Se viven tiempos de polarización sin precedentes. Por un lado, se encuentra el oficialismo y sus simpatizantes, que son millones. Todos ellos se aglutinan entorno a un nuevo gobierno que llegó como alternancia a un statu quo que se había afianzado por décadas en el poder. Ellos se dicen ser la Izquierda.

Por otro lado están los opositores, a quienes ellos señalan y acusan de querer reinstaurar el viejo régimen de privilegios y a la oligarquía rapaz que saqueó al país. Los llaman la Derecha. Los otros.

Cruzando el océano Atlántico, afuera, en el mundo, una potencia militar acribilla a un país pequeño. Se le acusa de todo sin pruebas. La invasión es televisada.

Aquí el presidente de la República no se ocupa de cuestiones de geopolítica. El precio del petróleo está por los aires. Sin embargo, los subsidios a la gasolina, también. Importa mantener una buena imagen. Es la prioridad del momento; pues próximamente se realizará una consulta, un referéndum. Ellos lo llaman ratificatorio. Los otros lo denominan revocatorio. El ejercicio se promueve con ímpetu y derroche de recursos desde Presidencia. Los oficialistas hacen labor proselitista al respecto.

Previo al día de la elección la verdad se ha disipado en el ruido. Las versiones chocan por antitéticas. El entendimiento y la razón se han tornado objetivos inalcanzables para la prensa, para el debate. Ellos no escuchan a los otros. Y viceversa.

La figura del referéndum en cuestión fue, a decir del presidente, sembrada por él mismo, con la intención de instaurar un nuevo modelo democrático en el que las élites no tienen cabida. Por eso el mandatario se manifiesta a diario a favor de que se lleve a cabo la consulta. El pueblo pone. El pueblo quita. “Siempre me ha parecido que el pueblo debe juzgar a sus gobernantes. Debe someterlos a una evaluación”, dijo el titular de Ejecutivo en su mensaje diario.

De acuerdo al oficialismo, el resultado de la elección les favorecerá a pesar de tener en contra el terrorismo mediático y las campañas internacionales contra el país. Están convencidos que el presidente será ratificado como tal.

Ante la inminente victoria, el presidente Hugo Chávez aseguró que “[…] aquí no habrá dictadura; aquí no habrá guerra civil; aquí no habrá intervención internacional; aquí no habrá guarimba ni guarimbo ni nada. Aquí está abierto el camino de la democracia nueva, la democracia participativa, la democracia protagónica”.

Caracas, Venezuela, agosto de 2004.