EXPLOTACIÓN NORMALIZADA
En México, además de las niñas, los niños y adolescentes, muchos millones de personas adultas vuelven a la escuela después de las vacaciones de Semana Santa: las mamás. También regresan los papás, mas no en proporciones iguales, porque en este tema, como en tantos otros aspectos de la vida nacional, la cancha del género no está pareja.
A finales de noviembre del año pasado, se dieron a conocer números impresionantes acerca del papel que juegan las madres y los padres en la educación escolar de los niños, niñas y adolescentes mexicanos. Según la Encuesta Nacional sobe Acceso y Permanencia en la Educación (ENAPE), realizada por el INEGI, mamá es la figura principal del apoyo escolar, para la población de 2 a 17 años de edad. Durante el ciclo escolar 2021-2022, el 91.6% de la población de preescolar contó con la ayuda de mamá para hacer las tareas y los proyectos, así como para resolver dudas. En el caso de primaria, el 82.4% de la población recibió ayuda de su madre, mientras que, en el caso de secundaria, lo hizo el 51.5%.
Papá también ayudó, pero menos. El 19.6% de los niños y las niñas de preescolar recibieron ayuda de sus padres; en primaria, el 19.8 % y, en secundaria, el 16%. Cuando papá y mamá no ayudaron, entonces lo hizo algún pariente, mujer, en la mayoría de los casos. Hoy escribo, pues, acerca de las mamás, las mujeres y el apoyo escolar.
El regreso de las vacaciones de Semana Santa suele marcar el comienzo del fin del ciclo académico, una temporada que solemos llamar “la recta final”, y que más bien se vive como una pronunciada curva infinita. Los niños y las niñas están cansados; los adolescentes, hartos. Los profesores y las profesoras se sienten abrumados por la exigencia de terminar un programa interminable, en los tiempos absurdos que marca la autoridad escolar. En la época postpandémica, ese calendario incluye la entrega de calificaciones finales cuando aún restan días y días de clases, durante los cuales la escuela deja de serlo, y pasa a convertirse en una guardería impromptu.
¿Y las mamás? ¿Cómo es la ayuda escolar que brinda mamá? ¿Cuáles son las consecuencias de que la mayor parte del apoyo escolar recaiga en las madres?
¿Acaso no es esta una forma más de la explotación normalizada que vivimos las mujeres en México? ¿Por qué se supone que mamá debe “ayudar” con la tarea? Para empezar, ¿para qué sirve la tarea? Deveras, ¿para qué?
En nuestro país, la tarea es un ritual colectivo, que suele dejar cicatrices en todos los participantes. Nadie quiere este suplicio, pero tanto la escuela pública, como la gran mayoría de los colegios privados, sigue funcionando bajo el supuesto de que la tarea es una parte indispensable del proceso de aprendizaje. Esto es falso, según lo han comprobado ampliamente los modelos educativos de otros países, como Francia y Finlandia. Pero la escuela mexicana insiste. ¿Por qué? Porque puede.
En México se espera que las mamás suplan todos los vacíos. Allí donde papá no se hace cargo de su progenie, ellas entran al quite. Allí donde el estado no cumple con su obligación de brindar servicios básicos a la población y velar por nuestros derechos, son las mujeres las que se hacen cargo. Las mujeres se organizan para buscar fosas clandestinas, lo mismo que para conseguir el drenaje en una colonia como La Golondrinas. Allí donde el Estado fracasa, las madres mexicanas rescatan, curan, construyen, protegen, cuidan. Así mismo sucede con la escuela.
El sistema escolar mexicano se recarga en las madres para apuntalarse. Al hacerlo, duplica o triplica la explotación a la que las madres, de por sí, están sujetas. Lo más asombroso es que a nadie le asombra. Un ejemplo tremendo de ello es la práctica que está alcanzando niveles alarmantes de popularidad en las escuelas del país: exigir que las mamás se sienten todo el día en el salón de clases, al lado de sus crías. ¿Qué derrota puede ser más contundente para una escuela, que exigirle a una madre de familia que se presente con su hijo o hija desde el comienzo de la jornada, y permanezca a su lado en el salón, durante todo el día? ¿Qué derecho tiene la escuela de exigir a una madre que haga semejante cosa?
La presencia y la energía que la escuela demanda de las mamás tiene un precio.
En las familias mexicanas, existen tramas invisibles y dolorosas, asociadas con el apoyo escolar que brindan las madres. Nadie está en un lecho de rosas. Las actividades escolares que se realizan en casa son, muchas veces, un campo de batalla. El estrés y el agotamiento abren la puerta a la enfermedad y la violencia. Las mujeres y las mamás ya no resistimos ser utilizadas como polines para sostener un edificio que se desmorona. El precio de una madre crónicamente estresada lo paga la sociedad entera. La escuela tiene que asumir la responsabilidad que ha tenido y sigue teniendo en el deterioro de la salud biopsicosocial, no sólo de las niñas, niños y adolescentes, sino también de las mamás mexicanas.
Mientras tanto y para entonces... Si eres mamá, y te sientes abrumada, angustiada o triste; si crees que estás a punto de perder el control, o lo has perdido ya, busca ayuda psicológica. No estás sola.