En un acto que podría resultar casi incomprensible, estudiantes de la Universidad de Ghana se unieron en diciembre de 2018 para tirar una estatua de Gandhi colocada dos años atrás por Pranab Mukherjee, entonces presidente de la India.

Sí, se supone que Mohandas Gandhi era un Mahatma (‘gran alma’, título honorífico dado a un puñado de estadistas y líderes religiosos hindúes a través de la historia, a quienes se adjudica un virtuosismo casi análogo al de los santos cristianos), ¿qué impulsó a los jóvenes a repudiarlo de tal manera?

¿Quién era Gandhi?

Sucede que Mohandas Gandhi era racista, pese a ser conocido en todo el mundo justo por lo contrario. Así como se lee. O, si quiere, fue racista en algún momento de su vida y luego -cuando ya andaba aspirando a Mahatma, tal vez- abandonó tales ideas, o las ocultó.

Cuando pasó dos décadas en Sudáfrica, a principios del Siglo XX, el prócer escribió que los locales negros eran “problemáticos” y “muy sucios”, agregando que vivían “como animales”. También estaba convencido de que la civilización europea era la más avanzada e imitable, afirmando que la “raza blanca” debía ser la “predominante” en todo el mundo.

Todo lo anterior, sin dejar de lado que en un momento hacia el final de su vida, cuando tenía más de 70 años, durmió desnudo con su sobrina nieta adolescente para poner a prueba su celibato, una acción que le hubiera valido la cárcel en nuestros días.

Cualquier persona “buena” tiene siempre su lado “malo”

Políticos, leyendas, artistas, activistas, iconos, héroes… todos tienen cola que les pisen, en el mejor de los casos, o cuentas pendientes con la ley, de plano.

John Lennon

Ganó simpatías en todo el mundo cantando temas cursis como Imagine, cuando no era más que un golpeador de mujeres confeso. Considerados como Rock stars que van de David Bowie a Bill Wyman tuvieron encuentros sexuales con menores de edad.

Washington era esclavista. Mandela llamaba a cortar la nariz o quemar los cuellos a colaboracionistas del Apartheid. Benito Juárez… algo habrá hecho; Hidalgo, Morelos y Cárdenas, igual algo habrán hecho.

Un monumento es simplemente un intento por imponer algo o a alguien en la memoria colectiva de un pueblo, sin mayores consideraciones y casi siempre con engaños.

Y el Estado, por acción o permisión, está detrás de prácticamente todos estos intentos; es decir, tal vez no colocarán una estatua de Lennon en Reforma, pero sabremos que es parte de una agenda específica si no lo impide.

Por eso es que nunca debe tomarse en serio a hombres y mujeres representados en bronce o cantera o mármol, pues no son sino personajes utilizados por el régimen para sus fines, resaltadas únicamente sus convenientes (a veces inexistentes) virtudes y ocultas el resto de sus características que alguna vez les confirieron más humanidad que heroísmo.

Nadie debe extrañar a Colón en Reforma

Con todo este contexto, y hablando de estatuas en Reforma, hay razones para celebrar que no vuelva el Colón de bronce. Ese monumento fue colocado durante el Estado porfirista y representa valores que no tienen lugar en una sociedad moderna.

Uno entiende la existencia de estatuas de Colón en Génova, pero ¿en México por qué habríamos de tenerlas? Colón no visitó México, ni conoció de México, ni tenía idea de México. O de América.

Pensar en pleno siglo XXI que Colón “descubrió” un continente es un insulto para los millones de pobladores originarios y sólo le hace la chamba a derechistas del PAN o de Vox, según el lado del Atlántico en que se encuentre uno.

Tampoco es que sea buena idea colocar en su lugar un monumento a la mujer indígena; todo lo contrario: resulta un acto muy hipócrita de un Estado liderado por gente blanca que busca la simpatía del electorado disfrazándose de progresista. Pero, vamos, qué alegría dejar de ver a uno de los más grandes fraudes de la historia en la esquina de Reforma e Ignacio Ramírez.

Y ya pensándolo mejor, todos los monumentos del mundo deben caer, por lo que representan: una visión siempre parcial de una persona que, para empezar, muy posiblemente ni estaba contenta con la idea de ser inmortalizada. Tírenlos todos. No dejen uno en pie.