de abril de 2024 | 08:10 a.m.

Revolución industrial y cambio político

México se enfrenta ahora, una vez más en condiciones desventajosas y con diferentes fortalezas y debilidades, a los riesgos y oportunidades que transporta la Cuarta Revolución Industrial, destaca Raúl Ávila en su columna.
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Se conoce como Revolución Industrial el proceso de aceleramiento del capitalismo que intensifica las innovaciones científicas, las incorpora en la economía y aumenta la productividad y la riqueza, a la vez que desiguala estructuras sociales, sacude las identidades culturales y obliga a reajustar las instituciones políticas y jurídicas

Además, la Revolución Industrial provoca un efecto capital: altera la posición no solo de personas, clases y sectores de la estructura social, sino de los propios países y coaliciones gobernantes dominantes y dominadas en el sistema internacional.

Así es que en los más recientes 400 años, entre los siglos 17 y 21, en el mundo occidental se han registrado 3 revoluciones industriales cada vez más innovativas, rápidas, intensas, abarcantes, desestructurantes y, digamos, reconfigurantes de las relaciones planetarias.

Durante ese largo periodo de 400 años años, al menos 12 grandes actores o coaliciones imperiales ascendieron al liderazgo o perdieron posición en el complejo contexto de la competencia por prevalecer.

Solo como ejemplos, en 400 años fueron protagonistas a la alza o a la baja España y Portugal, Francia y Alemania, o bien, Holanda e Inglaterra.

Hoy día, en plena Cuarta Revolución Industrial, que abre la era digital, biotecnológica y de las nuevas fuentes de energía (aire, sol, litio), los cambios constantes son notorios y la disputa por ascender, prevalecer, ganar o no perder posición es cruda y llama a la reflexión-acción a todos los actores en todos los niveles.

La Cuarta Revolución Industrial impulsa, en general, al Este frente al Oeste globales y recoloca a países más o menos dependientes de las grandes potencias.

De un lado, el mundo asiático y la coalición chino-rusa y sus aliados empujan mediante el liderazgo tecnológico y provocan una guerra macro-regional con múltiples implicaciones globales, que en particular tienden a vulnerar a Europa, los Estados Unidos y sus aliados.

Del otro, este mundo occidental y sus principales representantes no reaccionan debidamente ante aquel desafío, lo que obliga a realineamientos nacionales y recambios en estrategias, políticas y estructuras hacia adentro de los países.

México es una viva muestra de esos fenómenos y se enfrenta ahora, una vez más en condiciones desventajosas y con diferentes fortalezas y debilidades, a los riesgos y oportunidades que transporta la Cuarta Revolución Industrial.

De la resiliencia y reconversión de capacidades colectivas, del respaldo popular y pragmático a los valores históricos perdurables y dinámicos, del tino nunca perfecto con el que se promuevan y apliquen los cambios transformadores hacia adentro de este país subcontinente, de la forma en que respondamos los mexicanos ante los nuevos retos, de nuestra capacidad de adaptarse y reaccionar mejor, entre otros factores, dependerá el resultado que habrá de definir nuestra posición durante el resto del siglo.