Los apellidos compuestos son de las cosas más aspiracionistas que existen. Si uno se fija con cuidado, el primer componente en la inmensa mayoría de ellos es un apellido más o menos común, y el segundo uno no tanto; casi siempre, un apellido castellano (digamos Rodríguez) y luego uno francés, inglés, catalán, gallego o anexas. Algo como: Rodríguez-Font, Rodríguez-Smith o Rodríguez-Puig.

En América Latina, esto sirve a familias que se sienten expatriadas para recordarle al mundo que por ahí tienen la rebaba de algo quesque europeo en su ascendencia. ¿Exagero? Pregúntese el lector por qué nadie hace un apellido compuesto en sentido contrario, es decir, Fuenlabrada-Hernández o McAllister-García. La respuesta es obvia: porque el primer apellido sí pasará a la siguiente generación, por ser el paterno.

Esto, a colación de dos personas científicas con apellido compuesto (cabe aclarar: no tienen la culpa del nombre con que fueron registrados; la culpa siempre será de quien los invente) cuyas trayectorias quedaron expuestas bajo la lupa tuitera en días pasados: Hugo López-Gatell y Laurie Ann Ximénez-Fyvie.

El usuario @Biologictime contrastó los estudios, especialidades, trayectorias académicas y publicaciones científicas del subsecretario de Salud y la académica, evidenciando que ella no publica o da clases sobre virus o epidemias, mientras que él sí.

Tras la comparación, queda en duda por qué decenas de medios de comunicación dan tanto espacio a una persona con una carrera muy poco -nada- relacionada a la epidemiología, como lo es Ximénez-Fyvie.

López-Gatell Ramírez podrá ser un mamón, pero no por ello se debe abrir micrófonos a cualquiera con ganas de golpearlo, especialmente si se trata de una odontóloga con ánimos de lucro que escribió un libro harto refutable aprovechando su apellido rimbombante y apantallando incautos con sus estudios en Harvard.

Sobre esto último, otro botón del horrendo aspiracionismo mexicano: un amigo y académico miembro del SNI, cuyo nombre no vamos a exponer en esta ocasión, solía decir que sólo en América Latina se presumen posgrados de Harvard.

En Estados Unidos, subrayaba, presumen que se hizo la licenciatura en esa escuela, porque el llano posgrado significa que el susodicho no fue aceptado al terminar la High School y luego pagó por su maestría o doctorado casi como premio de consolación. O para timar latinoamericanos.

El VapoRub no corta la mala leche

Sorprende la capacidad de comprensión de los líderes de opinión de este país. Mas bien, sorprende la gran capacidad que tienen para manipular la realidad y repartir mala leche.

El secretario de Salud Jorge Alcocer jamás dijo que se podía tratar el Covid-19 en niños con VapoRub. Ahí están el video de la conferencia y la versión estenográfica al alcance de todos. El que tenga un poco de curiosidad, se dará cuenta de que hablaba de enfermedades respiratorias estacionales, y que incluso aconsejó hacer pruebas de detección de coronavirus a los niños que tengan síntomas.

Pero circula en redes un video editado para que no se escuche la declaración completa. Y, ya con eso, sin mediar la mínima lógica o exigir mayores pruebas, opinólogos y expertos en salud desde enero de 2020 -del nunca aclarador de fortunas personales Vicente Fox al delincuente electoral y patrón de narcotraficantes Felipe Calderón; de Azucena Uresti a Alejandro Rosas, pasando por todo un ecosistema de escépticos a conveniencia- pusieron el grito en el cielo y la burla en el tuit.

Se invita al lector a ver el video y leer la estenográfica. Que el lector despeje dudas, y luego reflexione sobre el papel que juegan muchos actores públicos desinformando a la población justo cuando lo que se necesita es certeza.

La pandemia es algo muy serio y no debe lucrarse con ella. En lo personal, quien esto escribe ya sufrió la pérdida de buenos amigos -familiares cercanos no, gracias al destino-, y cada que escucha a charlatanes vendiendo libros sobre “la verdad” o lee a políticos inventando cosas para ver si así consiguen votos a su favor, siente unas ganas tremendas de quemar editoriales y sedes de partidos, digo, de no comprar libros y no votar.

Qué gusto ver la estatua de AMLO en el suelo

Ya se había consignado en este espacio el repudio* de su autor hacia los monumentos. Acaso se salvan algunos por su valor cultural e histórico, hablando por supuesto de la obra artística y no de la persona retratada, y eso es todo.

Uno voltea a ver una estatua y casi nunca sabe de quién es o qué hizo tal persona para merecer el homenaje; y si uno hace el esfuerzo por saber la razón, surge invariablemente el reclamo: “¿Y ya por eso tiene una estatua?”.

Un presidente que gobernó su país no merece una estatua, si se analiza con detenimiento. ¿Por qué habría de merecerla? Recibió un salario por su trabajo, nadie le obligó a hacerlo y, siendo sinceros, seguramente lo hizo mal. Corruptos hay en todos lados y épocas; lo que no hay es estadistas buenos, sino únicamente algunos pocos que hicieron lo correcto.

El propio López Obrador ha expresado que no quiere homenajes cuando deje el poder. El propio AMLO podría ir a la cárcel al terminar su mandato si se le encuentran corruptelas, algo nada descabellado.

Ponerle una estatua al presidente responde al mero afán de quedar bien con la autodenominada ‘cuarta transformación’, sumado a la urgencia por hacer obras de última hora con precios inflados.

Qué gusto que ahora el asunto quede en el ridículo, aunque todo apunte a que fue una venganza de la alianza PRI-PAN-PRD perpetrada horas después de recuperar el municipio de Atlacomulco. Una especie de “pa que aprendan a respetar” que tanto se acostumbra en esos institutos políticos.

Belaunzarán, el pitoniso que no predice ni sus derrotas electorales

Hablando de estos opinólogos que todo saben y siempre tienen un tuit para mostrar su sapiencia, vale la pena destacar lo que escribió Fernando Belaunzarán este jueves con motivo del primer aniversario del asalto al Capitolio de Estados Unidos.

“Hoy se cumple un año de la toma del Capitolio instigada por el Peje Naranja, también conocido como Donald Trump. ¿Qué va a hacer López Obrador cuando Morena pierda la elección en 2024?¿Hasta dónde va a llegar? ¿El ejército respaldará el resultado electoral como en EEUU?”.

Iba a escribir que Belaunzarán es una persona muy lista y ha sabido mantener cierta relevancia aun cuando nunca ha ganado una elección y sólo fue diputado una vez, por la vía plurinominal, hace ya más de media década.

Me corrijo: Fernando Belaunzarán es un tipo que nació con privilegios y se cuela -nunca mejor usado el verbo- en la porosa y lucrativa comentocracia mexicana gracias a esos privilegios. Quien vende sus servicios debe hacerlo más o menos así: “¿Busca usted alguien que le haga un análisis político serio? Tenemos a este muchacho de 50 años lleno de ideas frescas. ¿Cómo se atreve a dudar de su capacidad? ¿Qué no ve que es blanco?”.

Belaunzarán escribió decenas, tal vez cientos de tuits pronosticando la derrota de AMLO ante Ricardo Anaya en ese lejano 2012, cuando el pobrecito se tuvo que tragar su orgullo y hacerse panista; el panista más de izquierda, si es que existe tal aberración, pero panista.

En 2018, pronosticó que vencería a Gerardo Fernández Noroña en la elección a una diputación federal y su pitonicez valió para puro pito. En 2021, ya formalmente como candidato del PAN a una mísera diputación local, le volvió a fallar la predicción.

¿Ahora sí le está atinando y Morena perderá en 2024 o Belaunzarán es un charlatán? Revisando el pasado, deberían ser pocos quienes no se inclinen a pensar lo segundo.