Irreverente
Les platico:
Si pudiera, quisiera que, así como cubriera mi casa, lo hiciera también conmigo.
De pronto este mundo se me hace ajeno y he querido varias veces aislarme de él.
Justo para eso son las enredaderas.
Hace poco, por una rendija minúscula al pie de una barda, comenzó a crecer una enredadera.
Se veía indefensa y débil pero ahí iba, decidida a crecer para cubrir pacientemente la pared completa del patio.
Comencé a cuidarla, invitándola a que siguiera creciendo.
Pero un día ya no estaba
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Alguien la había cortado y cuando le “reclamé” me dijo haberlo hecho porque era una hierba mala.
- “Mala fuiste tú al cortarla. ¿Qué daño te hacía?”
- “Es que va a crecer y del otro lado se van a pasar a este las alimañas”, me respondió.
Otro día me entretuve un buen rato ayudando a una de esas alimañas a salir del agua a donde había caído. Estaba luchando por su vida.
Nuevamente fui sorprendido y la misma persona que había cortado la “hierba mala” me cuestionó por qué salvaba a aquella araña, que terminaría yéndose al jardín a reproducirse y eso también es malo.
Ese es el mundo del cual quisiera que me aislé una enredadera.
Un mundo de juicios, de calificaciones arbitrarias, de señalamientos, donde lo bueno es cortado y coartado por quienes se creen los “no malos”.
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Cajón de sastre:
A mi madre la Luna le digo ahora: tengo sueño, mucho sueño; me voy a dormir, sabiendo que al despertar vas a estar ahí, conmigo, para mí.
Cuando toqué la puerta de tu casa por primera vez -y no volví a hacerlo porque simplemente entré- también entró a mi vida el destello de tu luz que reencendió mi existencia. Gracias.